Ajustes

2351 Words
Dicen que la parte de adaptación en el matrimonio es una de las que más marca quién va a ser feliz toda la vida y quién va a ser infeliz los próximos diez meses hasta que se acabe su matrimonio. Simonetta y William decidieron ser prácticos; ella tenía la casa más grande, era feliz en ella, estaba cómoda y se rehusaba a mudarse, mientras William planeaba hacer arreglos en el lugar, rentarlo y, si las cosas iban bien durante su divorcio, tal vez le pediría la casa de huéspedes de por vida para verla a ella, a sus hijos y a su nuevo marido todos los días de camino a la piscina. —No es un buen chiste, William —dice Simonetta mientras cierra la última caja. —Para mí, definitivamente lo es. —Bueno, de arreglo postnupcial te regalaré una casa, modesta y limpia, no esto... este lugar es peligroso. ¿Cuántas veces te has caído de las escaleras borracho? —Casi no me pongo pedo en ese nivel, pero me he caído sobrio y apurado —reconoce y ella se ríe. Los dos ven a Wallace acercarse. William sonríe al ver a su hijo tan mayor y tan parecido a él. El joven le da un beso a Simonetta y le entrega un regalo y después se acerca a besar a su padrastro. Camila, quien está cumpliendo con su parte del acuerdo de dejar a su hijo con su padre y verificar que está en casa, se acerca con un pastel y se lo entrega a Simonetta. —Esto es un housewarming —les dice y señala el pastel. —Oh... es de leche condensada. —Sí. —Gracias. Cuando estemos más acomodados deberían visitarnos, conocer la casa y tal vez compartir los cuatro. —Sería bueno llevarnos mejor. —Sí. —William ve a sus ex y a su esposa como si fueran una bola de ping-pong. —Nos vemos, Wallace. Mañana me escribes del baño y me dices si todo va bien —pide la mujer y su padre la mira divertido.—Estaré pendiente todo el día para sacarte del cole, nada de deportes, ¿verdad? Y recuerda tu medicina y lavarte los dientes. —Sí, sí, ma. El culo me lo limpio de la espalda hacia las bolas y después en la otra dirección —Camila le jala el pelo esponjado y le da un golpecito a su padre antes de volver al auto. William la sigue y esta le mira divertida mientras él cierra la puerta y asoma la cabeza dentro de su auto. —¿Cómo estás tú? —¿Bien? —En serio? —Bien. —De verdad, Cam, ¿estás bien? —Sí, sí... solo me acostumbré a tenerlo por la casa. —Tal vez si trabajas de nuevo. —A Gustavo no le gusta y me da un salario —responde y juega con su anillo.—Estoy bien, William, a mí me gusta ser mamá y esposa. —Sé que te gusta, pero sé que estás hecha para más cosas. —Adiós. —Le dice y le acaricia el hombro juguetona. Simonetta los ve a lo lejos y no puede negar ni la química ni la comodidad que hay entre uno y el otro. Su hijastro le da un golpe de cadera con cadera y le asegura lo siguiente: —Mis papás van a extrañarse toda la vida, pero no pueden estar juntos, no saben estar juntos y no quieren. Además, a él nunca lo he visto tan centrado y maduro como desde que está contigo, así que no sobrepienses nada. —Le dice y la obliga a abrir la bolsa de regalo.—Me tomé la molestia de ir al supermercado y comprar todos los confites que no son marca Consuelito para que los pruebes. —Qué no, que no me los como —Se queja Simonetta y grita horrorizada. Luego advierte a William y a su hijo que esa bolsa no entra en su casa y ambos se ríen a carcajadas mientras terminan de subir las cosas. Cuando llegan a la casa de Simonetta, todo lo que han llevado los del transporte está guardado ya en una bodega, lo que William ha llevado como sus cosas y su ropa está siendo organizado entre los tres. Pasan unas dos horas de trabajo y todo parece fácilmente organizado, excepto una maleta de ropa con las cosas de Wallace. —Tienes que ver que no te quede para donar o botar, hijo. —Vale... —Y hay que revisar por recuerdos, he visto ese robot que te gustaba de niño. —Bueno.... no hemos hablado esto ni discutido en el chat superfamiliar que tenemos —comenta Simonetta. —Pero esta es la nueva casa de tu papá y es tu casa, así que te he dejado un cuarto permanente y lo podemos decorar como