Date

1981 Words
La verdad es que yo también tengo familia, y si bien puedo sentirme relajada porque mis abuelos no están vivos, tengo que sentirme estresada porque mis padres pueden resultar incómodos, y mis hermanas pueden ser horribles. Son gente psicópata con títulos de payaso, el joker total. Rina está con un economista desde hace unos diez años; se conocieron al inicio de su vida universitaria, trabajaron juntos, terminaron dos veces y ahora esperan un bebé porque en la cabeza de mi hermana, el matrimonio es una forma de opresión. Lina está con Rob, mi cuñado, desde hace unos tres años. Fue amor intenso a primera vista, un atleta sexy y reconocido. Yo estaría enamorada de él, y ellas están enamoradas de molestarme. — Ramón, ¿puedo fingir que nos enfermamos? — Son tus hermanas, ¿qué puede ser tan malo? — Mis hermanas están locas por Ramón, son inapropiadas y desinhibidas, podríamos esperar. — ¿Te avergüenzas de mí? — No, Ramón, jamás. Solo... no estoy lista. — Ya te ayudo yo —comenta Consuelo y su hermana sigue comiendo uvas mientras me observa impaciente. Ramón. Mi amiga me maquilla y me peina como cuando éramos jóvenes, y se le antojaba salir de antro. En lugar de dejarme descansar, básicamente me arrastra con ella. Veo a Consuelo, muy callada y concentrada al máximo en mi aspecto físico, antes de preguntarle: — ¿Cómo te terminó de ir? — Complicado... pero creo que bien. Mañana Manuel va a iniciar un proceso para divorciarnos. — ¿No iban a fingir? — Sí... pero no quiero que grites ni te rías —dice mientras me sostiene de las mejillas. — Tuve sexo con Martín en casa de su madrastra, su abuela nos vio, y Manuel gritó a todos que es gay, liberado, pero he estado esperando un mensaje o una llamada por parte de Martín y nada. — Tuviste sexo en la casa de la mamá de tu esposo con el hermano de tu marido, te descubrió la abuela de tu amante, que es abuela del hombre al que desposaste, y tu única preocupación es si el hombre en cuestión, el hombre con el que fornicaste en casa ajena, está pensando lo suficiente en ti como para llamarte. — Vale... vale... muy normal. — Lo sé. — Sí. — Ves, todos tenemos hermanas vergonzosas —comenta Ramón. —Vamos a ver si llegamos a tiempo, estás muy guapa. Sonrío y me pongo en pie, le recomiendo a Consuelo esperar, porque no sé cómo habrá dejado a Martín en la situación más incómoda; en los tiempos de esclavitud, esto es el equivalente a dejar a alguien con los pantalones abajo y un torturador con una tabla llena de clavos, pero... yo estaba de camino a una cena con las tres personas más importantes de mi vida, una de ellas lusamente está emocionada por esto. Estábamos casi a veinte minutos cuando Ramón preguntó: — ¿Cuál es tu problema? — ¿De qué hablas...? — No quieres escribir, no quieres salir, no quieres presentarme a tu familia, no quieres tener sexo con luz. Es un tipo de dismorfia corporal, Greta, ¿qué es lo que te está pasando? Ya... que Ramón no es el príncipe azul, es el hombre que llena de atenciones y después me grita que tengo algún trastorno. No respondo a su acusación porque él no va a incitar mi noche mal por sus rarezas, yo me niego a caer en esa trampa. Bajamos del auto unos minutos más tarde y saludamos a las otras dos parejas que nos han invitado a comer. — Espero que les guste el concepto del lugar. — Ven, déjame oler y abrazarte —comenta Rina y Ramón sonríe y la abraza de vuelta. — Tu pareja está ahí. — Ya sabe cómo soy —responde y le da un par de golpecitos juguetones. Mi hermana me llena de besos y me abraza fuerte, luego se devuelve hacia su novio y le toma de la mano. — Sé que ese es Rocko, pero no sé cómo se llama el novio de Rina. — Yo tampoco —respondo. —Gretta, puedes estar molesta... —le hago la señal para que se calle. — Literal, estoy esperando que se presenten, para saber, es el tipo mayor con el que sale mi hermana pequeña. — Es mayor que tú. — Cuatro años y tiene un hijo. — No —se queja Ramón y me toma de la mano. Caminamos juntos por el restaurante siguiendo a mis hermanas que han elegido un restaurante con menú sorpresa, como si salir con ellas fuera lo suficientemente emocionante. El encargado nos dirige hacia un reservado y de camino Ramón se encuentra con uno de sus amigos, se saludan como si viniesen de la guerra y su reencuentro fuese lo más dramático. El hombre le presenta a su esposa y Ramón me presenta a mí, y su amigo me mira con cierta sorpresa antes de estrechar mi mano. — Eres la escritora —comenta la pareja del mal educado este. — Sí, Greta es escritora —responde Ramón emocionado. — Sí. — Estás próxima a publicar algo más, me encantó el artículo, pero preferiría un libro, sigo tu trabajo, me gusta —reconoce y yo sonrío. — Estoy... escribiendo —respondo y ella sonríe e intenta sacar información sobre el próximo libro, yo no quiero explicar delante de la gente que soy un fraude y mi hermana nos hace una señal para asegurarse de que no escapemos del lugar y no puedo estar más agradecida. Me disculpo y abro a Ramón, este intenta tomarme la mano de nuevo y tomo mi cartera con la mano que está cerca de la suya para evitarle. — Mañana pondrán un anuncio en el periódico. — ¿Cuál es el problema? — No quiero que la gente nos esté viendo