Consuelo pasó el día pendiente del teléfono por si alguna de las niñas la necesitaba; Ramón le llevó el almuerzo a la oficina, y los dos conversaron. Simonetta estaba reunida con los médicos, quienes indicaron que ya podían proceder con la cirugía.
Mi amiga me llamó, y dejé todo para acompañarla; William, Simonetta y yo esperamos juntos mientras alistaban a la madre subrogada. Nos parecía surreal que todo hubiese salido tan diferente a lo esperado; no es como Simonetta y yo pensamos cuando habló de extraer óvulos para el futuro, no es así de fácil como decir que va a recibir un bebé, que iba a desentenderse todo el embarazo y ganarse el premio. Estaba siendo complicado, increíblemente. Mi amiga se vistió de verde como los otros médicos, le colocaron guantes y una mascarilla, y fue a conocer a su hija. Parecía muy incómoda con la situación, pero se veía preciosa; ella notó el cabello rizado, la piel morena y vio sus ojos cafés por primera vez y la adoró, la sintió tan suya. Quería cargarla y no volver a soltarla jamás.
Cuando salió, se veía tan relajada y feliz.
—Es una preciosura.
—Aww, cariño —le dice su madre y la abraza.
Todos estamos más felices y tranquilos, ansiosos de conocerla pronto; le doy un abrazo a su madre y le ruego que llame a Consuelo para contarle todo; las dos reímos.
Llamamos a Consuelo, y esta pregunta por el bebé de inmediato.
—Está muy bien, es una niña.
—Es horrible, menstrúan, hablan y lloran —se queja.
—¿De qué estás hablando?
—Sé que tienes un bebé adorable, pero mis hijas quieren acabar conmigo.
—Natalia tiene un novio en un día de estar en el cole, y cree que es el puto amor de su vida, dales tres recreos más, y Ariana se ha declarado burra porque no entiende el inglés de esta escuela, y Alice decidió que ella no es un bebé y ocupa un cambio de grupo con las niñas mayores porque se aburre como ostra —nosotras reímos. —No puedo ser mamá, soy una irresponsable porque quiero dejarlas hacer lo que dicen.
—¿Quieres que vayamos?
—No, quiero intentar hacerlo sola —responde mientras sale de la bañera. —Las amo, felicidades, Simmy, me alegra que la princesita esté bien.
Consuelo salió y se encontró a sus hijas cenando juntas; las tres parecían menos molestas que cuando llegaron de la escuela.
La mujer les dio un abrazo y un beso a cada una, y después tomó asiento junto a ellas.
—Los primeros días no son fáciles —reconoció. —Yo tengo mucho miedo de no hacer las cosas bien con ustedes, pero… me esfuerzo todos los días. Así que… Alice, tienes que seguir yendo al segundo grado; por mientras, vas a tener un tutor en casa y si sales muy bien en tus exámenes y tus tareas, hablaré con la maestra.
—Bueno, ¿cuándo son los exámenes? —pregunta Alice y sus hermanas sonrieron.
—Mariana, tú eres muy inteligente, solo no habías llevado nunca gramática; buscaré un tutor, te enseñará y será más fácil.
—No me gusta sentirme estúpida.
—Vale, a nadie cielo, lo importante es que no eres estúpida se te dificulta un poco una clase.—Replica Consuelo —Naty… ¿qué hablamos de los novios?
—Lo sé… pero es muy guapo —su hermana la mira divertidísima, y Alice continúa comiendo.
—Vale, pero si sales mal, cero novio y nada de problemas ni besos o cosas en el cole. ¿Entendido?
—Sí, señora.
—Gracias.
La siguiente semana no fue fácil para la maternidad de Consuelo; tenía tres hijas que odiaban la escuela porque ser novia de alguien en la adolescencia siempre termina, y no siempre es tan romántico como inicia. Consuelo tenía a una chica deprimida, otra asustada y una niña pequeña malhumorada.
Gracias a dios su hija pequeña tenía una vida social activa y los Vidal la habían invitado a jugar.
—Alice, llegaron por ti —anuncia Consuelo y va hacia la puerta. Vidal le saluda y le pregunta por sus hijas mayores, y ella niega con la cabeza.
—Todo muy mal.
—¿Quieren venir a cenar hoy a nuestra casa?
—No sé si sea lo mejor.
—Chicas —les llama Vidal. —Mari y Nat —insiste, y las dos salen de su habitación hacia la puerta, le saludan con falsas sonrisas, y este les pregunta si les apetece probar la única cosa que sé cocinar.
—¿Huevos? —pregunta su hija.
—Hamburguesas y salchichas del supermercado —Consuelo sonríe.
—¿Llevamos algo?
—No.
—Llevaré papas y bebidas.
—No hace falta, tenemos una cocinera —comenta, y Consuelo ríe, y Vidal les insiste en que no pueden faltar.
Las niñas que estaban tristes no dudaron en comentarle la pareja tan linda que hacían.
—Te gusta—Canturrean sus hijas.
—Para mi Vidal es un poco mayor con respecto al otro, pero es más sexy.
—Diez veces más sexy.
— Ve a estudiar, Mariana y tú sigue sufriendo por el hermano narizón ese, Natalia.
—No entiendo por qué lo ven feo.
—Es feísimo —se quejan Consuelo y Mariana al unísono.
—De lo que te salvaste.
—Ahora hay que llevarte a ver si no te pegó herpes labial.
