El ritmo de la vida

1434 Words
Todos los días tenemos que tomar una serie de decisiones que nos cambian la vida, lo que pasa es que si somos afortunados, no nos damos ni cuenta, y si somos desafortunados, bueno, nos toca penar una y otra vez, pensar en lo que está golpeándonos la vida transformándonos. Yo recibí un mensaje de texto por parte de mi madre, tan temprano como desperté y no es por ser grosera ni rencorosa, pero al verlo, no tenía tiempo para discutir, tenía trabajo, un par de vidas extras de las que ocuparme (sus hijas, sus hermanas) y también muchas ganas de ser feliz con lo que estaba viviendo, mi propia vida, y eso es algo que hacía mucho no me pasaba, sentir felicidad como esa. Me levanté, preparé el desayuno favorito de cada uno de los miembros de mi familia, desperté por teléfono a Simonetta y a William, les llamé con una oferta y mi voz llena de felicidad y los invité junto con William y Wallace para desayunar todos. —Wally se fue a dormir en casa de su madre, respondió Simonetta —pero seguro vamos, si preparas algo rico para mí, un pancito de banano, un pancito de elote, algo rico. —Tú te levantas a un ritmo impresionante. —Tengo un hambre que no sabes, vas a llevar eso conmigo. —Sí, tú vas con Ramón mañana. —Sí. —Vale, nos hablamos en un rato. Mi esposo se despertó tan feliz como su prima, algo cariñoso, bastante como para esquivarnos en una habitación cercana al sótano de nuestra casa, comer a besos y llenarnos de amor, y es que sí, estaba oscuro y todo, es obvio que la práctica hace al maestro, y eso también influye, pero me siento cómoda en mi propia piel, no como el modelo más largo y delgado del mundo, pero sí como una mujer cuidada, saludable, que tiene un cuerpo normal que su esposo quiere acariciar y hacerle sentir el más perfecto del universo. Yo estaba recibiendo en una mañana todo el amor, y las caricias que una mujer con el cuerpo espectacular como el de Camila Holmes, del que nadie sospecharía siquiera que había sido madre hace casi quince años, quería ocuparse. Su hijo pudo ver la tarde anterior lo sola y triste que estaba su madre y esta mañana mientras servía lasaña de desayuno con un huevo frito al lado, Wallace le preguntó a su madre. —¿Por qué no te buscas un trabajo, medio tiempo mamá? —Hace mucho no ejerzo de nada, seguro sembré daño y mató a alguien —Wallace se rió y su madre le llenó de besos. —Yo me ocupo de ti, no al revés. —Val, pero solo tienes treinta y cinco, seguro es momento de que te comas el mundo. —Seguro que a tu edad crees que puedo hacer mucho más, mi amor, lo que pasa es que soy mujer y estoy vieja. —Mamá, he estado leyendo en historia sobre mujeres poderosas, desde narcotraficantes, asesinas seriales, políticas. —¿A dónde quieres llegar, Wallace? —Bueno, creo que las mujeres trabajan mejor cuando hay una crisis, cuando las subestiman, lo que pasa contigo es que alguien te ha convencido de que no puedes hacer más, que no eres merecedora de éxito o de amor. —Gracias, hijo... pero ya no me digas más. —Tú no quieres a tu marido y no estás lastimando a mi papá, me estás lastimando a mí —respondió Wallace y le dio un beso en la mejilla. Camila adoraba estar criando a una persona inteligente, un alma vieja, muy madura y... Bueno, su hijo era esplendoroso hasta que tenía que hablar de la vida de los demás, específicamente de la suya. Eso sí, la decisión de Camila podía parecerle fácil a ella, a usted sí le atrapaba y así, pero en un mundo lleno de dudas y decisiones, ella tomó la correcta, hacer algo, pelear con su marido, divorciarse, buscarse un trabajo limpiando los zapatos que a nadie le gustan, pero salir de esos, para que Wallace dejara de sufrir y reemplazara la vergüenza con orgullo. —Wally. —Sí, madre. —Te quedarías conmigo unos días, Gustavo está de viaje de negocios, quiere expandir sus negocios, no sé qué, pero no quiero estar sola, te necesito un poquito. —Vale, pero, vamos a reinventarte. —Te amo mucho —escondí mi rostro mientras le llenaba de besos, Wallace abrazó a su madre mientras reía alegre y ella le abrazó de vuelta —Te amo. —Te amo, loquito, pero hay reglas, como esto es un reto para mí, no puedes usar su dinero o pedirle ayuda a cualquier persona, tienes que hacerlo tú sola. —¿Algo más Wallace? —Sí, vas a empezar algo grande como tu versión de Carolina Herrera o Chanel, McDonald's, entonces divórciate antes. —Mamá, eres muy inteligente, pero, como todos los hombres me subestimas. —Mamá, mi marido y yo firmamos un prenupcial, mi abuelo era abogado y ya creía que yo iba a ser también, y me enseñó que lo único que yo tenía era mi belleza. —¿En serio? —Sí. —Pero, le puse mucha atención, por cada año de casada gané un 2.5% de sus negocios y en caso de divorcio tengo un buen dinero, esta casa no es tuya, ni el auto, este es una sociedad con tu padre... tengo mucho, pero no tengo nada, ya sabes, guapa, pero “tonta”.—Camila le dio unos golpecitos juguetones en la nariz de su hijo: —Si vuelves a comparar Carolina Herrera con McDonald's, anda adentro que tengo guardado todo y dejaré a ti. —¿Cuál es la diferencia, mamá? —Que puedo esperar de un cagado que come lasaña con pasta fresca y un huevo frito hasta el punto de casi quemarse, naco, polo, ñero, ¡mal educado! Así como la Holmes se metió en el negocio del emprendimiento y yo me metí en el de la investigación es que estaba pasando algo muy curioso en Manvillage. Pero no quería contárselo a nadie hasta tener pruebas sólidas. Terminé de preparar el desayuno, recibí a mis visitas y las dejé entretenidas. Que no crea usted que a la familia se le entretiene con chistecitos, sino llenándoles la boca. Yo fui a la oficina con William en mano, porque yo tengo la clave para salvar la relación jefe y empleada > en la que Simonetta quería meterse, y esa se llama oferta de negocios. Yo tengo un papá como Camila, si todos se subestiman, yo me tengo que dar valor a mí mismo. —William, tu programa me ha hecho perder peso, me ha recuperado la confianza, me ha hecho consciente de lo rico que es comer bien y disfrutarme un cigarrito con café después, de postre —los labios en una sola línea, y yo sonrío antes de extenderle un cheque. —Escuché que Ramón quiere comprarte, duplica el precio, ¡cómpralo, invertimos en el negocio y me haces socia! —Gretta, él me está ofreciendo millones. —Sí, y yo te estoy dando el doble. —No sabes la cifra. —Sé lo que vale tu compañía y estoy ofreciendo comprarla al completo. —No es solo el negocio. —Tengo una filosofía Walliana. —¿Sacaste esto de mi hijo, es lo que me estás diciendo? —El negocio no —digo mientras lleno el cheque—. La filosofía que te voy a contar: no se puede esperar frutos de una planta que está atrapada en una maceta, si quieres florecer, necesitas ser sembrado en tierra fértil y próspera. William se quedó pensando en su hijo en cómo era siempre valiente y se lanzaba al éxito; iba de cabeza hacia cualquier reto. En cuanto a su negocio con Manuel, hasta esta mañana tenía dos opciones aguantar su berrinche y esperar a que pasara o romper su sociedad y reiniciarla con Gretta, la persona que menos empresarial se presenta pero tengo nociones y tengo muchas ganas de que mi amiga no quede sin nadie por mandona, además, creo fielmente en William y su capacidad de tomar el toro por los cuernos. —Creo que mi hijo tiene algo en la cabeza. —Creo que es mucho más inteligente delo que nos permitimos ver—me pongo en pie y estiro mi mano —¿Socios? —Socios—responde y me da un apretón fuerte. Un apretón tan fuerte que cancelo volver estrechar mis manos si quiero volver a escribir.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD