Capítulo 16: El Secreto Desvelado

1374 Words
Aitana estaba sentada en el despacho principal de la mansión Alarcón, revisando algunos documentos financieros mientras su mente divagaba. Desde el incidente de la noche anterior, no había podido concentrarse del todo. Los recuerdos seguían frescos: el impacto, el hombre herido en la calle, la urgencia de llevarlo al hospital. Era como si algo dentro de ella no estuviera en paz. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a ver la expresión de aquel desconocido, el hombre que ahora se debatía entre la vida y la muerte bajo el cuidado de los mejores médicos de la ciudad. No podía quitarse esa imagen de la cabeza. Había confiado en su madre, Sofía, para manejar la situación, como siempre hacía cuando necesitaba que algo se resolviera de manera rápida y eficiente. Aitana sabía que, aunque su madre podía ser fría y calculadora, también era extremadamente protectora con ella. Sofía nunca permitiría que algo malo sucediera, especialmente ahora que Aitana había recuperado su lugar en la familia y se había convertido en la figura más poderosa del imperio Alarcón. Aitana confiaba en que el accidente sería manejado de manera discreta y el hombre recibiría una compensación generosa para que no hubiera repercusiones legales. Sin embargo, en el fondo de su corazón, algo no encajaba. Había una inquietud que no la dejaba tranquila. La puerta se abrió lentamente y Sofía entró en el despacho. Aitana levantó la vista y vio la expresión inusualmente tensa en el rostro de su madre. Algo no iba bien. —¿Cómo está? —preguntó Aitana, refiriéndose al hombre herido. Aunque intentó mantener su tono calmado, no pudo evitar que su voz revelara cierta preocupación. Sofía cerró la puerta detrás de ella y se acercó, sentándose frente a Aitana. Hubo un breve silencio antes de que hablara, como si estuviera escogiendo cuidadosamente sus palabras. —Ya lo vi —dijo Sofía finalmente, sus labios tensos. Su tono era más duro de lo habitual, como si estuviera conteniendo una tormenta de emociones. Aitana frunció el ceño ante la expresión de su madre. —¿Y la compensación? ¿Ya se ha hablado con él? Quiero asegurarme de que reciba lo que necesita. No podemos permitir que algo tan trivial se convierta en un problema mayor —preguntó Aitana, con el mismo enfoque pragmático que había adoptado desde que asumió el control del Grupo Alarcón. Todo debía resolverse de manera ordenada y eficiente. Pero lo que sucedió después la desconcertó. —No habrá compensación —dijo Sofía de manera abrupta, interrumpiendo los pensamientos de su hija. Aitana la miró con sorpresa, sin comprender de inmediato lo que estaba ocurriendo. —¿Cómo que no habrá compensación? —preguntó, confundida—. Mamá, eso no tiene sentido. Yo lo atropellé, es mi responsabilidad. Tenemos que hacer lo correcto. Sofía soltó una risa amarga, como si la idea de compensar a ese hombre fuera ridícula. —Él no merece nada, Aitana —respondió con una dureza que hizo eco en el silencio de la habitación. Aitana se inclinó hacia adelante, claramente desconcertada. —¿De qué estás hablando? No lo entiendo. ¿Qué ha pasado, mamá? —insistió, sintiendo que algo más estaba sucediendo, algo que Sofía no le estaba contando. Sofía entrecerró los ojos, como si midiera cuidadosamente el impacto que sus palabras tendrían. —Ese hombre... no es cualquiera —dijo, su tono bajando, pero manteniendo su frialdad—. Es Nicolás Valverde. El nombre cayó como una bomba en el corazón de Aitana. Su respiración se detuvo por un instante y, por un segundo, no pudo procesar lo que acababa de escuchar. —¿Qué dijiste? —susurró, sintiendo cómo una corriente fría recorría su cuerpo. Sofía la miró fijamente, sus ojos brillando con una mezcla de rabia y satisfacción amarga. —Nicolás Valverde. El hombre que atropellaste es él, Aitana. El mismo que te rompió el corazón, el que te abandonó por otra mujer. El que te traicionó. Y ahora está en el