Para continuar con la temática de las guerras, yo les voy a presentar a dos personas que nunca quería que dejaran de amarme o se unieran para destruirme, los hermanos Mondragón. Consuelito, mi amiga, la virgen, había iniciado el proceso de divorcio que su marido se rehúsa a firmar, porque, a ver, el concepto de divorcio socialmente es negativo. Pero, como les expliqué con anterioridad, las leyes de Mainvillage están enfrentando cambios, y entre esos cambios que no se pueden realizar de forma inmediata está el divorcio de la mujer. Porque un presidente, hace unos años, consideró que las mujeres quedaban muy mal paradas económicamente, inseguras, frágiles y desprovistas, y con esas cualidades no podían convertirse en madres sustitutas. Lo que él y los misóginos y/o machistas (que hay que darle oportunidad a la gente de no ser todo lo malo), bueno, esta persona, no pensó que podíamos ser competentes para cuidar de nosotras mismas ni para alcanzar cifras millonarias sin llevar el buen apellido de un hombre. Eso está en la constitución, así que por más que nuestro nuevo, joven y refrescante presidente lo desee, las reglas que nos impiden adoptar por nuestra cuenta se quedan, por un largo tiempo o hasta que una mujer loca como Consuelo quebrante la constitución.
Por ahora, ella intenta hacer entrar en razón a su futuro exmarido, un pequeño tirano, uno con un CI superior a 28 por más de ta y ejercicios. Está pasando por una etapa oscura y ha logrado echar a perder todas las relaciones que le rodean; su esposa, mi amiga, no querrá verle después de esto. Y su mejor amigo y casi hermano de la lama, ha salido tan decepcionado de su última unión que yo creo que William preferiría la pobreza extrema antes de tener que trabajar con alguien como él, pero no voy a atreverme a hablar por William, voy a hablar por Consuelo, la mujer que estaba dispuesta a comenzar con diez millones a su marido, como si fueran mil dólares. Su hermano finalizó la llamada y le preguntó si estaba loca.
—No, quiero la anulación y punto.
—Vale...
—Pero diez millones, ni siquiera te folló.
—Vale, no, pero ¿cuánto es tu patrimonio?
—Estoy ofreciéndole la mitad de lo que tengo.
—No seas tan ridícula, si alguien te tiene que pagar es él a ti.
El teléfono volvió a sonar y Ramón tomó la llamada.
—Mi cliente quiere el divorcio.
—Mi cliente quiere una anulación.
—Vamos a juicio —respondió Consuelo. —Eso sí, no voy a cortarme y voy a tener que meterlo por violencia emocional. —respondió Consuelo,—yo me divorcio, pero tú sales mal parado, y no voy a cansarme de eso.
Cuando Ramón llegó a casa esa tarde, no quería hablar demasiado, no quería discutir el tema de su hermana, no quería discutir el tema de sus hermanas viviendo bajo nuestro mismo techo. Simplemente, subió, como si el chip del cerebro se le hubiese descargado, se metió en la cama e intentó dormirse. Yo preparé una cena de confort para todos los que lo necesitábamos, unas buenas lasañas para alimentarnos y hacernos sentir vivos de nuevo y con esperanza. Envié una bandeja a casa de Simonetta porque todo lo que tenga pastas y queso puede ser considerado una de sus comidas favoritas, envié otra a mi cuñada y una más a mi padre, y finalmente subí con la mitad de la bandeja para mis hermanas y la otra para nosotros.
Lina estaba profundamente dormida y Riri estaba acostada en silencio, viendo por la ventana. Le recordé sus medicamentos y ella los tomó antes de agradecerme por la cena. Le acaricié la frente y mi hermana me miró algo triste.
—Cuando dejé Broadway, me acosté una semana en la cama, no salía, no hablaba con nadie. Le dije a mis amigas que me iba al Caribe y que nos hablaríamos después, y solo me quedé en casa, menstruando, durmiendo y llorando.
—¿Qué pasó?
—No es la mejor historia, pero cuando volví a salir, encontré que una de las bailarinas de un antiguo show en el que participé, ella murió mientras dormía. Todos estaban como locos, fuimos al funeral y me di cuenta de que tenía 21 años, que toda su vida era sobre el baile, tenía un gato, plantas aromáticas para cocinar, era dulce como nadie e iba a la iglesia, y me obsesioné como es de esperarse. Entonces fui al funeral y su madre preguntó: ¿Por qué hay tanta gente llorando? Porque los hombres no saben qué hacer con sus vidas, porque Maura sabía todo lo que quería hacer, porque estaba sana, feliz y tenía un futuro impresionante que ya no podría vivir, pero todos nosotros sí. Cada uno de nosotros tenía algo por lo que vivir y sino algo por lo cual esperar.
—Yo creo que ese es el problema, he vivido mucho tiempo esperando que George haga algo; un gran gesto, el paso correcto, y ahora estoy aquí sola, en casa de mi hermana mayor y durmiendo con mi hermanita.
—Estás en casa, con familia, sanando un momento traumático, come y trata de descansar, ya mañana veremos.
—Gracias, Titi.
—Mi amor, yo creo que vivir el duelo es necesario para poder volver a vivir el amor, la estabilidad y la paz.