—Ay, Consuelo y las enfermedades —se quejan, y ella ríe.
—¿Cuáles has tenido?
—Nunca me han pegado nada, ni un bebé —se queja, y las dos ríen.
La cena en casa de los Vidal fue espectacular, todos los niños estaban esperándolas y divertidos habían colaborado en la preparación de la cena, la simpleza de estar juntos, riendo, conversando y sentirse seguros envolvió por completo a consuelo.
—He estado pensando.—comenta Vidal mientras toma asiento al lado de Consuelo. —Deberíamos…
—¿Deberíamos echar un polvo o dos y ser maduros al respecto porque en total tenemos siete hijos cuyos corazones no debemos ilusionar?—Vidal se ríe y consuelo, le observa relajado a su lado.
—Deberíamos salir, como adultos que se respetan y desean construir algo sólido para ellos y esos siete corazones ilucionables.
—No sé… no creo que sea tan bueno.
—Vale, entonces sigamos siendo amigos.
—Qué aburrido, ¿no vas intentar bajarme las bragas ni un poquito?
—No, ya no soy un adolescente, soy un hombre, bajar bragas no me calienta la cama ni me ocupa los pensamientos.
—Ahh… pero, te relaja.
—Consuelo, no juego si no hay reglas. Conmigo eres mía o de nadie, y se acabó.
—¿Por eso tu ex lleva tu apellido?
—Tuvimos tres hijos, estudiamos juntos medicina, tenemos varias clínicas juntos, no estamos casados pero compartimos una vida, una familia y un nombre.
—Umm.
—Me encantan las mujeres posesivas—Se burla Vidal y coloca una mano alrededor de su cintura. Consuelo le mira incrédula, y se ríe.
Los dos se miran y se quedan juntos, disfrutando del calor y el olor del otro, viviendo cada segundo de la tensión s****l que se respira en el ambiente.
—Un intermedio, —Propone Consuelo.— invítame a una cita, y tengamos sexo.
—Eres una mujer horrible—comenta divertido y ella le acaricia la pierna mientras vigila que ninguno de los niños se acerque, ni vea en su dirección. —¿Qué día te queda bien?
—Tú elige la fecha y el restaurante, yo elegiré el hotel.—Responde mientras le acaricia sobre el pantalón. Vidal disfruta de sus caricias y sube la mano que tiene en su cintura hacia su pecho, lo oprime y Consuelo sonríe antes de morderle la oreja. Vidal retira su mano cuando escucha los pasos de sus hijas pequeñas y las vocecitas.
—Mamá, me duele la cabeza y la garganta.
—Ahh, pobre bebé—responde mientras carga a la pequeña. —Medicina, ayuda, un doctor—pide Consuelo.
—Tengo unas inyecciones adentro…
—¿No tienes jarabe? ¿Normal?—pregunta Alice y los cuatro se ríen antes de ir al interior de la casa en búsqueda de un medicamento.
Una de las casas más impresionantes de la ciudad estaban llenas de visitas. William y Simonetta habían decidido reunir a toda su familia, para que se conocieran y dejara de ser incómodo, pero, era casi imposible. Las hermanas de William no dejaban de hablar con todo el orgullo y admiración posible sobre su excusada quien estaba en Nueva York para retomar su carrera como modelo, su padre, no dejó de señalar los defectos de William en el asado y los actuales, y su madre parecía más preocupada por todo el tema del bebé.
—Todas queremos estar como Camila, la verdad.
—¿William, cómo planeas mantener esta nueva familia? —pregunta su padre y su suegro bebe un sorbo largo de whisky.
—Entonces, si el bebé no es tuyo… ¿tú qué eres de nuevo? No entiendo, perdón. ¿Somos algo de este bebé y planean tener otro o no?
—Suficiente.—dice Aury y todos le ven, sobre todo por el golpe en seco que ha dado sobre le mesón de madera. —Es evidente que a ustedes no les gusta mi hija, y obvio, no es modelo ni su amiga, pero es una mujer impresionante que dirige una multinacional de confites en pantalones de diseñador y tacones de más de ocho centímetros. Eso es fashionable. Y William es un adulto con tres trabajos y un montón de proyectos, es un hombre encantador que le prepara la cena a mi hija, y conversa de lo importante con su hijo, es un hombre guapísimo e inteligente. Un buen papá y esposo. El bebé no es suyo, pero Wallace no es 100% nuestro y lo amamos, es mi nieto, se trata de amor, esta cena debería ser sobre el amor que les tenemos a William, Simonetta y el bebé.
—Una disculpa.
—No es necesario… Es solo… Esta es mi hija y si ustedes no consideraba. William el mejor hombre del universo, yo considero a mi hija una especie de muñeca de oro; es perfecta, guapa, inteligente, y ningún hombre es merecedor de su atención, pero si alguien puede compartir su vida y hacerme sentir que está a su nivel es William.
—William es imperfecto en todos los sentidos, un desastre…—Aury interrumpe al papá de William.
—Sí, definitivamente, es imperfecto, es un humano. Pero es el esposo de mi hija, mi hijo, esta es su casa y en su casa se le respeta.
—Simonetta no necesita que la mantenga nadie, la mujer es impresionante y decidió tener un bebé sola, puede mantener a su bebé, a William, Wallace y a ella misma, no se preocupe tanto.—interviene Simón. —Y ahora, creo que esta cena se ha acabado.