Consuelo va al despacho y les deja a las chicas una bebida antes de preguntar si son alérgicas a algo; las tres la ven sorprendidas y niegan con la cabeza.
— Siento que estoy arruinando a Alice.
— Jamás. Alice es súper feliz.
— Vale. — responde y se acuesta en el sofá. — ¿Tampoco las estoy arruinando a ustedes?
— No tenemos un celular… — se queja Natalia, y Consuelo se ríe. Se pone en pie y las llena a las tres de besos. Tessa se ríe con ellas y ve a Consuelo salir en dirección a la cocina.
— Es muy maja.
— Es dulce, y muy inteligente, tenaz. — responde Mariana.
— Me cae muy bien — comenta Tessa. — ¿Está soltera?
— Sí, ¿tu papá?
— Ustedes dos — se queja Mariana.
— Está disponible… y es muy guapo y tiene dinero y una carrera y llora cuando vemos el Titanic.
— Ahh… — Dicen las dos.
Consuelo se había visto forzada a bloquear a su expareja del teléfono, incluso lo tenía apagado, pero con Alice fuera, le daba miedo que Vidal quisiera comunicarse y no la pudiese encontrar. Al encender el teléfono, leyó un ar de mensajes de parte de Martín.
Martín: Solo quiero que hablemos. Consuelo, por favor, dame una oportunidad. Sabes bien que necesitábamos crecer aparte y sanar. Consuelo, por favor.
Ella eliminó el contenido del chat y decidió bloquearlo. Vio un video de las nuevas tres mejores amigas jugando como locas y un mensaje aclaratorio.
Vidal: Decidieron rodar por el suelo. Hay que bañarlas con urgencia, pero están vivas.
Consuelo: Me alegra que tenga amigas. Estaba muy preocupada.
Vidal la envía más fotos de sus hijas jugando y Consuelo responde.
Consuelo: Los invito a cenar.
Vidal le aclaró que esa noche tenía a todos sus hijos a su cargo. La mujer recalcó que todos eran bienvenidos y esa noche se sorprendió al conocer a Alex, el hijo que aún no conocía de Vidal. Era muy guapo, dulce en comparación con Xavier, y educado, mucho más que Anastacia.
— Buenas noches — Saludaron los Vidal mientras ingresaban a la casa.
— Trajimos ensalada, postre y flores — comenta Vidal. — Este es Alex, Xavier y Anastacia — los presenta, y Consuelo saluda a cada uno de los niños.
— Gracias por aceptar mi invitación.
— Alice, qué mono tu vestido.
— Gracias, a mí me encanta ese abrigo.
— Aww… — Responde la pequeña. — Muchas gracias.
Vidal sonríe al ver a las pequeñas salir corriendo tomadas de la mano hacia la habitación de Alice, quien tiene muchos juguetes nuevos para enseñarle a su amiga.
Consuelo los invita acomodarse donde gusten. Xavier toma un lugar en el salón cerca de la ventana, mientras las chicas se acomodan en el sofá para chismorrear. Tessa invita a Alex a unirse a ellas porque sabe que su hermano no sabe jugar la carta de amabilidad.
Consuelo le ofrece vino a su acompañante y este acepta.
— ¿Cuál es el menú? - pregunta Vidal. — Huele espectacular.
— Creo que se me ha ido la mano. He preparado de todo un poco, pero mandaré almuerzos esta semana. — Consuelo sirve dos copas de vino y le entrega una a Vidal. Este choca su copa contra la suya antes de beber, ambos comparten una mirada que dice muchísimo y sonríen.
— Consuelo, ¿tienes juegos o algo?
— Sí, tengo un set familiar… — responde mientras va a buscar las llaves.
Consuelo abre una gaveta y saca de él un baúl de madera donde tiene guardados todos los juegos de mesa posibles.
Las chicas celebran, y Vidal se acerca al grupo, mira a su hija emocionada, riendo y haciendo amigas, y le encanta.
— Quedamos perfecto, seguro Xavier no quiere jugar — comenta Tessa.
— Seguro tú no quieres perder.
— Podemos tomar turnos y jugar todos—sugiere Mariana.
— Sobran con qué jugar y hay varios repetidos para tener más piezas — explica Consuelo.
— Yo jugaré contigo — propone Vidal, y sus hijos les ven sorprendidos.
Este hace cualquier cosa por meterse en la cabeza de su hijo. Es que no es broma que es muy similar a su esposa: rebeldes, impetuosos, algo irresponsables. Lo único bueno es que su exmujer había sabido ser menos desastrosa con los años.