Besé la frente de mi hermana y fui a mi habitación, donde mi esposo estaba tomando la cena mientras escuchaba a los abogados de Consuelo y si papá hablar para defenderla. Yo tomé asiento a su lado, él besó mis nudillos y yo le quité el teléfono. Mamón se despidió y yo apoyé el plato, le besé y mamón, divertido, mientras se deshacía de mis ropas.
—La cena está espectacular —apagué la luz de la lámpara de noche y mi esposo serio antes de hacerme prometerle que no vamos a divorciarnos nunca.
—No creo que pueda prometer eso, tienes pinta de ser de los que se tiran pedos debajo de la sábana —Ramón se rió y volvió a besarme, y el que dijo que el sexo no lo arregla todo, definitivamente, no ha conocido a Ramón, el hombre que lo deja todo en la cama.
Los siguientes días fueron intensos. Mi esposo estaba bailando junto a su hermana, mis hermanas estaban batallando contra sus propios miedos; una, a estar sola, y la otra, contra el amor que creía perdido. Por último, mi hermana, quien sí parecía estar perdiéndolo todo, y de alguna forma me sentía identificada con su dolor, pero no quería darle los elementos para que se convirtiera en algo enorme como había pasado con mi padre. Una persona a la que amo mucho puede romperse de manera muy profunda.
Simonetta y yo siempre tenemos tiempo para ser amigas. Prometo que ella sea mamá, que sea esposa, que tenga una empresa y todo un equipo de gente esperando por ella; mi amiga es eso, mi amiga, y estamos juntas, pensando en un momento en todo lo que no está bien a nuestro alrededor.
—¿Puedo opinar sobre tu hermana?
—Sí.
—Ustedes son muy cabezotas y han trabajado desde muy temprano y se han esforzado por alcanzar el éxito desde que son bebés. Un descanso, un momento de paz, de vacaciones, no les pegaría mal.
—Ya, pero ¿qué tal si le digo "tú descansa" y cae en una depresión como la de mi padre?
—Vale, es un riesgo, pero ¿qué tal si la empujas y cae en algo mucho más fuerte?
—No sé...
—¿Qué has sabido de Consuelo? Creo que cree que estoy en medio por la relación de William y Manuel, pero, la verdad es que estoy en medio porque Manuel quiere comprar a William y yo quiero comprar a William.
—Ahora, compras marido.
—Sí, yo soy capaz de todo —Las dos reímos—. Me refería a que Manuel quiere a William fuera de su negocio, le está ofreciendo diez millones por la deuda, el trabajo, las recetas y un NDA que no le permitiría ni siquiera participar a favor o en contra de esos dos en el divorcio.
—Comparar cosas con el mercado no es lo más complicado del mundo, pero arruina relaciones.
—Sí, porque yo no sería su socia, sería su jefa —responde Simonetta y las dos reímos—. Ay, titii...
—Ay, Simy... —respondo y las dos nos reímos.
Mi amiga y yo, después de un café que nos supo a tristeza y un par de cucharadas de desolación, nos organizamos para darle compañía a Consuelo el fin de semana. Es que mi casa seguirá siendo el campo de hermanas deprimidas, y a las dos más se les unió oficialmente Consuelo, quien se siente perdida, dolida y abandonada por el ser supremo que dirige su vida.
—¿Por qué no hacemos un road trip? —propone Lina—. Vamos a tomar café, beber, nadar.
—Ninguna de ustedes es alcohólica. Podríamos ir al viñedo de los Luthor.
—No puedo con el alcohol cuando estoy triste, porque me pongo un poco oscura —reconoce Rini, y la veo asustada—. Cuando tomo vino y estoy triste, me pongo... sucida.
Ramón se gira a verlas y anuncia que tenemos planes.
—¿Vas a restregarnos tu felicidad? ¿El amor que sientes por otra mujer que no soy yo? —pregunta Lina, y todos reímos.
—No, pero tengo la gala el viernes y el domingo un plan privado con Gretta.
—Vale... ¿que tienen citas para follar?
—¿Cuál cita? Aquí se oyen muchas cosas... y ustedes dos son traumáticamente guarros, contemplé la idea de unirme a la distancia...
—Qué doble asco estaba en la misma cama que tú.
—Sí, por eso no —Las dos y yo rodamos los ojos.
—Sé que es un tema sensible y apenas ha pasado una semana, pero Ramón y yo estamos muy viejos, y tenemos que empezar a pensar en ser papás.
—¿De eso va su cita? —preguntan mis hermanas al unísono.
—No, pero tengo una de esas citas y voy a. verme todo y tener una perspectiva de cuán difícil es quedar a mi edad...
—Qué emoción, suenas tan pesimista. Hacer un bebé es fácil, más a todas esas adolescentes y mujeres de todas las edades locas y estúpidas que son amas de alguien —todos se ríen ante el pensamiento de Lina, después mi hermana me abraza y Rini me da su bendición para ser mamá, todas nos reímos.
—Gramona —comenta Consuelo.
—Nadie nunca se va a llamar así. —Asegura Ramón.
—Ramona, totalmente.
—Siente sintonía con Ramona.
—Ramoncita, ven mi amor —le llamo. —Vale, no tenemos un bebé a quien llamar, pero podemos ir a cenar todos juntos.
—Sí, empecemos por ir a cenar.