quieras cuando quieras, pero me adelanté y compré algunas cosas, vamos para que lo veas —Sugiere Simonetta y los lleva a la habitación al lado de la suya. Los dos ven la habitación pintada con paredes verdes musgo, ropa de cama y cortinas azules, algunos cuadros de sus caricaturas favoritas de la infancia y otras más actuales, fotos que Simonetta bajó de i********: con su padre y amigos, un escritorio amplio y una minibiblioteca. —¿Les gusta o se me fue la mano? —¡Wow, qué cool, Simmy! —Dice incrédulo el muchacho y Simonetta sonríe. —Puedes quitar lo que quieras y poner lo que te guste. —Me encanta, es perfecto de verdad. —La televisión no es negociable, sé que ves porno en el celular, pero el cuarto es para estudiar y descansar, y puedes traer a tus amigos siempre que quieras. Pero política de cero alcohol y problemas. Tienes un toque de queda y, obviamente, debes mantener el espacio limpio. ¿Entendido? —Sí. —La empleada es de Simonetta y tú tienes que limpiarlo todo —señala su padre.—Tus amigos tienen que tener permiso de sus padres y hacer una sola fiesta acá, y te mato. ¿Entendido? —Sí, papá. —Gracias, Simonetta. Esto... es espectacular. —Me gusta que les guste. —La televisión no es negociable, sé que ves porno en el cel, pero el cuarto es para estudiar y descansar y puedes traer a tus amigos siempre que quieras pero política de cero alcohol y problemas, tienes un toque de queda y obviamente debes mantener el espacio limpio. ¿Entendido? —Sí. —Ha empleado, ella limpia ropa de cama todos los días antes de que vengas pero es tu obligación ordenar al máximo cuando estás. —Sí. —La empleada es de Simonetta y tú realidad es que tienes que limpiarlo todo —señala su padre.—Tus amigos tienen que tener permiso de sus padres y hacer una sola fiesta acá, y te mato. ¿Entendido? —Sí, papá. —Gracias, Simonetta. Esto... es espectacular. —Me gusta que les guste. Simonetta había esperado toda una vida para tener una familia y antes de salir de la habitación de su hijastro preguntó: —¿Podemos sentarnos los tres a comer la cena todo el tiempo? —Los dos la miraron divertidos y asintieron.—Y discutir reglas que nos gusten. —Uhh, reglas —Simonetta rió ante la burla de Wallace. —Sí, hoy nosotros preparamos la cena. —anunció William y Simonetta sonrió antes de irse a su oficina. William y sus hijos se quedaron solos viendo la habitación. Wallace le dio un par de golpes en la espalda a su papá y le rogó no arruinarlo con Simonetta. Este le vio inseguro. —Todo lo cagas y sabes que el corazón de esa mujer no resiste una de tus cagadas. Simonetta es una de esas mujeres. —¿De cuáles? —Una de las que deberías haber pasado porque no eres el tipo que busca. —Esto es nuevo para mí, explícame. —Hay mujeres como mi mamá, que asumo que fue pura fiesta, diversión y sexo bueno, y lo tomaste porque era lo que ambos querían. Simonetta es una mujer con la que te casas, lees un buen libro antes de dormir y crías una familia. Como tú eres más del primer grupo, nunca debiste acercarte, pero te casaste, te mudaste y ahora tienes la responsabilidad de no arruinarle la vida y el cuento de hadas a esa mujer. —¿Dónde estás aprendiendo toda esta mierda? —t****k. Ahora, vamos a cocinar, porque tengo hambre y me generas ansiedad afectiva. —Wallace, todas las mujeres merecen una buena vida. —Sí, papá, yo lo sé, pero hay hombres como tú que lo entienden hasta los treinta y cagan a un montón de mujeres. —Entonces solo me he cagado en tu mamá. —No te estoy echando la culpa porque ella tiene responsabilidades hacia ella misma. —Ordena tus cosas en el armario, y voy a cocinar. William se quedó en silencio y salió de la habitación. Su hijo no lo siguió porque consideraba que necesitaban el espacio los dos. Simonetta estaba sentada leyendo un libro cuando su esposo llegó al primer piso. La joven le preguntó si quería una copa de vino y él asintió, quería la botella. Ella ya tenía una respuesta y sirvió un poco para ambos, Simonetta vio la tristeza en el rostro de William y le preguntó si había pasado algo. —Wallace cree que la cago