El que inventa…

1707 Words
Caminé por el museo en busca de mi esposo, me encontré con sus amigos primero, los cuales parecían felices de verme. Brenda me recibió con un beso y un abrazo, y Estef comentó lo emocionado que estaría Ramón al verme. Es que llevábamos dos días de locura en los que mi marido había pasado demasiado tiempo en la oficina, poniéndose al día, con eso de ser un hombre muy poderoso, y yo… yo había estado en casa, pensando. Ramón está derrochando su encanto en unos hombres que se ríen de uno de sus chistes. Me mira a los ojos, y yo elevo mi mano para saludarle. Se queda en silencio mirándome, finalmente se disculpa con los hombres para venir a saludarme. Ramón me da un beso en la mejilla y me pregunta qué estoy haciendo ahí. —Acompañándote o lo que sea. —¿Estás como mi amiga o como mi esposa? —Como esposa florero, pero estoy aquí y si necesitas una amiga también. —Respondo y le acaricio el pelo. —Estás muy guapo. —Gracias… gracias por venir, cielo. —Ramón me abraza y yo le abrazo de vuelta, le doy un beso en la mejilla y le recuerdo que nos hemos visto esta mañana por teléfono. Él se ríe y se separa de mí. Sus amigos RCP proponen ir a ver la exposición para debatir quién comprará qué. Hay demasiadas miradas curiosas, es que en Mainvillage todos nos conocemos, el chisme de todos, los secretos de vida y los sueños, y una relación aparentemente nueva es la comidilla del mundo. El amago de Ramón sobre su culo probablemente les confirma que Noé s apariencia. Los dos intentamos pasarlo bien, estar lo más animados posibles. Le río las gracias y apoyo los ánimos y la necesitas de colaborar con otras empresas. Ramón, por supuesto, busca oportunidades para mí y me dirige a un grupo muy selecto. —Señora Mondragón, bienvenida al club de las señoras. —En este país hasta la primera dama es chismosa. —Respondo e Isabela se ríe y me da un beso en la mejilla. —Gretta necesita trabajo fuera de la casa. —¿No estás escribiendo? Que ya volviste loco a Ramoncito. —Estoy escribiendo con libertad, pero nada publicable. —Solo el diario de popó de Ramón podría ser un éxito. —Comenta Marcela, la dueña de las editoriales más famosas del país. —Estamos en sequía de romance y comedia, haznos el honor. —Qué amables. —Yo estaré de gira con Sergio unas semanas, Roque, no te ocupes de mi puesto en el podcast. —¿De qué es su podcast? —pregunto y Ramón me ve divertido, pero sé que hay ganas de matarme. —Me duelen los oídos si son más de veinte minutos escuchando a alguien. —Ahh, a mi hija le pasa justo lo mismo, pero ella tiene tres. —Gretta, serás un excelente reemplazo y puedo molestarte personalmente con el libro. —Estaré encantada y habré escuchado un audio del podcast para entonces. Marcela e Isabel se ríen, Ramón me mira incrédulo antes de invitarme a la pista de baile. Roque si la gente va a hablar que lo hagan por todo lo alto y con ese exceso de energía intentamos escapar hacia nuestra casa, pero siempre hay alguien a quien saludar, a quien hablarle, hasta que la gente empieza a irse y podemos ser unos de esos. Es una locura, pasar de pelear con alguien a ponerle en un pedestal absoluto, es que Ramón es bueno para todo en mi vida. El sexo es fantástico, pero simplemente voltearme en la cama y encontrarle ahí me reconforta, saber que si me caigo Ramón va a estar ahí me encanta, alguien que apoye mis sueños y calme mis miedos. —Gretta, ¿qué estás haciendo? —Perdón, sufro de insomnio y estaba viéndote dormir. —Ya, pues un poco creepy. —responde mientras enciende la luz. —¿Qué pasa? —Nada, solo… me gusta que estés aquí. Ramón me mira, sonríe antes de salir de la cama. Le escucho dar pasos por el armario, luego se acerca y me da un anillo, uno de esos que encandilan. No sé si son los ojos resecos, si es que no he dormido o la nube de hormonas posteso o que andan en mi cerebro, pero, el anillo… el anillo es una belleza, no muy grande, no pequeño, no tacaño, forma circular, sobre una especie de hojas que adornan el aro. —Si no te gusta puedo… —Haz la pregunta. —le animo y Ramón sonríe, se sienta de nuevo en la cama conmigo y yo me siento sobre mis piernas para mirarle, mi esposo sonríe antes de colocar el anillo en mi dedo. —Iba a llevarte de fin de semana y pedírtelo en la cima de alguna montaña después de que pasáramos horas caminando, pero, es aquí, nuestra casa, nuestro lugar feliz, en el que quiero asegurarte, que nos hemos casado por error, pero, quiero que sea para toda la vida. Te amo, y quiero que pasemos todos los días de