Todos ríen en la casa. Consuelo va a ver a las más pequeñas, y están ocupadísimas jugando con una casa de Barbies. Anastacia la invita a tomar asiento a su lado. Ella sonríe y toma una de las muñecas para jugar con ellas.
Anastacia parece encantada con Consuelo.
— ¿Cómo eres amiga de mi papá?
— Ah, tu papá fue mi doctor y el de Consuelo.
— ¿En serio? ¿Qué tenían?
— Yo me desmayé y necesitaban saber si mi cerebro estaba bien.
— ¿Lo estaba?
— Sí, cielo.
— Jumm… ¿y tú?
— Tuve un accidente con mis hermanas, y me lastimé todo el cuerpo, especialmente la cabeza. Me duele a veces, pero me dan medicinas y estoy bien.
— Oh, Alice, qué horrible.
— Lo sé — responde, y Consuelo les da un beso a ambas antes de comentarles que tiene que revisar la cena.
— Papá, eres un tramposo.
— No tengo culpa de que seas tan dispersa — se ríe su padre.
— ¿Qué están jugando? — pregunta Consuelo.
— Es un todos contra todos de conecta cuatro — responde su hija.
— Yo quiero un turno.
— Vale, gánale a papá — pide Tessa, y su padre se ríe. Consuelo inicia bastante decidida. Vidal, muy serio, observa sus estrategias y posibles jugadas. Las bloquea, y los niños los obedecen en silencio—Vale, gana al papá —pide Tessa y su padre se ríe. Consuelo inicia bastante decidida, Vidal, muy serio, observa sus estrategias y posibles jugadas, las bloquea, y los niños los obedecen en silencio. Consuelo, por un momento, echa una ficha que casi le cuesta el juego y todos ríen; luego, intentan distraer a su padre, pero no lo consiguen hasta empatar.
—¡No! —se quejan los niños, y Consuelo ríe.
—A cenar —anuncia la mujer, y todos van a la mesa. Vidal va por las más pequeñas y su hija verbaliza lo ofendida que está por la interrupción.
—Se come en familia —le recuerda su padre.
—Pero luego no quites que venga a jugar con mi amiga.
—Puedes venir siempre que quieras, princesa —le asegura Consuelo mientras toma asiento en la cabecera de la mesa.
La mesa se llena de conversaciones, risas, comentarios, y Vidal no puede evitar pensar en la última vez que una mesa se sintió tan cálida.
—Consuelo, ¿a qué te dedicas? —pregunta Tessa.
—Es… complicado. Estudié derecho comercial y relaciones públicas, y trabajo en la compañía de mi familia con mis primos.
—¿A qué se dedica tu familia? —pregunta Xavier divertido.
—Producimos los confites; Consuelito —comenta, y todos los niños parecen encantados con la noticia y les queda claro la selección del nombre.
—Yo fui a la fábrica una vez, cuando estaba en la escuela —comenta Tessa. —Dijeron que tu abuela empezó a producir y vender confites desde la escuela.
—Sí, su padre era dueño de cañaverales, producían licor y azúcar, pero el dueño de todo era él, y no dejaba mucho dinero para los gastos ni mucho menos la ropa, así que mi abuela se robaba la caña y comenzó a hacer sus ricos confites para vender y comprarse cosas para ella y su madre.
—Qué mona —comenta Anastacia. —Yo vendo dibujos en la escuela.
—Anastacia no ha vendido a mi mamá porque no tiene claro cómo hacerlo, ella vende pulseras, vende dibujos, les vende frases semanales.
—Es un boletín, y cobro s*********n —responde la niña orgullosa. Su padre intenta no reírse, pero se le escapa la risa.
—Te pagan por todo eso.
—Claro —responde y enfatiza cada palabra, lo que hace que Consuelo sonría.
—Negociante se nace, no se hace —recalca Consuelo y la pequeña asiente orgullosa.
—Alex, ¿tú qué tal llevas ser el bien portado de la familia? —pregunta su padre.
—Me dejan las cosas muy fácil.
—Todo es fácil cuando eres el favorito —responde Tessa.
—Acá la favorita es Alice.
—Yo creo que nosotras nos llevamos bien —comenta la más pequeña algo preocupada.
—Sí, pero no dejas de ser nuestra hermana favorita y su hija favorita.
—Uhh, Alice, ese es un puesto privilegiado en la familia —comenta Tessa.
