Capítulo 19: Verdades a la Superficie

1335 Words
Sofía dejó el hospital con la mente nublada, sus pensamientos revoloteaban en torno a lo que Nicolás había insinuado. Su respiración era pesada mientras bajaba las escaleras del hospital. ¿Cómo se había atrevido? Mencionarlo, siquiera insinuarlo… No podía permitirse que Nicolás descubriera la verdad, o al menos no aún. Aitana tenía que mantenerse alejada de él y concentrada en su nueva vida. Al llegar a la limusina, el chofer abrió la puerta sin decir palabra. Sofía se deslizó dentro del vehículo, sintiendo el peso de la situación. Su teléfono vibró en su bolso. Era Aitana. El remordimiento la atravesó como una daga. “¿Qué voy a decirle?” pensó Sofía. Aitana no había dejado de preguntar sobre el hombre que atropelló. Sofía sabía que el tiempo se agotaba. Pero no podía mentirle para siempre. Respiró profundo y contestó el teléfono con una voz calmada. —¿Mamá? —la voz de Aitana sonaba ansiosa, como si ya intuyera que algo no estaba bien—. ¿Todo está arreglado? —No del todo —respondió Sofía, manteniendo un tono neutro mientras trataba de controlar la ira que bullía en su interior—. Valverde no firmó el acuerdo. Aitana hizo una pausa al otro lado del teléfono, claramente sorprendida. —¿Qué? —su voz fue apenas un susurro, incrédula—. ¿Por qué no lo hizo? Todo estaba claro, mamá. Le ofrecimos una solución justa, incluso demasiado generosa. —El problema es que Nicolás no es de los que se dejan vencer tan fácilmente —respondió Sofía, sin poder evitar el veneno en su tono—. Ha hecho una contraoferta. Aitana frunció el ceño, desconcertada. —¿Una contraoferta? ¿Qué es lo que quiere? Sofía vaciló un momento. No podía decirle toda la verdad, no aún. Sabía que mencionar al niño levantaría sospechas, pero también sabía que no podía ocultárselo para siempre. —Dinero, principalmente —dijo finalmente—. Diez millones a cambio de no demandar a la familia por el accidente. Hubo un largo silencio al otro lado de la línea. Aitana estaba claramente procesando la información. —¿Y qué piensas hacer? —preguntó finalmente, con un tono más frío y calculador. Sofía sabía que esta era su oportunidad para mantener a Nicolás a raya. Necesitaba convencer a Aitana de que aceptar la propuesta era un error. Nicolás no buscaba solo dinero, sino venganza. Y peor aún, buscaba a ella. —No vamos a aceptar su oferta —declaró con firmeza—. Es una trampa, Aitana. Quiere mucho más de lo que está pidiendo. Esto no es solo sobre el accidente; esto es personal. Valverde quiere volver a entrar en nuestras vidas, y no voy a permitirlo. Aitana, por su parte, permaneció en silencio, contemplando las palabras de su madre. Por un momento, los recuerdos de su relación con Nicolás comenzaron a invadir su mente. Había amado a ese hombre, o al menos lo había intentado. Pero también sabía que la distancia entre ellos ahora era insalvable. —¿Qué sugieres que hagamos entonces? —preguntó finalmente, manteniendo su voz serena—. No podemos permitir que esto se convierta en un escándalo. No ahora que estoy al frente del grupo Alarcón. —Nos ocuparemos de él —respondió Sofía, más fría que nunca—. Lo haremos firmar esos papeles, ya sea con dinero o con presión. Pero Nicolás Valverde no va a interferir en tu vida. Aitana asintió, aunque sabía que su madre no podía verla. —Está bien —dijo en un tono más bajo—. Solo... asegúrate de que no haya repercusiones. Y mamá, si hay algo más que deba saber, dímelo. Sofía sintió el nudo en su garganta. Había algo más, claro que lo había, pero no estaba preparada para soltarlo. —No te preocupes por eso, cariño. Yo me encargo. Después de colgar, Sofía se permitió unos minutos para recomponerse. Las palabras de