El tiempo no lo cura todo

2550 Words
Tres meses más tarde La vida te puede cambiar en un segundo y hay otras personas como yo a las que les cambió el ánimo entre meses y es que llevo quince capítulos de un libro, he perdido doce kilos, que me parece poco, pero no quiero convertirme en esa persona. Me despierto más temprano y uso una app que me cuenta los pasos y un marido sexy. —¿Qué te pasa? —pregunta Simonetta. —Nada, a este celular no le dura la batería. Necesito un cargador, ¿tienes uno? —le pregunto a la chica de las uñas y ella me señala uno. —No —responde sarcástica y mis amigas contienen la risa. —Es momento de dejarlo ir. —No, no con lo que me costó entenderlo. —Tus lectores flipan por saber de ti. —Voy a estar en un pódcast, les contaré mi representante. —¿No es todo lo que uno no debería hacer? —pregunta Simoneta. —Sí, pero Ramón invertía el dinero de Gretta, si le das un millón de dólares a Gretta, va y lo dona. —Qué poca fé. —¿Tú puedes dejar de sonreírle al teléfono? —pregunto para ver si Simonetta se sonroja ligeramente. Es que su vida con William está llena de indecisiones de sí y de no, pero hay amor cociéndose en esa olla. —Es que esta y tu coach van a hacer su propio bebé a cómo va la cosa —comenta Consuelo muy divertida. Yo, es que le conozco la sonrisa de Guazónica, que se echa cuando el chisme está bueno y no debería contarlo, pero muy bajo y en un idioma que considera las de la pedicura no maneja, me cuenta que es jefa (Simonetta por si no les ha quedado claro). Ha abandonado una reunión con el cuento de que tenía que ir al baño, se fue a su oficina a echar un polvazo impresionante y perturbador, mente caliente con su marido soporte ejecutivo y ella ha tenido la fortuna de encontrarles a medio vestir, dándose el lujo de ser la pareja más saliente nunca antes conocida. Es que estos dos no se quitan las manos de encima. —Nos... lo estamos pasando muy bien. Todo muy bien, tenemos citas, tenemos sexo, nos divertimos, nos conocemos, a él le está yendo bien en el trabajo, Wallace vive cuatro días de la semana con nosotros, a veces cinco, nuestra relación es cada vez más sólida... nada más. —Se encoge de hombros Simonetta y las tres reímos. —¿Cuál es el defecto esta vez?—pregunto algo aburrida de que Simonetta sabotee cualquier relación que mantiene con algún hombre por más dedos meses que quien parece: decente, dedicado, comprometido con la relación y enamorado de ella. —Nada, es muy bueno... —Y cocina rico—le recordamos Consuelo y al unísono. —Cocina, saludable y... está... considerando volver a la universidad —comenta Simonetta. —Quiere estudiar nutrición y deporte. —¿Y qué? —Tenemos mucho en el plato, ¿qué hago yo con un estudiante a estas horas de mi vida? —Simonetta, no seas prejuiciosa.—le ruega Consuelo.—si sigues así te quedarás sola para toda la vida. —Ya, vale... pero me gustaría que por una vez el hombre que me toque tenga la vida resuelta. —Bueno, tienes un hombre que quiere estar contigo y no está molesto porque su abuela infartó después de verte follar con él que su hermana se anunciara al mundo gay. —¿No habla por eso? —le pregunto extrañada y mis amigas ríen. —¿Querías más? —pregunta Simonetta. —Ver a Martín follar era totalmente normal para esa señora. Lo que ella no esperaba era lo de Manuel. Todos deberíamos entender que el que tu nieto anuncia que es gay y está casado con alguien genera shock masivo al corazón. En resumen, si quieren villanizarme y acepto que aparentemente soy la perra más zorra de la nación, pero tampoco es solo mi culpa. Simonetta y yo reímos con ganas porque de verdad solo Consuelo puede sentir tan poca responsabilidad por sus decisiones coitales. —Es un infarto agudo al miocardio, y la verdad, no todo es su culpa, para tener sexo en el lugar principal de una casa, en medio de una fiesta de aniversario se necesitan dos —respondo y Simonetta se ríe. —Ya no voy a esperar hombres en mi vida, bueno, voy a esperar a que mi marido me dé el divorcio porque tengo wedding planner y estoy organizándome una fiesta de divorcio masiva. Mis veinte mejores amigas y sus amigas podrán presentarme a los veinte millonarios y solteros más heterosexuales de la ciudad. Durante veinte días del mes estaré probándolos y elegiré uno para pasar los diez días restantes repitiendo, repitendo y orgasmizando como no he hecho en años—responde con orgullo y Simonetta y yo recordamos el alto riesgo de sífilis, VPH y embarazo. Consuelo sonríe y nos mira