Zoe corrió sin mirar atrás, sus pies golpeaban el pavimento con fuerza. Apenas había tenido tiempo de quitarse los zapatos al salir de la limusina, dejándolos abandonados en el asfalto mientras huía. El miedo y la adrenalina impulsaban cada uno de sus pasos, pero el dolor de correr descalza por las duras calles de Nueva York comenzaba a alcanzarla.
Lo primero que vio fue la estación del tren, su única esperanza de escapar antes de que Patrick pudiera alcanzarla. Bajó corriendo las escaleras hacia el andén, pero en su desesperación no se percató de una lata de refresco aplastada en el suelo. Su pie descalzo aterrizó directamente sobre ella, y el metal afilado se clavó en su piel, provocando un corte profundo.
—Ahhhh —Zoe soltó un grito ahogado y casi cayó, pero se obligó a seguir, tambale