constantemente. —Los hijos son detectores del miedo y los errores de nuestros padres. —Vale. —¿Necesitas ayuda o algo? —No, ponte a gusto. —¿Música? —preguntó la joven, y él asintió con una sonrisa. La mujer fue a poner algo agradable para los tres, trajo su libro a la barra de la cocina y se quedó leyendo en silencio hasta que Wallace bajó más tarde. William hizo un comentario sobre lo feo que seguro le quedó el armario y Simonetta los vio divertida. —Simonetta, ¿qué opina tu familia de mi papá? —Nada, mi papá cree que es bueno en el golf nada más. —Los dos se rieron. —Están bien con esta relación. —Soy una adulta, Wallace, no me pueden decir mucho. —Las familias siempre opinan. William vio a su hijo y se quedó en silencio, entendió por completo el mensaje de no presionar más en esa línea y Simonetta se quedó en silencio también, uno que habría sido incómodo si no fuera por la música de fondo. La joven buscó la mejor explicación para Wallace, pero no encontró otra más que su realidad. —Mi mamá vive muy lejos, mi papá está disfrutando de su jubilación y el resto de mi familia tiene una vida, y... no tengo familia paternalizadora, tengo gente que vendría si mi casa se está quemando, pero, si es un día normal, puede que sea solitario y tranquilo porque todos tienen que ocuparse. —No tienes que dar explicaciones de tu vida a Wallace ni a mí, Simonetta. —No, pero compartimos una casa y es normal que tenga dudas. —Mi intención no era incomodarte, Simmy, ni a nadie, solo, llevas un mes y medio en mi vida, y parece que no tienes más vida que tu trabajo. Simonetta, sin darle importancia, abrió una de las gavetas en la cocina y sacó un pastelillo. William la vio incrédulo y ella rió antes de meterse una buena porción a la boca. —Simonetta, eso es el postre. —No... es un aperitivo dulce. —Postre, por definición. —Por eso no son igualmente felices. Los dos se ríen y me acusan de ser una mala persona por esperar. Simonetta, Wallace y William estuvieron intentando conocerse mejor a través de la comida, juegos de cartas algo añejados, y preguntas cómodas, otras no tanto. Cuando finalmente llegó la hora de dormir, Simonetta se puso un pijama de dos piezas, manga larga y su peor lencería. William la vio meterse en la cama, y los dos sonrieron. —Cuéntame una cosa. —¿Sí? —¿Estás usando ropa interior con agujeros? —Está manchada, es mi calzón menstrual y me llega al ombligo. —¿Y el sujetador? —Este es de señora, me lo regaló mi abuela hace veinte años para prevenir cualquier intento de seducción cuando fui a la universidad. —¿Sí? —Sí, me dijo que si un hombre me tentaba, me lo pusiera y se me quitarían las ganas por vergüenza. —Yo necesito verlo —comenta William y levanta un poco la camisa. Los dos ríen porque es terriblemente feo, con volantes y de los que secretan afluente. —Tu abuela creía que eras virgen cuando fuiste a la universidad. —Lo era, lo fui hasta cómodos veinticuatro. —Mentiras. —No era el objetivo s****l del agente. —Eres guapísima. —Sí, pero cuando eres muy educada, cuando tienes más dinero que la gente, cuando eres muy bonita, la gente asume que tienes la cartera llena de prospectos o eres inalcanzable y se acercan. —Wallace ha dicho algo de eso. —¿Tú nunca te has limitado en la vida? —pregunta Simonetta. —No, siempre voy por lo que quiero, tomo lo que requiero, soy un ganador —responde y se encoge de hombros, y Simonetta se ríe. —Eres un inconsciente. —No, mira, me metí en tu armario para ver qué tienes tan mal etiquetado, al final te pierdes y alguien más puede hasta venderlo y no lo disfrutaste. En cambio, la gente simplista, compra algo y no ha salido de la tienda cuando ya lo lleva puesto. —Son dos formas de vivir —responde Simonetta, y William vuelve a ver debajo de la camisa para reírse. —Buenas noches, Simonetta. —Buenas noches, William. chicas les recuerdo que oficialmente retomas publicaciones mañana o pasado, para que no estén tan ansiosas, sé que lo necesitan saber todo lo que pasa en todas la novelas pero sigo ocupadita.
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