La gente se cae

2607 Words
La gente siempre tiene una opinión de todo, y ser escrita en una sociedad que se cree moderna e inclusiva es super saludable. Mucha gente tiene comentarios sobre mi papada, mi panza, el tamaño de mis lonjas y la forma en la que solo mis dedos podrían ser delgados, pero no los otros, porque aparentemente no se puede ser más que delgado en el universo, y la gente quiere cancelar mi gordura. Al mismo tiempo, no tengo deseos de convertirme en la cara del éxito de la gordura, pero me siento lo suficientemente avergonzada como para quedarme escondida en casa con Consuelo, mientras intento perder peso en la privacidad del hogar. A mediodía las dos recibimos un mensaje por parte de nuestra mejor amiga. Les mandé refuerzos. Diez minutos más tarde, hay un hombre tocando la puerta del apartamento de Consuelo. Tiene bolsas de comida, rosas y un tarro de helado impresionante. —Hola —saludamos las dos a William. —Esto... ¿qué haces aquí? —Estaba trabajando, Simonetta me llamó, le voy dando escuchando al teléfono a Manuel y acepté venir. —¿Te ofreciste como voluntario para venir? —Sí, la gente es cruel, Greta, y no tienes que perder peso por moda sino por salud, y Consuelo, lamento de verdad que se te haya ido el sueño, pero a todos nos pasa, hija, y nos levantamos. Nos vestimos y vamos a trabajar todos los días. Tu vida es perfecta, eres hombre. —Mi vida no es lo que me gustaría, Consuelo. —Como tu vida puede ser peor que la nuestra, ella la cagó en lo laboral y yo en lo personal —miro a Consuelo de pies a cabeza, porque yo no he hecho nada en contra de la humanidad, lo único que he hecho es escribir y la gordofobia de los lectores es problema de ellos, no mío. —Mi gimnasio se inundó, me sale caro como un infierno y mi hijo ha sido expulsado. —¿Y te sientes ganas de matarlos? —La verdad, sí —los dos ríen —Consuelo, tienes que hablar con Manuel. Él está dispuesto a darte el divorcio de inmediato y Greta, ponte guapa, estoy seguro que puedes vender más. —Es justo lo que le he dicho. —Ya... a mí es que me da miedo el internet y no tengo teléfono para eso —Consuelo me da su teléfono y yo busco en mi libreta digital (bloc de notas) la contraseña y el correo de mi **. Me toma unos veinte intentos. Con la luz, el maquillaje, las risas de Consuelo y William que aumentan de tono después de que se toman media botella de vino cada uno, y mi cansancio, finalmente pruebo que sea que ha traído William. Sé que es una receta de falso arroz, con pollo y más proteínas, unas verduras. —Bueno, ya, que aquí mi gordura y estamos dando la cara, primero como persona que está en un rango de sobrepeso puedo opinar de lo que sea porque gracias a Dios estoy viva. Segundo, hacer dieta no debería ser un castigo por haber engordado, dos, no solo la cara de la gordura ni de la subida de peso ni de nada. Soy la cara de los libros que quiero que vayan a comprar para llenarme los bolsillos o seré la cara de la nada. No presento nada ni a nadie. Soy en todo caso una víctima social porque no recuerdo un segundo de mi vida en el que no me hayan llamado gorda despectivamente, incluso cuando ven acompañado de alguien con carita más linda, pero gorda, eh, ¿qué le van a hacer? ¿Estás llenando de dulces a la niña? Gracias a dios por mi madre, la verdad que le daba muy igual si quería tomar leche entera o una baja en grasa. Gracias a dios me da miedo la muerte lenta y la asocio con la anorexia, pero que si no me hubiese lanzado candidata en la adolescencia y gracias a mis amigos que siempre me han dicho, sabes Greta, nos vamos por la pizza hoy y mañana a correr. Hay mil quinientos estilos de dieta y los que desconozco, pero es mi opinión —Grito —. Se fue, se acabó. Consuelo me quita el teléfono, le coloca los hashtags y etiqueta, luego le da subir y me da el teléfono. —¿Qué estás haciendo? —Dándole chance al video. —Pierdes tiempo, es un teléfono inteligente. —Okay —respondo —. Iniciamos otro. —¿Ya? —Consuelo se ríe y me hace una seña —Como les decía, antes de que el internet me saque cara, yo no siento vergüenza por tener una fisonomía diferente, prefiero darme el lujo de comer más alto en carbohidratos y, segundo, a mí el peso se me va. Les cuento en unos meses cuando haya adelgazado, pero la ignorancia y la estupidez en la que vive la persona que se sintió ofendida porque dije con bases científicas que están poniendo sus vidas en riesgo por estilos alimenticios que alguien se inventó para un grupo de gente en específico, que