a la una y luego a la otra. Después, con la mano recién esmaltada, se pone a buscar su celular. Simonetta y yo vemos cómo la sonrisa se le borra del rostro y Simonetta grita de inmediato: —¡No! —¡No! —¿Qué?! —pregunto— ¿De qué me perdí? —Nooo —responde Simonetta y su prima repite la misma palabra y, a pesar de que tardo en entender, me llega la señal, es que puede ser posible, pero lo que Consuelo tiene es un retraso de tres meses y una semana, mi amiga se cubre la boca y después sonríe desenfrenadamente. Con toda la tranquilidad nos asegura que estaba bromeando, la chica de las uñas hubiese preferido que estuviese embarazada y procede a arreglar el desastre que se ha montado en la mano de Consuelo. —Yo quiero ir al ginecólogo —comento. —¡Ah, de verdad! —pregunta Simonetta. —Sí, Ramón y yo estamos haciéndolo muy a menudo y he tenido unos cambios en la menstruación desde entonces. Él quiere un bebé, más adelante he estado pensando que podré querer uno también en unos dos años y podrá revisarme, podemos juntas, descartar las posibilidades y yo me aseguro de que no sea estéril y de que no tengas un bebé en el horno. —No lo estoy, no estoy embarazada—Asegura Consuelo, su marnicurista alza la ceja, para murmurar: “como si así no se hubiesen hecho más de un millón de bebés” tomo la píldora y además estoy haciendo algo que van a desaprobar. —¿Qué estás haciendo? —preguntamos Simonetta y yo al unísono. —Voy a adoptar, al principio pensé que no quería ser mamá, pero mi casa está más grande que nunca, sola que nunca y dije, por qué no Consuelo. —Simonetta y yo le miramos y las tres mujeres que nos hacen las uñas dejan su trabajo para ver a Consuelo. Razones por las que Consuelo no debería ser mamá o adoptar: es una adolescente de casi cuarenta años. Está siempre caliente. Tiene la vida amorosa más complicada del país. No sabe cocinar, limpiar ni mantener un hogar. Es competitiva y adicta al trabajo. Aunque finja que no está con el corazón roto. Y puedo seguir por horas, pero no quiero enloquecerlos con los detalles de su vida. —¿Cuántos años tienen los peladitos? —pregunta la que le ha hecho las uñas de toda la vida. —Son dos hermanas, Natalia y Mariana, tienen 16 y 13 años —una de las manicuristas grita. —Yo parí dos humanos, de un hombre al que amé, y que salieron con mis genes y mis cosas buenas y malas, tienen catorce y diecisiete. Consuelo, los adolescentes no son fáciles, son gente a la que a veces quiero matar, sudan, se echan pedos y nunca hay comida en el refri, por más que yo trabajé siempre tienen hambre y ganas de poner aprueba mi paciencia. Te amo, pendejita, pero devuélvelas, no puedes con eso. —No has escuchado la historia, Carlita—Se queja Consuelo y nos muestra na foto de las tres comiendo papas, y muy sonrientes y Simonetta y yo compartimos una mitad sorprendida porque Consuelo nunca ha querido ser mamás ni de un tomate que vive en el jardín requiere de agua y abono. Nada; no gato, no perros, plantas o vegetales. Para que quede claro; Simonetta, Consuelo y yo hacemos esto unas dos veces al mes. Carla, María y Johanna son nuestras amigas, nos escuchan quejarnos, nos escuchan enojarnos y cada una tiene una clienta manicurista especial y nos amamos, no solo nos hacen los pies y las manos, sino que nos arreglan las cejas y los pelitos inapropiados del bigote, sobre todo la depilación con cera completa en zonas íntimas. Nosotras tres conocemos también sus secretos y sus problemas, como cuando Eduardo engañó a Carla y esta le dejó todo en la calle, no sin antes destrozarle la oficina del lugar en el que vende carros y nosotras fuimos apasionadamente a pagar la fianza y Consuelo la sacó de la cárcel. Que quede claro, estas no son manicuristas. No son “el servicio”, ni “gente” o “empleadas” son nuestras amigas, nuestras confidentes y las respetamos mucho más que a la psicóloga exageradamente cara que pagó Simonetta cuando cumplió treinta para que le dijeran que tenía problemas para soltar el control y miedo profundo al abandono, algo que se lo hubiera contado por cero dólares el barista de Starbucks. Carla, María y Johanna son nuestras partners in crime. ¿Lo ven? Nuestras manicuristas son nuestras amigas, terapeutas y tienen todo el derecho de decirnos cuándo estamos viviendo en un mundo irreal, como ahora. —Consuelo. —Consuelo, soy mamá de cinco y no quieres eso hija, tú eres una mujer de años, disfruta de un buen vino y un hombre. —Son dos niñas que han estado viviendo en