Aitana siempre había sido cautelosa, y aunque el encuentro con Adrián le ofreció un atisbo de esperanza, su intuición no le permitía relajarse. Sabía que sus enemigos estaban observando cada uno de sus movimientos, y no podía permitir ningún error. A medida que conducía de regreso, la oscuridad de la noche se cernía a su alrededor como una manta pesada, cada sombra parecía acecharla. Sin embargo, la decisión de acudir a Adrián, alguien con un pasado turbio en el bajo mundo, no fue tomada a la ligera. Adrián había sido una figura clave en las negociaciones más sucias del país, conocido por su habilidad para moverse entre criminales y empresarios sin perder el control. Aitana sabía que él era la única persona capaz de obtener información valiosa sobre la Sombra, pero su lealtad era dudosa.