Capítulo 13: Cruces del Destino (Continuación)

1375 Words
—El paciente está despierto, pero está bastante confundido. Parece que ha sufrido una conmoción cerebral significativa, entre otras lesiones. Nos dijo que pensaba que estaba viendo a alguien que conocía. Aitana sintió un nudo en el estómago mientras seguía al médico hacia la sala de recuperación. Entró lentamente, y allí, acostado en una cama, estaba el hombre al que había atropellado. Su rostro estaba más despejado que antes, y cuando vio a Aitana, sus ojos se abrieron con sorpresa. —¿Eres…? —comenzó a decir, su voz débil y entrecortada. Aitana se acercó a la cama, tratando de mantener la calma. —Soy Aitana Alarcón —dijo, con una voz suave—. Te atropellé anoche. Siento mucho lo que ocurrió. Quiero asegurarme de que estés bien. El hombre miró a Aitana con una mezcla de asombro y confusión. Su semblante era familiar para ella, aunque no podía identificarlo de inmediato. Había algo en sus rasgos que le resultaba notablemente parecido a Nicolás, pero estaba demasiado afectada por la situación para detenerse a pensar en eso. —Tú… eres… —murmuró el hombre—. Eres muy parecida a… mi Aitana. El comentario hizo que el corazón de Aitana se acelerara. Se inclinó más cerca, observando los detalles de su rostro. La conexión era inconfundible, pero ella no quería hacerse ilusiones. —¿Tú Aitana? —preguntó, intentando mantener su voz firme. —Sí —respondió el hombre con esfuerzo—. Pero tú… tú eres diferente. Más poderosa, más… Las palabras se desvanecieron mientras el hombre volvía a cerrar los ojos, agotado por el esfuerzo de hablar. Aitana sintió una mezcla de inquietud y curiosidad. La mención de "su Aitana" resonaba en su mente, y aunque el hombre estaba en un estado confuso, sus palabras la hicieron cuestionar algo más grande. —No te preocupes —le dijo Aitana, con una suavidad que trataba de calmarlo—. Estoy aquí para ayudarte. Voy a asegurarme de que recibas la mejor atención posible. Mientras el personal médico continuaba con su trabajo, Aitana se retiró a una esquina de la sala, sumida en sus pensamientos. La noche había traído consigo más complicaciones de las que había imaginado. El hombre en la cama parecía tener una conexión con su pasado que aún no comprendía del todo. La pregunta que se planteaba en su mente era inquietante: ¿qué significaba todo esto para su futuro? A medida que el amanecer comenzaba a disipar la oscuridad, Aitana estaba decidida a descubrir la verdad. No podía permitir que este nuevo enigma la distrajera de sus objetivos, pero también sabía que debía enfrentar lo desconocido con la misma determinación con la que había enfrentado todos los desafíos hasta ahora. La vida, al parecer, tenía más sorpresas reservadas para ella, y Aitana estaba lista para enfrentarlas, una verdad a la vez. Cuando Aitana Alarcón regresó a la mansión, la primera luz del amanecer comenzaba a asomar por el horizonte. El aire fresco de la mañana parecía un recordatorio cruel de la noche agitada que había tenido. El imponente edificio se alzaba ante ella, su fachada elegante y serena contrastando con el tumulto emocional que había experimentado. Al entrar por la puerta principal, Aitana fue recibida por la tranquila atmósfera de la mansión, ahora extrañamente silenciosa después del bullicio del banquete de bienvenida. Sofía Alarcón, su madre, estaba en el vestíbulo, esperando ansiosamente el regreso de su hija. La preocupación estaba escrita en su rostro, y a medida que Aitana se acercaba, Sofía no pudo evitar soltar un suspiro de alivio. —Aitana, ¡por fin estás de vuelta! —exclamó Sofía, abrazando a su hija con fuerza—. Te he estado buscando. Estaba preocupada por ti. ¿Dónde has estado? Aitana devolvió el abrazo, agradecida por la preocupación de su madre, pero su mente estaba ocupada con los eventos de la noche anterior. Se separó suavemente de Sofía, su rostro mostrando una mezcla de agotamiento y determinación. —Mamá, necesito hablar contigo —dijo Aitana, su voz sonando cansada pero decidida—. Ha ocurrido algo grave. Sofía