¿Quién soy para ti?

1698 Words
William y Simonetta decidieron ponerse hasta arriba de luna de miel, a tan solo diez semanas del nacimiento de su bebé, con varios proyectos en curso y con muchas ganas de estar solos y disfrutar de sí mismos. William y su esposa estaban más que felices de satisfacerse el uno al otro tanto como fuera posible antes de que hubiese un bebé o un cohecho en medio de la cama. —Papá, me voy… —La realidad es que tenían otro hijo al que atender. —Wally… —dijo William mientras se separaba de su esposa. Simonetta se cubrió con la sábana, su marido salió dando trompazos por la habitación e intentando ponerse los pantalones.—Wall —Bye, bye —gritó desde el pasillo. William salió de la habitación y fue corriendo hacia su hijo. —Ey, ey. —Le pedí a mi amigo y él a su mamá que pasan por mí, pero esperaré fuera. —Vamos, te dejo en el portón. —No, tranqui. William buscó su billetera y Wallace reconoció que ya la había agarrado. —Ey, Wallace. —Papá, no seas incómodo, bye. —Vale… bye. Simonetta escuchó el ruido de la puerta principal al cerrarse, bajó y le dio un beso en la mejilla a su esposo, le propuso ir a tomar el desayuno fuera, y William sonrió antes de cargarla de vuelta a la habitación. Ramón, por su parte, me preparó un súper desayuno para celebrar mi primer día en el podcast. La mesa tenía un arreglo de rosas con una nota, la tomé y sonreí: "Por si el día se vuelve raro, recuerda lo siguiente: eres Gretta Riggot, la actriz, escritora, hermana mayor, esposa, mujer, emprendedora, más cabrona del mundo, todas desean ser un tercio de lo brillante que eres. Te amo, amo, lo vas a petar." Lo miro, me acerco, lleno de besos a Ramón. Él me abraza y me besa antes de recordarme que hoy sí tengo prisa. Me quedo un par de segundos más abrazada a su cuerpo, hasta que él vuelve a rodearme con sus brazos. Me quedo ahí y le huelo un rato, siento su cuerpo cálido contra el mío, acaricio su pelo, siento sus dedos contra mi espalda y mi cuello. Ramón me obliga a mirarle y me besa, me da un beso lento, uno suave y me lleva al cielo. —No sé si sea tan cool como la mujer que amas, pero intento. —Vale, te veo de mejor humor hoy. —Hablé con Simmy, y ya, me dio paz y tranquilidad. —Me alegra que estés mejor. —Responde Ramón y me abre la silla, tomo asiento y mi esposo se sienta a mi lado. —Qué te han dicho del podcast. —Bueno, es interesante, básicamente una charla entre amigas, no hay un formato en sí, la idea es que sea espontáneo y real. —Vale, tú eres muy de eso. —Sí, solo espero gustarle al público. —Me gustas a mí.—Responde y le lleno de besos. Ramón y yo desayunamos y mi esposo va a dejarme al trabajo. Ramón me observa mientras entro y me sonrío conforme entro a la oficina, hay una joven muy amable que me lleva a recursos humanos por mi identificación, me va diciendo dónde está lo divertido, lo bueno y lo no tan bueno y finalmente me lleva a la sala de juntas donde se reúnen para conversar sobre los temas de la mañana. Yo me siento totalmente perdida, pero intento navegar en un mar de ideas, de emociones y risas con mis compañeras aprendo del trabajo y trato de hacerlo mío. Cuando terminamos de grabar, mis compañeras me felicitan, y me invitan a almorzar para darme la bienvenida, es que la verdad en años que no trabajaba fuera de casa, en algo tan bonito y dinámico. Me voy a comer con ellas y trato de comportarme lo más normal posible, pero después de todo lo que he hablado, quiero un respiro, me parece colgarme un poco el pelo que me he atado y los tacones… la verdad me los dejo. Roque es un restaurante y estoy sentada frente a la primera dama, la empresaria editorial más poderosa del país y una periodista famosa y escritora fenomenal. —De qué deberíamos hablar mañana—pregunta Atlas y Marcela saca el celular. —¿Cómo lo has sentido hoy Gretta? —Nunca he trabajado en comunicación, soy la menos comunicativa del mundo… así que espero haberlo hecho medianamente bien—Las tres ríen. —Eres mucho más comunicativa de lo que piensas—asegura Marcela. —Soy buena actriz, solo estoy desempeñando un papel. —Isabela se ríe hasta casi ahogarse. Y Atlas se contagia. —Podemos hablar de esto mañana. —De mis habilidades para actuar, sí, pero si al final se dan cuenta de que tengo un problema mental, por favor no me despidan. —Leamos sobre la introversión y el síndrome del impostor, lo discutimos mañana y ahora concentrémonos en este almuerzo y en conocernos. —Gracias por invitarme a su equipo, de verdad, es un honor. Yo no soy la única que se