Capítulo 17: El Pasado en la Superficie

1301 Words
Nicolás estaba sentado en la habitación del hospital, sus ojos clavados en la pantalla del televisor. El ruido de las noticias llenaba el ambiente mientras las imágenes de Aitana desfilaban ante él. La presentadora del noticiero hablaba con entusiasmo sobre la nueva líder del Grupo Alarcón, Aitana Alarcón, quien había asumido oficialmente el control total de la empresa familiar, consolidándose como una de las mujeres más poderosas del país. Sin embargo, lo que realmente capturó la atención de Nicolás fue el siguiente detalle: Aitana Alarcón tenía un hijo. —"La joven patriarca de los Alarcón, además de su éxito en los negocios, ha sido vista en eventos públicos con su pequeño hijo, de solo algunos meses. Los rumores sobre la identidad del padre son aún un misterio, pero sin duda Aitana ha sabido equilibrar su vida personal y profesional con una habilidad admirable." Nicolás sintió que el aire abandonaba sus pulmones de golpe. Un hijo. Esa palabra resonaba en su cabeza, trayendo consigo una marea de pensamientos confusos y recuerdos dolorosos. ¿Aitana tenía un hijo? Su mente intentaba procesar la información mientras las dudas comenzaban a inundar su corazón. Recordó a Valeria, y cómo ella le había confesado que Aitana estaba embarazada poco antes de desaparecer de su vida. En ese momento, Nicolás había asumido que el hijo que Aitana esperaba debía ser de su amante, sobre todo después de descubrir las múltiples mentiras que ella le había contado. Pero ahora, la posibilidad de que ese niño fuera suyo volvió a tomar fuerza en su mente. ¿Y si el hijo de Aitana era suyo? Las piezas comenzaban a encajar de una manera inquietante. Nicolás recordó la frialdad con la que Aitana lo había dejado, la distancia que había mantenido después de aquella fatídica noche cuando le entregaron los papeles de divorcio. En su mente, siempre había creído que Aitana era solo una pieza más del juego de poder de su padre, una mujer utilizada por el patriarca Alarcón. Pero ahora, con la verdad desvelada, sabía que había cometido un terrible error. Aitana no era la amante de su padre. Era su hija, la legítima heredera de todo lo que él había despreciado. Todo tenía sentido ahora: la dureza con la que los Alarcón lo habían tratado, el desprecio con el que Sofía lo había mirado en cada oportunidad. Y sin embargo, Aitana. Aitana, la mujer a la que había abandonado sin siquiera darle una oportunidad. ¿Era posible que el niño fuera suyo? El dolor en su pecho se intensificó al recordar los meses que pasaron después de su separación. La vida que él había creído estar construyendo con Valeria se había desmoronado en un mar de mentiras, mientras Aitana, la mujer que él había descartado, había seguido adelante, más fuerte y más hermosa que nunca. —"¿Qué hice?" —susurró para sí mismo, pasando una mano por su rostro. El sonido de la puerta al abrirse lo sacó de su ensoñación. Levantó la vista y se encontró con el rostro de Sofía Alarcón, la madre de Aitana, quien entraba en la habitación con una expresión de disgusto que no se molestó en disimular. Llevaba consigo una carpeta de documentos, y su semblante era tan frío como siempre. Sofía cerró la puerta detrás de ella con un movimiento seco, sin siquiera ofrecer un saludo. —Veo que ya estás consciente —dijo Sofía sin rodeos, mirando a Nicolás como si fuera una molestia menor en su día—. Vine a arreglar un último asunto contigo antes de que te den de alta. Nicolás, todavía confundido por la noticia que acababa de recibir, se sentó más erguido en la cama, sus ojos fijos en Sofía. —¿Qué asunto? —preguntó, aunque tenía una ligera