Al entrar en el pueblo, Arianna se sorprendió por la belleza que la rodeaba. Las casas eran bonitas y bien cuidadas, con jardines verdes y arreglos florales que parecían haber sido diseñados por un artista. Las calles estaban limpias y bien iluminadas, y un parque en el centro del pueblo parecía ser el corazón de la comunidad. Los autos pasaban sin problemas, y el ambiente era tranquilo y pacífico. Habían mercados y cafetería incluso hasta bibliotecas.
Arianna miró por las rendijas de las ventanas del camper, admirando la belleza del pueblo. Su madre la miró y sonrió.
—Creo que llamamos más la atención con esta cosa que con otro vehículo —dijo, refiriéndose al camper.
El padre asintió, y siguieron avanzando por las calles del pueblo. El camper hacía un poco de ruido, pero parecía no molestar a nadie. Después de un rato, llegaron a una calle más tranquila, y al fondo de ella, Arianna vio una casa aislada y sin cerca. Las casas de los costados parecían tener vida, con luces encendidas y humo saliendo de las chimeneas. Pero la casa del medio parecía muerta, con ventanas cerradas y un jardín descuidado.
—Esta debe ser la casa —dijo el padre, mirando la casa aislada.
La madre asintió, y se acercaron a la casa. Arianna se sintió un poco nerviosa, sin saber qué encontrarían dentro. Pero el padre parecía confiado, y ella confió en él. Se bajaron del camper, y se acercaron a la casa, mirando alrededor para asegurarse de que no había nadie cerca. La casa parecía estar esperando por ellos, con una sensación de abandono y misterios.
Los vecinos salieron de sus casas para ver a los nuevos habitantes, y Arianna notó que la mayoría de ellos la miraban con desaprobación. Sus rostros estaban tensos y sus ojos parecían juzgarla. Pero había dos chicos, una chica y un chico que parecían idénticos, que la miraban con curiosidad. Sus ojos estaban llenos de interés y su sonrisa era leve. Arianna los vio y medio sonrió, sintiendo una conexión instantánea con ellos. La chica tenía el cabello largo y oscuro, y el chico tenía un mechón de cabello que caía sobre su frente. Ambos tenían ojos verdes brillantes que parecían ver más allá de la superficie.
Pero la reacción de los demás vecinos fue rápida y contundente. Tomaron a sus hijos y los metieron dentro de sus casas, cerrando puertas y ventanas detrás de ellos. El sonido de las puertas cerrándose fue como un golpe en el aire. La madre de Arianna vio el mal gesto y acarició su brazalete, un movimiento que parecía ser un hábito para ella. Su rostro estaba serio y sus ojos estaban llenos de preocupación.
—Vamos —dijo el padre, abriendo la puerta de la casa—. Es hora de entrar.
Arianna siguió a sus padres dentro de la casa, notando que el interior estaba oscuro y frío. El aire estaba lleno de polvo y el olor a abandono. Pero el padre dio un pequeño golpe a las bombillas y las luces se encendieron, iluminando el espacio. La luz reveló muebles viejos y polvorientos, y paredes que necesitaban pintura. Pero había algo en la casa que parecía tener potencial, algo que Arianna no podía explicar.
La madre comenzó a revisar la casa, mientras el padre se aseguraba de que todo estuviera seguro. Arianna se quedó en la sala, mirando alrededor y sintiendo una sensación de incertidumbre. ¿Qué les esperaba en este lugar? ¿Por qué los vecinos parecían tan malos?.
Arianna subió a la habitación que su madre le había asignado, la ventana daba justo para la parte trasera de la casa, y así era mejor ya que nadie la veria, comenzó a arreglarla. La habitación estaba llena de polvo y olía a cerrado. Arianna tosió y se cubrió la boca con la mano. Mientras trabajaba, notó que el colchón estaba viejo y desgastado.
—Creo que necesito un colchón nuevo —dijo—. Este no sirve.
Justo en ese momento, el padre entró en la habitación.
—Dentro de dos días llegarán las cosas que pedí —dijo. –Debemos ser pacientes—
Arianna se preocupó.
—¿Y dónde dormiré? —preguntó.
De repente, tocaron la puerta. Todos se tensaron y tomaron sus armas, ocultándolas rápidamente. El padre se acercó a la puerta y la abrió con cautela.
Al otro lado de la puerta estaba la chica de ojos verdes que Arianna había visto antes. La chica miró alrededor nerviosa, como si temiera que alguien la estuviera observando. Luego, saludó con una sonrisa y hizo una seña a alguien detrás de ella.
El chico idéntico a ella apareció con un colchón nuevo en brazos. Arianna se quedó sin habla, sorprendida por el gesto.
—Pensé que esto les sería útil —dijo la chica, sonriendo.
Arianna sonrió y se volvió hacia su padre.
—Papá, tómalo —dijo—. Y muchas gracias, de verdad gracias.
El padre tomó el colchón y agradeció a los chicos repetidamente.
—Es como si escucharon mis lamentos —dijo Arianna, riendo.
Los chicos se despidieron con una sonrisa y se fueron tan rápido como habían llegado. Los padres de Arianna se miraron entre sí, sorprendidos y un poco desconcertados.
—¿Cómo sabían que necesitábamos un colchón? —preguntó Arianna, sonriendo
El padre se encogió de hombros.
—No lo sé —dijo—. Pero parece que tenemos revisarlo.
Juntos, metieron el colchón en la casa y lo subieron a la habitación de Arianna. Mientras trabajaban, Arianna no podía dejar de pensar en los chicos y su gesto inesperado. El colchón era suave, bueno y unas que otras cortadas que le hizo Marcus, buscando cualquier objeto..
La tarde esta cayendo y todos empezaron a salir, las calles se llenaron y mis padres apagaron las luces observando todo a su alrededor, no lograba entender que pasaba, subí a mi habitación y quedé paralizada al ver 3 pares de ojos en la oscuridad, eran más bien como si fuera un filtro. Las pupilas eran casi purpuras, me quedé paralizada sin reaccionar, hasta que mi madre me tocó observando el bosque que estaba justo al frente de mi habitación.
–¿Quieres estar en esta habitación? podemos cambiar, este no es un lugar muy seguro por lo visto— dijo la madre sería
—Tranquila, no pasa nada— seguí observando pero ya no había nada, solo un aroma a café recién hecho, junto a lluvia fresca y combinado con el olor a frambuesas.