—¿Me dices que no puedo entrar a mi hijo? Tu, una simple empleada con ínfulas de señora de esta casa. —No tengo ínfulas de nada, hago mi trabajo y usted sabe que nunca es bien recibida aquí. —Quítate —amenazo Serena a la Señora Lily y sus guardas la acompañaron. —No —respondió firme la encargada de la casa y enseguida los de seguridad de la casa se pusieron tras ella. —Te va a salir caro. —No me importa, sabe que desde que el nació mi vida gira en torno a proteger a Frederick. —Eres una estúpida, siempre tan débil, siempre tan buena, siempre tan bondadosa. —Y me siento muy orgullosa de eso. —No quieres que entre porque sabes que voy a descubrir las patrañas detrás de ese matrimonio absurdo. —Se quieren y mucho. De manera incondicional —Lily le dio una sonrisa arrogante—. Se