La comida

1152 Words
Simonetta y William se sentaron en la mesa poco después con los padres de su esposo, con su hija, todos un poco más tranquilos y en silencio prueban la entrada; el señor Murdok ve a su yerno sorprendido por los sabores y la textura de la entrada. — ¿Esto no es carne? —comenta Simón. — Esto es berenjena, está espectacular —comenta su esposo. — Mi mamá es vegetariana. — Me lo ha dicho esta mañana. —responde William. —Pero el menú no es completamente vegetariano, hay muy buenas opciones de todo... — ¿Por qué eres vegetariana?—pregunta Wallace y su padre le da un pellizco bajo la mesa, él sonríe y sigue viendo a la mamá de Simonetta. — Es por razones médicas; hace unos años, me quitaron una parte del intestino por una enfermedad que tuve. — Parásitos intestinales, una bacteria, porque vive en un lugar sin agua potable —recalca Simonetta y su padre sonríe. — Bueno, y desde entonces me cuesta mucho comer algunos alimentos, pero en ocasiones especiales como mariscos, evito la carne porque es muy difícil para mi organismo metabolizarla. — Ya... por lo menos no es por razones ecológicas. — Ay, Dios, pero quién te educa a ti. — Tengo derecho a mi propia opinión —Simonetta sonríe. — Cuéntanos todo sobre la ecología —le invita Arauna.—Eso va a traer problemas si no estás del mismo lado que mi madre y nadie está de su lado. — Bueno, porque está mal comer carne de vaca por todo el CO2 que producen y después se suben a un jet privado. — Llevo años tratando de explicarle, pero las medidas ecológicas son más importantes. — Correcto, por ejemplo, no más aire acondicionado. — Prohibir la venta del desodorante en aerosol. — Totalmente de acuerdo —responde la mujer. Simonetta sonríe, su padre también, y William respira aliviado. Wallace comenta cómo quiere cambiar el universo cuando sea mayor y los cuatro adultos que le rodean escuchan la pasión que siente con respecto al ambiente y lo limpio que planea dejarlo prohibiendo y pensando en el uso de ciertas tecnologías. Su padre le pide ayuda para retirar los platos, y Simonetta se ofrece a llevar las bandejas con comida; todos parecen sorprendidos cuando ven un pavo maravillosamente cocido, tres bandejas con diferentes vegetales y muy bien cocidos. Su suegra le ve incrédula cuando le sirve una base de su tubérculo favorito, con camarones encima, y le invita a probar las verduras horneadas. — Tienen ajos —cuenta la mujer sorprendida.—Esto está espectacular, William. — Wow —dice su suegro—mi esposa nunca se sorprende por comida. — Se ve impresionante —comenta Simonetta.—Puedes enfocarte un poco en la gente que sí quiere comer pavo. — El pavo es el favorito de Simonetta —comenta su padre. —¿A qué te dedicas William? —pregunta la mamá de Simonetta bastante impresionada por sus habilidades culinarias. — Actualmente, soy dueño de un gimnasio y entreno gente para perder peso. — ¿Tienes ese cuerpo porque eres fan del ejercicio o estás enamorado de un deporte en exceso? — William es boxeador. — No me gusta, mucho riesgo de trauma cefálico, y eres divertido, inteligente, deberías buscar una pasión nueva. — Mamá —se queja Simonetta. — Ya... ya no practico. — ¿Por qué?—preguntan Simonetta y Wallace al unísono. — William es diferente ahora, cuando me golpeo pienso... en otras cosas. Antes creía que era fascinante, ahora pienso en que si me golpean y pierdo la memoria, Wallace podía sentir que puede tomar decisiones por los dos —todos ríen. — Yo no puedo ser la excusa de tu fracaso —comenta Wallace. — Eras la inspiración, la primera vez que competí pensé; si gano tendré seis meses de pañales para Wallace y Cami va a poder tener ropa nueva y una cama más grande para los dos —William sonríe. Los papás de Simonetta sonríen porque si bien no tuvieron un embarazo adolescente, estaban lo suficientes jóvenes y poco preparados como para ser papás de alguien. — Debe ser difícil ser papá tan joven—ironiza su suegra. — No, eres muy inconsciente a esa edad, entonces... pasas cosas por alto. Le dejábamos andar desnudo, comer tierra, llorar hasta dormirse, ahora lo haría diferente. — ¿Tus papás ayudaron? — Sí, nos dieron la casa de visita, me dieron trabajo, cuidaron de mi Cami y nos gritaron cuando les dio gripa al niño porque le dejamos mucho en la piscina —todos vuelven a reír. — No son tan malos, tú me ayudabas con las tareas y me despertabas todos los días para ir a correr contigo, y me has dado helado cuando salgo bien en el examen. — Poco helado has comido estos meses —comenta su padre. Esto de la comida es espectacular y Simón reconoce que puede que no seamel boxeo,los negocios o incluso eltiempoq ue el estudió leyes, puede que lo suyo sea en la cocina. Williamles dalas gracias y Simonetta sive elpostrefavoritode su padre con café y nueces, adocimnale, su madre sonríe y le toma de lamano. —¿Me gustaría hacer esto de nuevposolas algun día solas? —Claro. Simonetta estaba en medio de un montón de relaciones rotas, mientras Consuelo estaba encima de una tarima, bailando como loca, con Manuel. Usted se preguntará cómo se mantiene una relación a largo plazo con alguien con quien no hay mucho contacto físico o apertura emocional, y básicamente es así: bailando, riéndose juntos, bebiendo y siendo los mejores amigos que existen, amándose de una manera platónica pero perfecta. El encargado de la música pasó abruptamente de la música bailable y llena de sabor a la música lenta. Manuel besó los nudillos de su esposa y le pidió bailar esa pieza. —¿Cómo se conocieron? —Martín y yo... en un aeropuerto. —Te quiero, Consuelo. Pensé que si podíamos ser así de felices, pensé que si puedo quererte de esta forma, inevitablemente podría hacerte feliz. —Yo soy feliz solo conmigo, pero me hubiese encantado tu compañía. —Martín tiene fama de dar una adicción, buen sexo. —Sí, pero cuando el sexo es así de bueno, ¿qué tan bueno puede ser la relación? —Sí, pobre de ti. Manuel sonrió y le dio un beso en la mejilla. Los dos regresaron a casa tarde, borrachos y risueños. Ramón puso a su hermana en la cama y a su cuñado en el sofá. Ramón regresó a la cama conmigo, me abrazó, se quedó en silencio abrazándome hasta que le pregunté si su plan era simplemente suspirar. Él rió y lo abracé de nuevo, traté de prometerle que todo estaría mejor. Él sonrió y me abrazó de vuelta. ¿Quién diría que lo fácil se nos acabaría tan rápido?
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