idea de lo que iba a escuchar. Sofía se acercó y dejó caer los papeles sobre la mesa junto a la cama de Nicolás. —Estos son los documentos que necesitarás firmar —dijo ella—. Con esto, te desvinculas por completo de cualquier responsabilidad legal hacia el Grupo Alarcón, tanto por el accidente como por cualquier demanda futura. En otras palabras, firmando aquí, aceptas que no tendrás derecho a exigir nada de nosotros. Ni compensaciones, ni reclamos, ni absolutamente nada. Nicolás no dijo nada al principio. Miró los papeles, luego desvió su mirada de vuelta a Sofía. —¿Y qué hay de Aitana? —preguntó de repente, sabiendo que esta sería su única oportunidad de obtener alguna información—. ¿Cómo está? Sofía entrecerró los ojos, su postura se tensó, y su voz se volvió más gélida. —Aitana está exactamente donde debería estar: liderando el imperio Alarcón. Lo que pase contigo no le interesa en lo más mínimo —respondió, cortante. Nicolás no pudo evitar una ligera sonrisa amarga. —¿Y el niño? —preguntó, sabiendo que estaba entrando en terreno peligroso—. He escuchado que Aitana tiene un hijo... Sofía lo miró fijamente, y por un breve momento, Nicolás vio un destello de algo en sus ojos, un indicio de que había tocado un punto sensible. Pero Sofía rápidamente recuperó su compostura. —El niño no es asunto tuyo, Valverde —respondió con frialdad—. No te atrevas a siquiera insinuar algo que no te concierne. Nicolás sintió una punzada en el pecho. La posibilidad de que ese niño fuera suyo, de que Aitana hubiera guardado ese secreto, lo abrumaba. Se había equivocado antes, descartando a Aitana, y ahora parecía que la vida le estaba devolviendo el golpe de una manera cruel. —No puedo evitar pensar… —comenzó a decir, pero Sofía lo interrumpió. —No pienses —le advirtió con dureza, acercándose un poco más a la cama—. Lo único que necesitas hacer es firmar esos papeles y desaparecer. Ya no tienes cabida en la vida de Aitana, ni en la de su hijo. Nicolás la miró con los ojos entrecerrados. Sabía que Sofía estaba escondiendo algo, pero no tenía manera de confirmarlo. —¿Por qué no me dejas hablar con ella? —preguntó, intentando mantener la calma—. No quiero causarle problemas. Solo necesito saber la verdad. Sofía soltó una risa seca. —¿Hablar con ella? —repitió con sarcasmo—. La única verdad que necesitas saber es que Aitana es una mujer poderosa que ha superado tu traición. Ya no es la joven ingenua que dejaste atrás. No hay espacio para ti en su vida, Nicolás. Y ciertamente, no en la vida de su hijo. El silencio que siguió fue pesado. Nicolás, aunque herido, no podía ignorar la creciente sospecha en su corazón. ¿Y si ese niño era suyo? ¿Y si Aitana había estado ocultando la verdad por algún motivo? La idea lo atormentaba, y aunque Sofía estaba haciendo todo lo posible para alejarlo, él no iba a rendirse tan fácilmente. Sofía, viendo que no conseguiría más respuestas de Nicolás, dio un paso atrás. —Tienes hasta mañana para firmar esos papeles —dijo, antes de dirigirse hacia la puerta—. Si no lo haces, los Alarcón tomaremos otro tipo de medidas. Y créeme, no querrás enfrentarte a nosotros. Nicolás la observó mientras salía de la habitación, el eco de la puerta cerrándose detrás de ella resonando en su mente. Se recostó en la cama, sus pensamientos enredándose. —Aitana… —murmuró en voz baja, su mirada fija en el techo—. ¿Qué fue lo que realmente pasó entre nosotros? Y mientras los segundos pasaban, la certeza de que debía descubrir la verdad crecía en su interior. No importaba lo que tuviera que hacer, debía enfrentar a Aitana y descubrir si aquel niño era suyo.
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