desempeña en territorios nuevos. William estaba valorando la posibilidad de comprar un gimnasio más, un par de ellos, pero toda inversión es un riesgo y en su vida últimamente brillaba la estabilidad; su situación económica era totalmente diferente a cuando inició con el trabajo, su situación laboral era mucho mejor, con dos negocios que se mantenían espectacularmente. Tenía una mujer que le amaba y de quién estaba enamorado, alguien a quien no quería complicar con sus desastres. Quería tener esa paz y la felicidad con la que había despertado esa mañana todos los días de su vida, y por último y lo más importante, sentía que su relación con Wallace era mucho más cercana, más fuerte. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía padre de Wallace, sentía que era su padre y no su hermano mayor, y amaba ser papá de su hijo. Estaba emocionado por volver a ser papá con Simonetta. Su esposa había ido al médico a la última revisión prequirúrgica. Este les preguntó si querían saber el sexo y Simonetta negó con la cabeza, porque hombre o mujer le querría para toda la vida. Su esposo le tomó de la mano y le dio un beso en la mejilla, después se sentaron con un grupo de especialistas que les explicaron todo lo que estaba por pasar durante los próximos días. Simonetta intentó mantenerse en calma, a sí misma, se acarició dedo a dedo, mientras su esposo le acariciaba la espalda. Simonetta escuchaba a su esposo hablar, con tanta seguridad y vio a Lana con la cabeza agachada y el pálpito le recorrió el cuerpo, sentía que algo no iría bien. —Todo está bien?—pregunta el médico. —¿Hay alguna duda? —Ocupamos orar, ocupamos un padre que bendiga su vientre o algo, un nombre, necesitamos también un nombre y el bebé necesita saber que no lo estoy maltratando. Lana, mi hijo o hija debe de vivir con una cicatriz, pero necesita comer y respirar y sabes, yo tuve una mamá desentendida, yo… a mí me cuidaban las niñeras que a mi abuela a veces le caían bien hasta que no, así que he querido ser mamá toda mi vida, he querido tanto ser mamá que me inyecté sola, me aguanté las hormonas, la única persona que vino a mi extracción de óvulos es Gretta y pensó que no los usaría nunca… —No tienes que justificarte ante mí. —Lo que tú oyes, lo que tú sabes, lo que tú piensas es lo que ese bebé piensa. Yo amo a mi hijo y lo único que desearía haber hecho distinto es haberlo gestado yo, eso… era lo correcto… El plan era hacer esto sola y la verdad es que ahora hay toda una familia esperándome, Emanuelle, somos, tu papá, tu hermano, tus abuelos y tíos esperándote, así que será difícil y doloroso, pero ahí estaremos apoyándote y esperándote, ¿vale? Toca ser valientes, pero vamos a estar juntos. —Lana observa a Simonetta y le da lástima la imagen que ha instado, algo de remordimiento con la situación, ella toma la mano de la mujer y la coloca sobre su vientre, Simonetta observa a la mujer y esta le asegura que su bebé parece estar de acuerdo con ella. —Así se mueve siempre. —Le gusta moverse y creo que se da mimos de una forma u otra, es muy entendidom y quiero que esté bien, no es mi bebé, pero quiero que esté bien para que pueda estar contigo. Dos días más y tendrían el protocolo de maduración pulmonar completo para realizar la cirugía y en caso de tener que sacarlo tendría más oportunidades. Ese día, Simonetta y William tuvieron un almuerzo y una conversación. —Simonetta… —Sabes qué? Voy a pedir la botella, estoy muy emocionada. Siento como que sí va a estar bien. —Mi amor. —Dime…—Responde y le extiende la mano, William entrelaza sus dedos con los de Simonetta. —Sé que estás acostumbrada a hacer las cosas sola, pero me gustaría muchísimo que me tomes en cuenta, que me hagas parte… —Oh, William… —Quiero ser parte de la vida del bebé, quiero que seamos una familia y a veces suena a que vamos por cuentas separadas. —Bueno… he invertido mucho tiempo y dinero en este bebé y no quiero pensar que vas a llevártelo también si te vas, ¿qué derechos tengo yo sobre Wally? —Es diferente porque Wallace no nació dentro de nuestra relación, y de inicio, elegí pelear su custodia contigo. Elegí hacerlo nuestro hijo. —Bueno, puedes tener derecho de visitación… —Simy, no quiero hablar de irme,—Le interrumpe William— quiero hablar de quedarme. ¿Soy su papá o el tipo que duerme con mamá? ¿Tengo derecho a ponerle mi apellido? ¿Puedo llamarle mi hijo “nuestro hijo”? ¿Quieres tener otro o este es el primer y último? Porque yo quiero otro más.
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