nuestras vidas juntos. —Te amo y acepto pasar mi vida contigo. Ramón me besa, lentamente deslizo mis manos sobre sus hombros y rodeo su cuello, mi cerebro se toma su tiempo y yo, disfruto de cada momento incluso se me olvida con presbición lo que está pasando a mi alrededor, todo deja de importar y si me preguntan, qué es mi parte favorita del sexo con Ramón es la intimidad, el factor emocional, si Ramón me pregunta, probablemente él diga que es su pene gigante y las caderas espectaculares que espero jamás se desgasten. Mi esposo y yo decidimos quedarnos juntos toda la mañana.Aquí está el texto corregido: Básicamente porque yo no quería ser parte de un podcast festivamente pero famoso y el cual podría fracasar con mi presencia, y Ramón no quería decírmelo, pero por la forma en la que Simonetta estaba llamando era urgente. —No le contestes —me advierte y lo veo divertida ante su nerviosismo. —No puedo protegerte si no me cuentas. —No quiero esconderme bajo tus faldas o las de mi madre. —Oh, dame el privilegio —Ramón se ríe. —Renuncié. Yo cuelgo la llamada de Simonetta porque no tengo nada que comentar, no entiendo del todo lo que habrá de decir mi marido, su justificación, o para empezar el origen de esa idea que me imagino era liberadora en su cabeza, pero Ramón y yo no podemos pasar aquí todo el día juntos, no estamos listos para esa relación tan monótona. Él no está listo para romper su rutina, el hombre tiene OCD, puede matarme a clorazón y cepillado extremo. Todo puede suceder. —¡Qué vas a hacer ahora? —me animo a preguntar. —Ganarme la vida, estamos sólidos económicamente con mis ahorros e inversiones, podemos estar sin ingresos por unos cuatro años, creo, y no sé qué quiero hacer pero ya no quiero ser parte de una corporación ni de la confitería, la realidad es que quiero ser yo. —¿Quieres decirme quién eres? —No sé, pero me gustaría ser el papá que tiene tiempo para llevar a su hijo al cole, que viene a cenar todas las noches contigo, que te echa unos tres polvos porque no soy estresado ni cansado, y me gustaría hacer películas, me gustaría dirigir documentales, quiero arte y ser feliz. Me acerco a Ramón y le lleno de besos, le abrazo porque sé que está asustado, algo paranoico y muy cagado. Que uno no le da la espalda a las dinastías de nada ni nadie, pero, al final las grandes historias, los negocios robustos inician con un valiente que elige vivir su propio destino. Mi esposo me abraza con mucha fuerza y los dos escuchamos el golpe de la puerta principal. —Renuncié suena horrible, Ramón; me jubilo suena mucho mejor. Solo para cuando llegue la persona de pasos acelerados, déjamelo a mí. Escuchamos golpes en la puerta. —Buenos días Gretta, dile a Ramón que salga, por favor. —Espeta su madre fríamente y con el enojo evidente en cada palabra. —Buenos días, en este momento no está disponible Marita, pero si me das un par de minutos puedo atenderte. —Ramón me ve como si estuviera loca, y yo voy por un batón, le hago una seña para que se encierre en el baño y le prohíbo volver a salir. Mi esposo toma mi cajetilla de cigarros escondida, y enciende uno, se mete en la tina vacía y le da una calada, yo cierro la puerta y voy hacia la externa. Veo a mi suegra con su traje de ejecutiva, el cabello recogido y una actitud intimidante, que si alguien pone en su lugar a sus hijos (y a cualquier ser humano que se interponga en sus decisiones es esta reina). Marita toma una bocanada grande de aire y o suelta lentamente antes de advertirme en tono suplicante: —Gretta, esto no es un juego. Asumo que te ha dicho lo que ha hecho. —Sí, y estará bien, es un adulto, un hombre grande, con fans en lugares que ni te imaginas. —Mi suegra me ve seria. —La verdad, es que yo estoy disgustada. Me encantaba la idea de tener un marido rico, y ahora, tengo un marido desempleado. —Ella se ríe. —¿No te parece un cafecito? —Ay, hija, que tengo una en el psiquiátrico y otro escondido en el baño, a mí sírveme un mezcal para empezar el día. —Tranquila, lo que yo me digo todo el tiempo es que en otro lugar del mundo ya son las diez de la mañana. —Gretta son las once y estas no son horas de alcohol. —La etiqueta no trae horas —Ella se ríe mientras bajamos juntas los escalones. —Tengo un mezcal traído de médico es casi contrabando, no sabes lo que pagué y tengo uno fino que le serviría a mi suegra. —Dame de los dos para saber elegir con propiedad —Dice mientras toma asiento y ve sus manos preocupada.
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