de pies a cabeza cada que pasamos, que quieran vivir en la burbuja porque escribo sobre el amor, pero usualmente no lo vivo, no soy el personaje al que le dicen te amo, del que tiene un curso a que alguien se lo quiera coger, soy la mejor amiga, como en todas las películas de romcom de la época, soy la mejor amiga de las protagonistas y me encantaría no ser juzgada con miradas o palabras por ser gorda o menos atractiva que el promedio. — Eres preciosa, para mí eres perfecta. — Vale, gracias por entender —respondo y le hago señas para que ingrese. Mis hermanas han pedido alcohol y comida como locas y gracias a Dios Rina no toma esta vez, los demás brindamos y nos disponemos a comenzar la velada. Que Dios nos ayude. Mis hermanas son buena gente, mis hermanas son dulces, educadas, me aman y me respetan lo suficiente, más que a cualquier hermano mayor, menos que a una madre, un intermedio como a un papá que visita regularmente. Mis hermanas me miman y siempre han querido toda la felicidad del mundo para mí, incluso cuando yo no sé qué quiero o hacia dónde voy, ellas dos saben que quieren todo lo bonito y bueno para mí. Ramón es una persona que quiere de toda la vida, y ellas también, y me encantaría no tener momentos incómodos, similar a estar sentada en una mesa con el novio de mi hermana de hace años, cuyo nombre desconozco. Ellas dos se saben hasta la carta natal de mi novio y están ansiosas por saber si la sacaron bien. — Hora de nacimiento, Ramón. — No sabemos... es que mis papás no quieren que sepamos quién es el mayor, y Consuelo y yo decidimos no verificar el desempate. — Eres el menor. — ¿Cómo sabes? — Si fueras el mayor, ya lo habría dicho y Consuelo habría llorado su falta de ser la menor. Si los dos han decidido no decir nada es para ahorrarse su propio drama —comento y Ramón me mira divertido. — Mi hermana y yo sabemos de pacto de hermanos. — Nosotras igual —responden las gemelas que comparten el cerebro enfrente de mí, sus novios asienten. — He dormido con las dos y no es sexy. —comenta Ron. — Yo igual, Rina; ronca y Lina habla, es un parloteo constante de sus pesadillas. — Todavía habla medicina. — Sí, los casos están intensos del día, me los cuenta. — ¿Cómo duermes? —pregunta el novio de mi otra hermana. — Le empiezo a hacer preguntas y se gira de lado. El mesero nos trae las primeras entradas y una bandeja maravillosa con aperitivos, observo a mi hermana viéndonos a todos tomar alcohol y le pido un cóctel virgen, por lo cual me agradece, pero parece igual de triste y yo la entiendo, porque están impresionantes, con luces, humo y de todo. — ¿Cómo se conocieron? —pregunta Ron. — Son amigos de toda la vida —Responde Lina. —Pero, sí, cuéntennos todo. ¿Cómo surgió? ¿Qué tan serio es el boda o no boda? ¿Número de bebés? — Estamos permanentemente juntos, boda mediana, y tres, cuatro bebés. — ¿Te salió un útero? —le pregunto. —Estoy mayor, Ramón, no creo que pueda tener un bebé, menos tres, a mi edad, y ya la gente se corta el útero. — Las tubas uterinas. Y no se recomienda tanto la salpinge eh. — Yo quiero bebés —responde Ramón— Alquilaremos un vientre de alquiler o algo... — ¿No podemos adoptar? — Podríamos, pero estamos hablando de tu útero envejecido —le enseño mi dedo medio a Ramón y mis hermanas ríen. — No se supone que es una cena agradable. — Claro que lo es, pero vivimos por el drama, molestar a su hermana es la dinámica familiar. — Vale, cuál es el chiste de incomodarse hasta el punto de quebrar. — No voy a romper con Greta porque no quiera hijos en nueve meses o los próximos cuarenta y cinco años —responde Ramón al cuñado. — Válido, pero no me parece respetuoso meterse tanto en la relación de alguien. — Él es hijo único —interviene mi hermana. — Sí, pero tú no —responde Rina. —Tú eres la hermana gemela de alguien y la hermana pequeña de otra persona —Le asegura, y su novio intenta hacerle una señal para que se calme, pero cuando la gasolina de la ira inicia el auto de las Rigault, es terrible, y aquí habrá dos hermanas encendidas, pero yo espero que Lina tome la delantera. —Eres el novio de mi hermana, con el que va a tener un bebé y no te conocemos. El otro día pensé que si ella muere durante el parto, tendré que ir a juicio a muerte contigo, porque para mí eres el novio de hace casi diez años de mi hermana, cuyo nombre desconozco, sé que tienes una exesposa que tiene un hijo al que mi hermana no puede conocer, que vives a veces en su casa y otras veces en la tuya, escuchas lo jodido que es todo esto. Ni siquiera vives con ella, no eres su compañero, eres más demandante que un *fuckbuddy*, pero menos serio que un esposo. Él es hijo único, pero tú, ella y yo no. Él no te merece. Esta es una de esas situaciones en las que alguien a quien amas pierde el pie de, y no me parece justo quitarle de su felicidad a Rina, de su compañero, privarle del papá, de su hijo y en su día regular, o sea, sin un bebé de por medio, hubiese intentado excomulgar al universo a este hombre, pero en su lugar intervine exclusivamente a favor de mi hermana. — ¿Por qué no fingimos que es nuestra primera cita, la de todos, nos conocemos un poco en nuestra mejor versión?
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