hospital, en una cama, después de haber perdido todo. No voy a darle ni un centavo. No merece nada. Ni siquiera sabe que fue tú quien lo salvó. Déjalo que se hunda en su propia miseria. Las palabras de su madre resonaban en su mente, cada sílaba cargada de resentimiento y desdén hacia el hombre que había destruido su matrimonio. Aitana, sin embargo, no podía concentrarse en el odio que su madre sentía. Su corazón latía con fuerza en su pecho, y de repente, todas las emociones que había estado conteniendo desde que se separó de Nicolás volvieron a la superficie con una intensidad devastadora. —No puede ser... —murmuró, llevándose una mano a la boca, su mirada perdida—. No puede ser él… Sofía observó la reacción de su hija con frialdad, esperando que la rabia de Aitana brotara, que compartiera su deseo de vengarse de Nicolás. Pero, para su sorpresa, Aitana no se mostró furiosa. Al contrario, parecía abrumada por una nueva preocupación. —Mamá, ¿él... sabe algo? —preguntó Aitana, su voz ahora más tenue, como si temiera la respuesta. —¿Saber qué? —respondió Sofía, sin entender de inmediato a qué se refería su hija. Aitana se levantó de su silla, caminando hacia la ventana mientras su mente comenzaba a tejer una telaraña de preocupaciones. —El bebé —dijo Aitana, casi en un susurro, como si temiera pronunciar esas palabras en voz alta. Sofía levantó una ceja, dándose cuenta de lo que su hija estaba pensando. —Aitana, tranquila. Nicolás no sabe nada sobre tu hijo. Él no tiene idea de que tú tuviste su hijo. Aitana se giró hacia su madre, sus ojos llenos de incertidumbre. —¿Estás segura? Si Nicolás se entera de que tuvo un hijo... Si descubre la verdad... —No terminó la frase, pero el miedo en sus ojos era evidente. El solo hecho de pensar en esa posibilidad la aterraba. Sofía se acercó a ella, tomándola de las manos con firmeza. —No dejaré que eso pase —le aseguró Sofía, con una determinación implacable—. Nicolás Valverde no merece ser parte de tu vida ni de la vida de tu hijo. Ya te hizo suficiente daño una vez, no voy a permitir que te lastime de nuevo. Haremos todo lo posible para que nunca se entere de que tiene un hijo. No tienes que preocuparte por eso. Aitana quería creer en las palabras de su madre, pero algo dentro de ella no estaba en paz. La presencia de Nicolás en su vida, incluso de manera accidental, la perturbaba profundamente. No era solo la posibilidad de que él descubriera la existencia de su hijo, sino la propia realidad de que él estaba de vuelta en su mundo, aunque fuera bajo estas circunstancias tan inesperadas. —No debería estar aquí... —murmuró Aitana, más para sí misma que para su madre. Sofía la miró, con ojos llenos de una mezcla de compasión y dureza. —Tienes razón, no debería —dijo, su tono firme—. Pero lo está, y no puedes permitir que eso te afecte. Eres una Alarcón. Nicolás es parte de tu pasado, no de tu futuro. Aitana asintió lentamente, aunque en su interior sabía que no sería tan fácil cerrar esa puerta. Nicolás había sido una parte importante de su vida, por mucho que deseara dejarlo atrás. Y ahora, con este nuevo giro del destino, el temor de que él descubriera la verdad sobre su hijo la llenaba de incertidumbre. —Debemos tener cuidado, mamá —dijo finalmente, volviendo a su lugar detrás del escritorio—. No podemos dejar que Nicolás se acerque a la verdad. Sofía asintió, su mirada calculadora dejando claro que ya estaba pensando en los próximos pasos. —No te preocupes, Aitana. Yo me encargaré de todo. Pero mientras Sofía salía del despacho, Aitana no podía sacudirse el presentimiento de que las cosas no serían tan sencillas. Nicolás había vuelto a su vida de la manera más inesperada, y aunque ella hubiera cambiado, aunque se hubiera convertido en una mujer poderosa y decidida, su pasado todavía la perseguía. Y con él, las verdades que había mantenido ocultas por tanto tiempo.
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