Estaba caminando por los verdes senderos que unían esas elegantes y exclusivas casas, parecía tan natural lo que hacía que todos allí podrían creer que era una mujer cualquiera en una caminata matutina. Pero la realidad es que estaba buscando la manera de lograr que su hermana la viera, pues necesitaba hablarle y poner en marcha sus planes. Pero contrario a eso, se tropezó de frente con el dorso desnudo y duro de Frederick, por supuesto que estaba alucinando con aquello, en otras condiciones no hubiese dudado en tocar y arañar, seducir y lamer, pero tenía que controlarse, porque además el olor del hombre se había metido en sus fosas nasales. —Buenos días, vecino. —¿Qué intentas? —¿De qué me hablas? —casi parecía ingenua. —Me falta poco, me falta muy poco para saber la verdad y te