cuenta con la economía para asegurar con esto. No está bien eliminar el gluten si uno no es celíaco, no está bien los suplementos que se meten solo por moda, eso es lo que les quería compartir, y que tengo un hombre del gimnasio, con que acabo de contratar y vengan a lo que me trajo de comer, o sea... —le muestro el plato de comida —. El vino no lo estoy tomando solo yo, pero vean la receta, eso no es arroz y esto son más verduras de las que he comido, esto es alimentarse. —La gente que quiera iniciar este programa que voy a iniciar yo, contáctense con William, es guapo, inteligente y está comprometido. Lo más importante es que se hace cargo de todos los espacios de su salud y si usted está en su casa sintiéndose mal porque subió cinco kilos o diez, porque ha tenido dos hijos en el último año, sepa que yo hice lo mismo, pero sin parir a nadie —mis amigos ríen. —Y hasta me echaron del trabajo, pero, bueno, cuando esté delgada, no voy a tocar esas puertas laborales, me voy a comer y que les parta el agua caliente con limón en la mañana que yo también lo hago —les guiño un ojo y William nos aplaude. —Te das cuenta, aquí solo Consuelo y yo tenemos un problema y a ti más vale empezar a ejercitarte a partir de mañana porque no vas a terminar de hundir mi gimnasio —los dos nos reímos. Mi amiga que ya sacó celulares del mesa se sienta encarando a William. —Crees que quería lastimarme. —¿Manuel? —Sí. —No es una mala persona —responde William—. Él es de esa gente que quiere hacer feliz a todo el que rodea a Consuelo, ese es el corazón de Manuel y estoy seguro que en medio de esta mentira no supo cuando dejarte ir porque de alguna forma te ama y te admira y le has dado más seguridad y apoyo que nadie en la vida. Lleva años preguntándose por qué alguien como tú puede invertir tiempo en alguien como él. Manuel es solo una persona insegura, muy falta de afecto y con demasiado miedo a su familia. Consuelo sonríe. Estresó celulares del mesa, se levanta y se pone de pie frente a William. —No quiero estresarte, pero Camila se volvió loca y obviamente castigó a su hijo porque para ella el comportamiento de Wallace, el niño que se le salió de las manos, es un reflejo directo de su desempeño como madre. Y en la adolescencia no tiene filtros y la piel madre e hijo escala o a otro todas las verdades. Yo me sentía como una hermana entre hermano y hermana en la que te jalas el pelo y tu papá te separa, luego terminan comiendo helado mientras se burlan de la mamá en el camino a recoger al tercer hermano con el cual planean pelear por otra pequeña. Un par de horas más tarde, cuando William sintió que era momento de hablar más tranquilo con su hijo y llevarle un helado para razonar, la bandera blanca. En su lugar, se encontró a la policía de Miami, esa gente ineficiente a la que todos le tememos porque son como una mafia y otro día les cuento mis razones para decir esto, pero William sintió que el corazón le caía a los pies, su expareja se acercó corriendo y le dijo que el niño había escapado. —¿No está con mis papás o con amigos? —No. —¿Ha dejado una nota? —No, he llamado a todo el mundo, no está y le grité horrible. William llamó a Simonetta para preguntarle si había pasado un peor momento en casa, ella le respondió que estaba en el hospital, acababa de ver a su bebé. —Estoy muy emocionada, creo que va a ser niño, lo siento en mi corazón, pero quiero un niño sabe, después de estar con Wallace me ha parecido divertidísima la idea de un varón. —Wallace no aparece. —¿Cómo, no fuiste por él temprano? —Se ha escapado de casa? —¿Ya llamaron a la policía, revisaron las cámaras? ¿Le llamaste o rastreaste el celular? —Nadie sabe dónde está, su mamá le quitó el teléfono, no... no sabemos dónde está. —Voy a ir al gimnasio, a casa y creo que lo mejor es que tú y su madre se dividan entre sus amigos, revisen casa por casa. La policía las cámaras de vía de tren y bus, tiene dinero, ¿cuánto le dan por semana? —Sí, en vacaciones trabaja, tiene ahorro, no sé, el banco tal vez. —Voy a llamar a Ramón y a Consuelo, para que vayan a la sala de paradas de buses nacionales ya Manuel. —Vale, gracias, cualquier cosa me llamas. —Claro, igual de tu parte, William, es un chico inteligente, lo más lejos que llegará es ese invierno. Es curioso porque cuando uno, la gente privilegiada como yo y como muchos de mis conocidos. Vemos niños en la calle abandonados, no paramos a pensar en todo lo que les hace desafortunados, para sumarle a eso, no vemos las drogas