La mujer del recuerdo dls que irán a finiquitar las cosas de la escuela, comprar unos cuantos útiles y disfrutar de ese fin de semana libre que les quedaba. Las chicas nos abismales los planes de su mamá para ellas, pensaban que los pasarían en casa, pero ella decía que unas pequeñas vacaciones juntas era lo que mejor les podría pasar antes de iniciar una rutina un poco más exigente.
Tendrían que ponerse al día previo a los exámenes que estaban a la vuelta de la esquina, y todo el cambio sería mucho más complicado en cuanto ingresaran a la escuela y estuviesen saturadas de tareas y materia que estudiar. Alice comentó que nunca había ido a una escuela así que estaba muy emocionada.
—¿No fuiste al kínder? —preguntó.
—No, me enseñaban en mi casa —comentó la pequeña mientras continuaba desayunando.
—¿Recuerdas a tus papás? —preguntó Consuelo a la pequeña.
—Sí, un poquito —respondió—. Mi papá siempre estaba trabajando y mi mamá cuidaba la casa, yo jugaba en el jardín —respondió con tranquilidad. Consuelo le acarició el cabello, y sus hermanas le preguntaron si tenían dinero.
—Creo que sí, teníamos piscina, y mi casa era grande —Consuelo sonrió.
Había poca información sobre la familia de la pequeña, solo sabía que era una pareja joven, tuvieron un accidente de coche, la mía fue la única a quien pudieron rescatar y desde entonces había estado con los servicios sociales. Más tarde fueron juntas por la lista de útiles escolares, la hija pequeña de alguien necesitaba que todo fuera rosado, en diferentes tonos. Las mayores estaban bien con seguir las reglas, eligieron un cuaderno de cada uno de los colores correspondientes. Alice estaba llorando porque no todos los cuadernos podían ser rosados, no estaba montando un berrinche enorme, pero sus ojos estaban cargados de lágrimas. Consuelo buscó la manera de consentirla sin malcriarla, por lo que le preguntó por su caricatura favorita. Juntas eligieron un bolso de los osos cariñosos de color rosado. Obvio, Consuelo propuso que cada uno de los cuadernos llevara el oso perezoso de un color diferente pero con fondo rosado. La pequeña pareció motivada con tan alentadora distracción. Su madre y sus hermanas sonrieron mientras la observaban en silencio escoger todos los cuadernos rosados bonitos.
Fueron por los horarios y uniformes. Consuelo parecía desbordada con la selección de sus hijas. No sabía lo que les esperaba, buscó de inmediato ayuda para nivelarlas, y la maestra propuso pedir los cuadernos y la materia a alguna de las compañeras, así como elegir grupos y compañeros de estudio. La orientadora fue en busca de dos niñas en los grupos de sus hijas mayores, las presentan para que puedan conocerse y ponerse de acuerdo para estudiar, proponen que se queden para conocer la escuela.
Alice y Consuelo van de regreso al auto a esperar, la más pequeña se acaba una botella con agua y después comienza a quejarse de las ganas de orinar. Su madre la ve incrédula, pero la deja ir al baño. Las dos van juntas, Consuelo espera mientras escribe a su hermano para saber si será madrina, padrino, mejor amigo, él, se busca por la selección de títulos y le recuerda que irá de hermana mayor.
—Hola —escucha que saluda su hija y ella se gira a ver a Vidal. Consuelo rueda los ojos y él sonríe ampliamente.
—Consuelo.
—Doctor —saluda Alice y los dos se ríen.
—¿Qué haces aquí?
—Estoy… recogiendo a mi hija del colegio, pero mira, salieron todos los niños y las niña, y después el pesado soy yo.
—¿Cuántas veces al mes llegas tarde?
—Todo el tiempo —Consuelo sonrió—. Intento muchísimo no fallarle.
—¿Por eso te dejó su madre?
—Sí.
—Lo siento.
—Estábamos muy jóvenes.
—Hola, hola, llegaste a tiempo por primera vez en tu vida —saluda su hija a Vidal, le llena de besos y él la abraza—. ¿Cómo has estado?
—Bien, princesa.
—Estas son mis nuevas amigas, Natalia y Mariana, las voy a estar ayudando con unas tutorías.
—¿Tú vas a dar tutorías? —pregunta su padre.
—Tengo un cerebro impresionante.
—Eres listísima, es que no te he visto tocar un cuaderno en la vida.
—Presto toda mi atención en clase —Vidal traga muchísimo aire y Consuelo intenta no reírse.
—Tessa, no te creo —dice su padre y se ríe, le da un beso en la frente y sigue riéndose—. Siempre estás en el celular.
—Estás avergonzándome —dice y le maja el pie.
—¿Dónde están tus hermanos?
—Mi hermana en ballet, hoy es jueves, guapo, y tu hijo… bueno, contagiándose de gonorrea, no sabes el zorrón con el que está saliendo.
—¡Tessa! —se queja su padre—. No es bueno juzgar a otras niñas por salir con tu hermano.
—Vale… es mi opinión.
Todos ven ingresar a un padre de familia bastante molesto y comparten miradas divertidas.
—¿No viene tu esposo? —pregunta Vidal.
—Consuelo está súper soltera, le estamos buscando novio.
—Están castigadas —dice Consuelo—. No de verdad, castigadísimas, primero lo de esta mañana y ahora esto.
—No sabías que no era un gesto romántico.
—Vale, yo soy la adulta y ustedes las niñas nada de novios para ninguna de las cuatro, vamos, vamos.
—Doctor Vidal, ¿vino por Xavier? —pregunta la secretaria del colegio.
—Sí, pero él… no es 100% mi hijo, ósea… sí, pero no es solo mi responsabilidad, él es más de su mamá, con él nos fuimos 80-20, así que si el señor que entró muy molesto estaba así de molesto por su culpa, prefiero que llamen a mi ex esposa—Consuelo se ríe y la secretaria le recomienda entrar para que el 20% de su hijo tal vez sobreviva. Vidal, saca de su billetera cien dólares y se los da a su hija.
—En siete minutos, entras llorando, te vino la regla y estás muy afectada, como si fuera la primera vez.
—No sé si quiera menstruar para él, esa mañana nos ha atrasado feísimo y ahora tengo una tardía, y ayer, se comió seis pedazos de pizza, Annie y yo nos tuvimos que comer un pedazo cada una y la ensalada, es un cabrón.
—Voy a regañarlo, lo prometo, pero no lo hagas por él, hazlo por mí —Consuelo ve el dramatismo de Vidal, y se espera divertida con Tessa, le da cincuenta más para que deje a su papá sudarse un poquito el regaño del director.