—A mí me gusta esta familia —reconoce Alice. —Nadie nunca está preocupado, somos solo chicas, no hay chicos fumando o gritando, somos amigas.
—Alice, ¿no extrañas a tu familia? —pregunta Mariana.
—No, estoy mejor acá.
—Papá, puedo invitar a Consuelo y las chicas a mi presentación.
—Consuelo, a mi hermana le encanta que la vean bailar ballet todo el día.
—No seas así, Xavier —le amenaza con el tenedor, y su padre le baja la mano. —Me gusta que me vean porque me toma mucho tiempo.
—Está bien, con que te gusta que te vean y sí, que iremos.
—¿Sí? —pregunta emocionada.
—Sí.
—Alice, ¿tú quieres venir a practicar ballet?
—No, eso es más lo tuyo —responde y Vidal se ríe.
—Está riquísimo todo, Consuelo —comenta Tessa. —¿Me prestas el baño?
—Termina de cenar —interviene su padre. —Tessa, por favor, no te levantes.
—Es que bebí mucha agua —responde y nota a su padre observar el reloj; la pequeña baja la mirada con tristeza y pregunta si puede ir al baño.
—¿Por qué no vamos al de mi cuarto?—propone Consuelo y la acompaña hasta su habitación; de esa manera, mientras espera, puede escucharla orinar.
Tessa se apura para salir del baño y cuando regresa a la mesa, Vidal parece más serio. Consuelo le acaricia la espalda a la pequeña, y ella le toma la mano debajo de la mesa.
—¿Cómo fue su proceso de adopción, cómo se eligieron o cómo funciona? —pregunta Alex. —Si no les molesta, claro.
—Mariana vendía flores cerca del edificio en el que trabajo, nos hicimos amigas, y otro día conocí a Naty y supe que si querían un hogar, yo podía darles uno, así que nos pusimos de acuerdo y trabajamos duro para lograrlo.
—¿Y Alice? —pregunta Anastacia.
—Nos conocimos en el orfanato y de suerte, Consuelo nos adoptó a todas —Alice se encoge de hombros.
—Alice necesita una clase o dos de defensa personal, verbal y física.
—Amiga —dice Anastacia y se pone en pie para ir donde está su amiga, la toma de la mano y como una vigilante asegura: —Yo tengo un máster en las dos, sé insultar perfecto y golpeo como karate kit.
—Annie, no ayudes demasiado —pide su padre, y todos en la mesa tienen que reír.
Los Vidal se quedaron para otras partidas mientras tomaban el postre; los niños estaban encantados con la idea de Consuelo, y su padre Consuelo estaba encantada con la idea de echarle un polvo o dos al doctor Vidal, pero no se sentía lista para ser la mamá de tantos niños, bueno, la madrastra,
y sentía que con él era el combo completo o nada.
Todos se despidieron con la ilusión de ver el lunes a la más pequeña del clan ir por primera vez a la escuela; Alice estaba terriblemente ilusionada con ir a la escuela.
Nosotros todos queríamos ir, pero alguien muy grosera nos dijo que la normalidad estaba en las cosas pequeñas, eso no impidió que Ramón y yo nos diéramos una vuelta por el cole, solo por si podíamos ver.
—Parecen secuestradores —nos acusa Consuelo, y le damos a nuestra sobrina una rosa y un chocolate por si el día se pone pesado, la llenamos de besos, y su madre nos recuerda ser normales.
—¿Las otras dos qué?
—Tenían a Tessa y sus amigas esperándolas.
—Anastacia —se queja su madre.
—Hola, Consu —la saluda, y esta se inclina para darle un beso en la mejilla y un abrazo.
—Buenos días —saluda Francesca.
—Mami, ella es Consuelo, es la mamá de Alice y la mamá de las amigas de Tessa y es amiga de papá.
—Wow, Consuelo, tienes muchos amigos —comenta divertida. —Es un placer, Francesca Vidal —Consuelo y yo compartimos una mirada poco discreta y ella la capta—. Tenía ya una carrera y cambiarme el nombre no era conveniente.
—Mami, yo no quiero ir a la escuela —advierte su hijo menor.
—Mi amor, sí vas a ir —advierte mientras le carga. La mujer le peina el cabello y toma la mano de su hija menor. —Ha sido un placer conocerte, Consuelo. Stace, ¿estás lista? —pregunta su madre.
—Hoy voy a dejar a Alice en su salón y luego al mío —la pequeña le da un beso a sus hermanos y uno a su madre antes de tomar la mano de Alice y despedirse de Consuelo; van corriendo juntas y sonríen.