como un problema serio sino como algo menor, hasta que se convierte en una pesadilla, hasta que el hijo, el hijo de alguien desaparece y su madre tiene que reconocer en voz alta que la pancreatitis es el menor de sus problemas, que está enganchado a algo que está poniendo su vida en riesgo. Por si fuera poco, no enviaron de viaje al extranjero las últimas vacaciones sino a una clínica de rehabilitación, y que no saben si está consumiendo de nuevo. William se llevó la mano al pecho, Consuelo le tomó de la mano. —Mi hijo está adicto aquí y tú, decides unilateralmente hacer qué, enseñarle a mentirme sobre enfermedades internas reales en donde... —A veces hago lo que puedo con lo que tengo. —¿Qué es exactamente lo que tienes y lo que puedes? William—Llama a Consuelo y le da un pequeño empujón, niega con la cabeza y le abraza. —Sí, tengamos que ir bunker por bunker lo vamos a encontrar y darle la ayuda que necesita. —William... pensé —intenta decir Camila. —pensé que me lo quitarías. —Pensaste muy bien, después de esto, Camila, no hay vuelta atrás. Ramón tomó a William del brazo y le aseguró que era mejor dejar de discutir y enfocarse en lo que sí importaba, encontrar a su hijo. Wallace, gracias a Dios, estaba disfrutando de la mejor hamburguesa de la vida con su nuevo abuelo. —Esto es espectacular. Te dije que valía la pena el viaje, esto es riquísimo con queso azul y el huevo. —El huevo le da la sazón impresionantemente rica. —Riquísimo. —No me lo había pasado así de bien en toda mi vida, muchas gracias. —Con gusto hijo, ¿quieres contarme por qué escapaste de casa con una bolsa de basura? —No sé la verdad. —Tus papás saben dónde estás. —Seguro no debería contarles esto, pero me gustan las drogas —reconoce Wallace y el papá de su madrastra le mira serio.—Estuve internado tres meses, mi papá nunca fue, mi... papá pasó de mí. Mi mamá estuvo triste y enojada todo el tiempo, iba todas las semanas y hemos paseado hoy y pensé en irme, luego pensé en emplearme con mi papá y después estabas tú y esta hamburguesa. —¿Y qué pasó, hijo? —Nada, solo... estoy triste y cansado, y no quiero estar molesto con mi papá, pero tampoco quiero que esté feliz pasando de mí como si yo no importara. —Entonces, ¿las drogas son para llamar la atención? —No, ya expliqué que me gustan, pero mi papá siempre ha estado conmigo, no entiendo qué tan decepcionado puede estar o cómo puede dejarme solo cuando me caigo. —Simonetta, siempre ha estado sola —Responde su padre.— Ella nunca se ha podido permitir caer, porque nadie iba a recogerla, hijo. No estoy orgulloso, solo creo que no importa si tu madre fue o si tu padre está decepcionado o orgulloso, importas tú, importa tu futuro, e importa que hoy, en lugar de caerte, te pusiste en pie y decidiste disfrutar del mayor privilegio de la vida. —Esta hamburguesa. —¿Mi compañía? —Wallace dice. —Voy a llamar a Simonetta y a padre para decirles que estamos bien y que vamos de camino, nos pediremos lo mejor de este lugar. —¿Qué puede ser mejor que esto? —Las papas fritas que no son papas fritas y el helado es hecho artesanalmente, con vainilla fresca y quedamos, se sirve adecuadamente en la cuchara y luego va a tu boca y es una experiencia —Los dos se ríen. Simonetta eleva la mano y pide todas las cosas maravillosas que desean antes de llamar a su hijo y darle la noticia. —¿Se te ha perdido un hijo? —Como sabes... —Iba a tomar café en casa, después de un viaje, me encontré a Wallace intentando entrar por la ventana y le ofrecí un paseo. —¿Y no consideraste alarmarme, papá? —Hasta ahora mamá me ha dicho que está escapado. —Ay, papá… ¿Dónde está? —Lo traje al club de Mount-hills. —Vale, lo traes directo a casa, dile que sus papás le están esperando. Las siguientes dos horas fueron silenciosas e incómodas para todos, hasta que el señor Murdok aparcó el auto. William salió de la casa de su esposa corriendo en busca de su hijo, el cual esperaba una reprimenda al abrir la puerta del auto, en su lugar William solo le abrazó con todas sus fuerzas y Wallace se dejó rodear por los brazos de su padre. Camila fue corriendo al exterior, le abrazó y se disculpó por el berrinche que había montado más temprano. El señor Murdok se acercó a su hijo y le dio un beso en la frente, le abrazó y le miró a los ojos. —Te admiro. —Yo también, pero estoy esperando papas con trufa o comida en general. —No traje tanto, pero puedes ordenar algo rico para todos. —Acepto.
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