Nicolás seguían rondando en su mente. No podía evitar pensar en cómo reaccionaría Aitana si supiera que él estaba comenzando a sospechar del niño. Tenía que actuar rápido. Nicolás en sus pensamientos En el hospital, Nicolás estaba sentado junto a la ventana, mirando la ciudad desde las alturas. Desde allí, el mundo parecía pequeño, casi insignificante. Pero para él, cada decisión que tomara a partir de ahora tendría repercusiones enormes. No podía dejar de pensar en Aitana. Todo lo que había pasado con ella, la forma en que la había tratado, la verdad que había descubierto. Había creído, erróneamente, que Aitana era solo una mujer sin importancia en la familia Alarcón, una amante del patriarca, alguien a quien podía usar y desechar. Pero ahora lo sabía. Ella era la heredera, la verdadera líder de los Alarcón. Y ese niño, el que había visto en las noticias, no podía quitárselo de la cabeza. Las fechas coincidían. El niño tenía algunos meses, y la última vez que estuvo con Aitana fue más de un año atrás. Había muchas probabilidades de que ese niño fuera suyo. Sus pensamientos lo atormentaban. ¿Y si el niño era suyo? ¿Y si había un hijo de los dos caminando por el mundo, sin que él lo supiera? El remordimiento y la angustia crecían dentro de él. Había cometido tantos errores, había permitido que su orgullo lo cegara. De repente, su puerta se abrió, sacándolo de sus pensamientos. El segundo encuentro Sofía entró nuevamente en la habitación, esta vez sin el aire calmado con el que había llegado antes. Nicolás notó que había una intensidad en su mirada, una mezcla de rabia y desesperación que no había visto antes. Cerró la puerta detrás de ella con un golpe seco y se acercó a él. —Me imagino que no has cambiado de opinión —dijo sin rodeos, mirando los documentos sobre la mesa. Nicolás no dijo nada, pero sonrió ligeramente. —No lo he hecho, Sofía. Y no lo haré. Diez millones es una oferta más que generosa, y ambos sabemos que te conviene aceptarla. Sofía lo miró con frialdad. —Lo que tú quieres no es dinero, Valverde —dijo, su voz más suave, pero cargada de veneno—. ¿Por qué no lo dices de una vez? Quieres algo más. ¿Es a Aitana? ¿Es eso lo que realmente buscas? Nicolás la observó en silencio durante unos segundos antes de hablar. —No voy a negar que Aitana siempre ha sido importante para mí —dijo finalmente, su voz calmada, pero llena de significado—. Pero lo que realmente quiero es justicia. Me han quitado todo, y ahora que estoy cayendo, lo único que me queda es pelear por lo que me pertenece. Y si ese niño es mío, Sofía, entonces también lucharé por él. El rostro de Sofía se endureció. No podía permitir que Nicolás llegara a Aitana ni al niño. No mientras pudiera evitarlo. —Ese niño no tiene nada que ver contigo —escupió Sofía, acercándose más a él—. Y si piensas que puedes chantajarnos con esto, te estás equivocando. Firmarás esos papeles y te olvidarás de Aitana y del niño para siempre. Nicolás la observó con los ojos entrecerrados, su mente trabajando rápidamente. Sabía que Sofía estaba protegiendo algo, y su reacción solo confirmó sus sospechas. —Si no tiene nada que ver conmigo, entonces ¿por qué estás tan nerviosa? —preguntó en un tono suave, pero lleno de desafío—. ¿A qué le temes, Sofía? Sofía se detuvo, incapaz de responder de inmediato. Sus manos temblaban ligeramente, y por un segundo, Nicolás pensó que había ganado. Pero entonces, ella se recompuso, cerrando los ojos y tomando una respiración profunda. —Lo que temo —dijo finalmente, con una calma peligrosa—, es lo que seremos capaces de hacer si no dejas esto en paz. No tienes idea de con quién te estás metiendo, Nicolás.
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