la miró con preocupación, notando la seriedad en el tono de su hija. La llevó a una de las salas de estar privadas, un lugar tranquilo donde pudieran hablar sin interrupciones. Aitana se dejó caer en un sofá, mientras Sofía se sentaba a su lado, esperando ansiosamente la explicación. —¿Qué ha pasado, Aitana? —preguntó Sofía, sus ojos fijos en ella—. Me estás asustando. Aitana tomó una profunda respiración antes de comenzar a relatar lo sucedido. —Anoche, mientras salía de la ciudad, atropellé a un hombre. No estaba atenta, y lo golpeé con el coche. Fue un accidente terrible —dijo Aitana, su voz temblando ligeramente—. Lo llevé al hospital inmediatamente. Está en estado grave, y no puedo dejar de sentirme culpable por lo que ocurrió. Sofía la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. Era evidente que este evento había dejado una marca profunda en su hija. Se inclinó un poco más cerca, tratando de entender la magnitud de la situación. —¿Cómo está el hombre? —preguntó Sofía—. ¿Lo encontraron los médicos? —Sí —respondió Aitana—. Los médicos dijeron que está estable por ahora, pero su condición es seria. Quiero asegurarme de que reciba la mejor atención posible. No solo eso, también quiero ofrecerle una compensación adecuada. Necesito que te encargues personalmente de esto. Sofía frunció el ceño, aún intentando asimilar toda la información. —¿Qué quieres decir con "encargarte personalmente"? —preguntó Sofía—. ¿Qué necesitas que haga? Aitana se enderezó en el sofá, mirando a su madre con una determinación renovada. —Quiero que te asegures de que reciba tratamiento con los mejores médicos. Que no falte nada en su atención. Además, quiero que le ofrezcas una compensación monetaria significativa y, si es necesario, una casa. Necesito que esto se maneje con la mayor seriedad posible. Sofía asintió lentamente, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y aceptación. —Entiendo —dijo Sofía, con una expresión de resolución—. Lo haré. Te prometo que haré todo lo posible para asegurarnos de que esté bien cuidado. ¿Sabes quién es este hombre? Aitana dudó un momento, el recuerdo de las palabras confusas del hombre herido regresando a su mente. Su parecido con Nicolás Valverde aún la inquietaba, pero no tenía pruebas claras para confirmar su identidad. —No estoy segura de quién es —admitió Aitana—. Solo sé que es importante que reciba la mejor atención que podamos ofrecer. No quiero que sufra más de lo necesario por culpa del accidente. Sofía asintió, comprendiendo la magnitud de la situación. Se levantó y caminó hacia un escritorio cercano, donde sacó su teléfono móvil para hacer las llamadas necesarias. —Voy a ponerme en contacto con los mejores especialistas —dijo Sofía—. También me aseguraré de que la compensación se maneje de manera adecuada. Puedes estar tranquila, Aitana. Lo resolveremos. Aitana se sintió aliviada al escuchar las palabras de su madre, pero el peso de la responsabilidad aún la seguía. La culpa por el accidente y la preocupación por el estado del hombre herido seguían pesando en su corazón. Se levantó, dirigiéndose hacia la puerta mientras Sofía comenzaba a hacer las llamadas. —Gracias, mamá —dijo Aitana—. Sé que esto no es fácil, pero me alegra poder contar contigo. Sofía la miró con un leve sonrisa. —Siempre estaré aquí para ti, Aitana. No importa lo que pase, lo resolveremos juntas. Con esas palabras de consuelo, Aitana salió de la sala, dispuesta a enfrentar las consecuencias de la noche anterior. Aunque la situación era desafiante y el futuro incierto, al menos tenía el apoyo de su madre y la determinación de hacer lo correcto. Mientras Aitana se preparaba para regresar a sus asuntos en la mansión, Sofía comenzó a coordinar la atención médica del hombre herido, asegurándose de que recibiera todo lo necesario para su recuperación. La noticia del accidente y la generosidad de Aitana estaban a punto de desencadenar una serie de eventos que podrían cambiar el rumbo de sus vidas para siempre.
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