la calle, empecé a alimentar a Naty y un día me confesó que las ventas de su hermana no iban bien. Entonces, la enviará a ella en su lugar y conocía a Mariana y es la cosa más divertida de la vida, coqueta, risueña, simpática e inteligente, son inteligentes y solo necesitan un hogar. Una familia. Y yo, ocupo eso, así que he iniciado el papeleo, y movido unos cuantos hilos que a las mujeres en mi condición no les dan niños solas, pero yo conseguí ser tutora temporal y las chicas han aceptado irse dos semanas a un hogar, ser evaluadas y así poder ser adoptadas. —Consuelo, esto suena muy real. —Lo es. —Vale... —¿Son niñas de la calle? —Sí. —¿Qué venden? —Rosas y dulces. —¿Sabes que eso es una banda, Consuelo? Que si no vienen a buscarlas, vendrán a buscarte a ti —le recuerda Simonetta. —Sí, pero tengo dinero y contactos y que se cuide la persona que toma niños de la calle en necesidad y después los abusa, porque toca a mis chicas, voy a destruirlos. Todas nos quedamos en silencio y Johana abandona mis uñas, luego viene con una botella de champán y copas, y nos advierte que es del barato y todas reímos, mientras sonríe y descorcha la botella. —Yo fui una de esas niñas de la calle y nadie quiso intentar pelear por mí, ni siquiera cuando estuve adolescente, sí, embarazada de otro ser humano al que no sabía cómo mantener, así que felicidades Consuelo. Cuando necesites que alguien les grite a las niñas por ti, tú solo llama —Consuelo la abraza y pega la otra mano a Carla, la ve con impaciencia y todas nos reímos antes de brindar por la salud de la nueva mamá. Y creo que esta tarde aprendimos de Consuelo a ir por lo que uno cree a amar a quien uno ama, y disfrutar de la vida. Simonetta esperó a su marido hasta tarde esa noche con una sorpresa que ninguno de los dos creía que trajera tanta paz a su matrimonio, él se acercó a ella y le dio un beso en la frente y le regaló una galleta con una carta feliz. —¿Me esperaba? —Sí. —¿Qué pasó... Wallace? —Nada, nada, solo me he dado cuenta de que sin importar cuán pequeño o grande sea mi deseo. Me dices que sí y con los de la universidad me puse un poco borde y al final lo he entendido, en el tiempo en el que uno se pasea por la universidad y comete errores que afectan su vida permanentemente, como mi tatuaje en el pie, tú estabas proveyendo para una familia y eso es muy valiente cielo. —Gracias, pero tienes razón... —Uhh, no me la des aún. —Responde y le da una caja de regalo. —Te he pagado el cuatrimestre en la escuela de nutrición y el semestre en la academia de cocina, no tendrás tiempo para existir, puedo ayudar un poco con tus negocios y con Wallace, pero si es tu sueño adelante. Yo voy a tener tu espalda mientras tú cumples tus sueños. —¿Simonetta? —Es irresponsable y compré todos los libros y todas las cosas de cocina para que no puedas decirme que no. —Hay que gestionar muchas cosas para llevar las dos carreras. —Gracias a Dios, te casaste con una gestionadora —responde y él sonríe. William besa a su esposa, la besa despacio y decide que si ese es su sueño, la persona que hace todo posible y le llena de amor es todo lo que quiere y necesita, la besa despacio y los dos se desnudan y se acarician con la misma lentitud. Deciden aprovechar que la casa está sola para demostrar todo el cariño que sienten hasta que escuchan un portazo, William se tira del sofá y Simonetta estira su brazo en busca de la blusa, no le da tiempo de tomar su brasier cuando los dos escuchan la voz de Wallace. —¡Papá, Simonetta estoy en casa y no quiero hablar con nadie todavía! —El joven sube rápidamente las escaleras y los dos bufan y sonríen el uno al otro. William se pone la camisa y le alcanza a su mujer el sostén precioso de encaje que había estado arrumbando en su camino, los dos escuchan golpes en la puerta principal y se apuran a vestirse. William va a atender a la mamá de su hijo y Simonetta va a intentar entender de qué no quiere hablar su hijastro. —¿Tal vez más tarde? —pregunta William. —Definitivamente, más tarde —Simonetta le da un beso sobre los labios y sube las escaleras corriendo. Comenten chica, me gusta muchísimo leerla, pero quiero intentar vender este libro en a m a z o n , el próximo año, así que saber si les divierte si el tono de la comedia está bien, si esperan menos o más, si está muy predecible no, me ayuda muchísimo para las próximas ediciones dela historia hasta que salga a la venta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD