Perros y gatos

1688 Words
Mi abuelo quiso ser historiador, específicamente historiador de guerras, y le encantaban las estrategias, las tácticas y todo lo que la guerra representaba. Siempre se lamentó tener un solo hijo, uno que no estaba interesado en absoluto en ver la muerte para entretener al hombre y tres nietas, que tampoco nos llama la atención, pero a mí me gustaba escucharle hablar de lo que tanto le emocionaba, porque cuando escuchas a la gente, aprendes un punto de vista nuevo y les conoces. Ese era un hombre de las cavernas, del cual aprendí que lo único bueno que tenía era a mi abuela, lo demás era sanguinolento, mediático, excesivo, ególatra, pero alabado de Doña Margaretta, se volvía una seda, como dicen. Para no aburrirlas, las dejo con una frase que a mi abuelo le encantaba: "La mejor guerra es la que no se declara, en la que no hay sangre y se va vistiendo saco y corbata y al final alguien sale con una sonrisa." Simonetta tenía el arte de la evasión dominado. Ella solía evitar a su padre, a sus abuelos, a su primo, así misma, pero mal dice el dicho que: “en una guerra avisada, no muere soldado” y ella sabía que su marido no quería llamar a su expareja, pero sabía que estará mucho más molesta cuando se topara en ** una foto de ellos dos sonriendo a cada lado de su hijo sin recibir una invitación, por eso le pidió a Wallace que llamara a su mamá y le diera el teléfono. —Simmy, si ya contactaste con papá, mejor no invites a mamá. —Wallace, no quiero que tu mamá sienta que la estamos desplazando, quiero irme y dejar a mi papá y a William. —No tienes que irte, has salvado mi robot... pero te advierto que vendrá de muy mal humor. Es que no es para menos, la señora Holmes estaba pintándose las uñas de los pies mientras pensaba qué más podía pintar o arreglar en su casa, una casa vacía en la que su esposo no ponía un pie y su hijo visitaba poco. En un lugar que le resultaba deprimente y el mundo parecía pasar de ella, su esposo, su hijo y los fotógrafos de la ciudad, quienes le habían insinuado que estaba vieja. Ella estaba viendo cómo su vida había estado llena de actividades y ahora era una pieza más en la casa. La señora Holmes estaba esperando un milagro y recibió con emoción la llamada de su hijo. —Hola, muñeco, ¿cómo amaneciste? —preguntó emocionada porque Wallace le tomara en cuenta. —Hola, soy Simonetta. —¿Le ha pasado algo a Wallace? ¿Ha hecho algo? —No, está bien en el colegio, es que hay una actividad de robótica y electrónica y Wallace ha invitado solo a mi papá, entonces dejó una pieza y vine a traérsela, y es importante. Entonces, si tienes tiempo, estaba llamándote a ti y a William para que vinieran. —¿Por qué Wallace no me llamó? —Cree que tú y William van a pelearse en público y no quiere eso. —¿No quiere que vaya? —Quiere que vengas, no quiere que peleen. —William y yo no estamos en buenos términos. —Entonces fingen, un par de horas, por Wallace. Puede que haya un premio y una beca, y una foto. —Gracias por avisarme. En el corazón de una mamá que ya estaba herida por todos, quedaban dos opciones, fingir que no le importaba que el amor de su vida estuviese con alguien más, alguien que era ligeramente mejor y se daba el lujo de invitarla a formar parte de la vida de su hijo, su expareja, o fingir que no le importaba Wallace. No quería nunca que su hijo pensara eso tan doloroso. Le quedó claro que tipo de mamá quería ser, la que siempre estaba presente, atenta y amando a su hijo. Corrió a cambiarse. William llegó a tiempo para escuchar a su hijo, exponer, y no tenía idea de que estuviese tan cautivado por la tecnología, no sabía que su hijo tenía tanto conocimiento, un proyecto por su cuenta. Simonetta le tomó la mano cuando inició la ronda de preguntas y su hijo supo responder con toda soltura, el señor Murdok les observó sonrientes mientras su hijo y su yerno se mostraban no solo como una pareja enamorada y unida sino como papás orgullosos. La sala se llenó de aplausos y el siguiente concursante comenzó su bienvenida. Wallace miró hacia su padre y Simonetta sonriente hacía porras silenciosas, y sonrió hacia ellos. Del otro lado vio a su madre un poco más atrás, la mujer le saludó y Wallace le saludó de vuelta, William volteó y vio a Camila, a quien saludó a lo lejos, ella saludó de vuelta y cuando finalizaron las exposiciones se acercó al grupo de su hijo. —Muchas gracias por invitarme, Simonetta. —Lo mejor que me ha pasado en el día, quién lo diría… tenemos un genio en casa. —Es impresionante. —Gane o pierda hoy, quiero ofrecerle la beca para ir a hacer el curso de verano —ofreció el señor Murdok—Es un niño impresionante. —Muchas gracias —respondió él. —Este es mi papá, Simón Murdok, y ella es Camila, la mamá de Wallace. —Tienes su rostro grabado —asegura el señor Murdok mientras estrechaba la mano de Camila. Wallace se acerca al grupo y saluda a su mamá de primero. —No pensé que vendrías. —Claro que sí, programaste tú solo un robot, eso es fantástico Wally —le felicita su madre y vuelve a abrazarle—Estoy muy orgullosa de ti. ¿Qué soborno me sacarás de esto? Estoy tan orgullosa de ti —reconoció la mujer y William sonrió, luego acarició la espalda de su hijo. —Como que te funcionan las neuronas, estaba preocupado de que te hubiesen colapsado en tanta ebriedad que andan nadando. —Wallace sonrió, y su papá le dio un abrazo, sin importar a quién los estuviese viendo. —Te amo y estoy muy orgulloso de ti y de todo tu esfuerzo, Wally. —Gracias, papá —respondió y abrazó de vuelta a su padre, luego a su madrastra y finalmente a Simón. —Vi un carrito con helados veganos, y libres de lácteos, ¿qué tal si evaluamos unos? —propone Simonetta. Todos aceptan, el señor Murdock anuncia que necesita un café y Camila se le une, va por un par de cafés y se sienta con ellos en la mesa. William le pregunta a su hijo en qué consiste. —Acabo de exponer. —Sí, hijo, pero soy inteligente de gimnasio, no de tecnología, ¿es una araña o un patrón de araña que ayuda a descomponer material sintético? —repite William, confundido. —Sí, de una forma menos cool —Camila sonríe. —Y ¿qué es eso del cartílago que dijo tu amigo? —pregunta su madre. —El proyecto tenía que tener dos orientaciones, la primera es hacia el ambiente y la segunda está dirigida a la medicina. —Eso es impresionante. —recalca su madre y él sonríe. —¿Hace cuánto estás haciendo esto, Wallace? —Hace dos años —responde el joven. —¿Por qué no nos invitaste? —preguntó su madre. —A mí me encantan estas cosas, me encanta que esté bien, Wally —insiste la mujer y su hijo sonríe. —Gracias a todos por venir. El señor Muriel estaba fascinado con su nuevo nieto y no quería perder la oportunidad de pasar las fechas de fin de año junto a ellos. —Camila, nosotros organizamos una fiesta de Navidad enorme, y una falsa fiesta de Acción de Gracias, espero que tú y tu familia acepten asistir a alguna. —No me gustará incomodar. —Su marido y su familia no celebran la Navidad. —William mira a su expareja. —Tú adoras la Navidad. —El papá de mi esposo falleció en esa fecha —comenta Camila. La tristeza inundó el rostro de Camila de inmediato porque su matrimonio le estaba resultando frívolo e inestable a ella misma. —¿Estás bien? —¡William! —dice enfurecida. —Estoy bien. —Ya, perdón... —Wallace rueda los ojos. —Wallace, parece que tienes un club de fans —interviene Simonetta para distraerle. —Umm... compañeras de toda la vida —asienten papá y mamá. Compañeras de las que él quería pasar porque si sus padres creían que él lo había cagado en la vida, estar junto a ellas era mucho peor. —¿Por qué no vas y saludas? —le anima Simón. Wallace niega con la cabeza y propone ir a ver las innovaciones de salud con su abuelo, se disculpa con Simonetta por dejarla con sus padres y ella asiente. —Ya los alcanzo —responde la mujer y su padre sonríe antes de huir de la tensión parental en esa mesa. La mujer espera a que su hijastro esté lo suficientemente lejos como para preguntar: —¿No se supone que Wallace y todos ustedes están yendo a terapia? —Simonetta, creo que estás tomando atribuciones que no te corresponden. —Estás en tu derecho de creer lo que te haga falta, Camila. No sé cómo funciona tu matrimonio o cómo funciona tú con William, pero si el niño vive en mi casa, es mi hijastro y voy a tratarle como mi propio hijo. Eso quiere decir que voy a asistir en funciones, a veces voy a regañarle, y siempre que tenga oportunidad voy a aplaudirle en sus logros. Tú eres bienvenida en mi casa, en mi Navidad y en mi vida porque eres la mamá de Wallace. Y porque no me metí en su relación y no voy a volver a hacerlo. Pero si los llamo a los dos a algo que su hijo le da vergüenza decirnos, porque sabe que son peor de infantiles y animales que Tom y Jerry, lo mejor para todos es que se comporten.
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