Patrick no perdió tiempo en poner a prueba a su nueva asistente, Camila. Desde el primer día, la cargó con una montaña de tareas y plazos imposibles, como si su misión fuera demostrar que ella no estaba a la altura del puesto.
—Necesito estos informes listos para mañana a primera hora —ordenó Patrick, dejando caer una pila de documentos sobre el escritorio de Camila. La miró con una sonrisa gélida—. Espero que no te resulte demasiado difícil.
Zoe, bajo la identidad de Camila, se limitó a asentir con calma, aunque su mente trabajaba a toda velocidad. Sabía que Patrick estaba tratando de quebrarla, pero lo que él desconocía era que ella tenía un as bajo la manga. En la fundación que ella lideraba, había mujeres altamente profesionales que siempre estaban dispuestas a ayudar.
Esa noche, después de que la oficina se vació, Zoe se conectó con su equipo de la fundación a través de una videollamada encriptada. Explicó la situación y les envió los documentos.
—Chicas, necesito su ayuda con estos informes. Son para mañana a primera hora —avisó, con urgencia.
Las mujeres de la fundación, expertas en diferentes áreas, se pusieron manos a la obra de inmediato. Cada una se encargó de una parte del trabajo, colaborando con eficiencia para cumplir con los estrictos plazos. Zoe supervisó todo, asegurándose de que cada detalle estuviera perfecto.
A la mañana siguiente, llegó temprano a la oficina con los informes impecablemente preparados. Cuando Patrick llegó, se encontró con Zoe ya en su escritorio, los documentos listos y ordenados.
—Buenos días, señor Wells —saludó Zoe con una sonrisa serena—. Aquí están los informes que me pidió. Todos listos y revisados.
Patrick la miró con sorpresa y una pizca de incredulidad. Tomó los documentos y los revisó, buscando algún error o motivo de crítica. Para su sorpresa, no encontró ninguno. Los informes eran detallados, precisos y claramente realizados por alguien con gran habilidad.
—Impresionante, señorita Lynch —admitió Patrick, aunque su tono era seco—. No esperaba que lo lograra.
—Me gusta superar expectativas —respondió Zoe, manteniendo su compostura.
Patrick la observó con una mezcla de curiosidad y recelo. Había algo en ella que no cuadraba con su primera impresión, pero no podía poner el dedo en qué. Decidido a descubrir más sobre su nueva asistente, decidió mantener la presión.
—Bien, sigamos con el siguiente proyecto. Quiero que prepares una presentación completa para la junta directiva del próximo lunes. Tienes cuatro días —avisó, dándole una tarea aún más desafiante.
Zoe asintió, sin dejarse intimidar.
—Entendido, señor Wells. Haré mi mejor esfuerzo.
Mientras Patrick se alejaba, Zoe respiró hondo. Sabía que el desafío sería duro, pero con el apoyo de su equipo en la fundación, estaba segura de que podría superarlo. Lo que Patrick no sabía era que estaba subestimando a la mujer que tenía frente a él. Y eso, pensó Zoe, sería su mayor error.
Después de entregar los informes, Zoe notó que Patrick salía frecuentemente a reuniones. Aprovechó una de estas ausencias para colocar una pequeña cámara oculta en su despacho. La cámara estaba estratégicamente ubicada para capturar cualquier conversación o actividad comprometedora que pudiera usar más adelante.
Satisfecha con su trabajo, terminó su jornada y salió de la oficina. Se dirigió directamente a su fundación, donde Claire Wells ya la esperaba. Al entrar en la sala de reuniones de la fundación, Zoe vio a la mujer sentada con una apariencia de nerviosismo y esperanza.
—¡Zoe! —exclamó Claire, levantándose con rapidez y abrazándola—. ¿Cómo te ha ido? ¿Pudiste infiltrarte en la empresa de mi marido?
Zoe asintió, devolviendo el abrazo con una sonrisa tranquilizadora.
—Sí, Claire. Ya estoy dentro. Logré ganarme el puesto de asistente de Patrick y he comenzado a trabajar en la empresa. Necesitaré unos días para ganarme su confianza y empezar a seducirlo. Todo va según lo planeado.
Claire fingió una expresión de alivio y emoción, aunque en su interior escondía sus verdaderas intenciones.
—Gracias, Zoe. No sé qué haría sin tu ayuda. Ese hombre me ha hecho sufrir tanto... —susurró, dejando que unas lágrimas falsas rodaran por sus mejillas.
Zoe le apretó la mano con empatía.
—No te preocupes, Claire. Vamos a conseguir las pruebas que necesitamos para que puedas divorciarte y obtener lo que te pertenece. Sólo necesito un poco más de tiempo para acercarme a él y recopilar suficiente evidencia.
Claire asintió, secándose las lágrimas y esbozando una sonrisa agradecida.
—Confío en ti, Zoe. Sé qué harás un gran trabajo.
Zoe se despidió de Claire y salió de la fundación, sintiendo una mezcla de determinación y compasión. Estaba decidida a ayudar a Claire, aunque no podía evitar sentir una creciente desconfianza. Algo en la historia de esa mujer no encajaba del todo, pero por ahora, debía concentrarse en su misión.
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Esa noche, Patrick estaba en su lujoso apartamento, un espacio moderno y elegante que reflejaba su éxito y su estilo de vida. Sentado en su despacho, revisaba algunos documentos cuando su investigador privado, John, llegó puntual a la cita.
—Entra, John —dijo Patrick, al momento de abrir, lo invitó al despacho, señalando una silla frente a su escritorio.
John se sentó, abriendo una carpeta con documentos y fotografías.
—Tengo información sobre la señorita Camila Lynch —comenzó John, con su tono profesional y preciso—. Su verdadero nombre es Zoe Evans.
Patrick levantó una ceja, sorprendido.
—Zoe Evans... —repitió, pensativo—. ¿Es una espía?
John se aclaró la garganta.
—Zoe Evans lidera una fundación que ayuda a mujeres víctimas de violencia y maltrato en todos los ámbitos. Es una figura pública bastante conocida en ciertos círculos, es terapeuta de relaciones matrimoniales —explicó.
Patrick frunció el ceño.
—¿Qué hace una mujer como ella en mi empresa, fingiendo ser mi asistente? —preguntó, con su voz cargada de sospecha.
John continuó.
—Fue contratada por Claire, su ex. Parece que ella la ha involucrado en algún tipo de plan contra usted.
Patrick se quedó en silencio por un momento, la ira burbujeaba en su interior. Claire, su exesposa, siempre había sido astuta y manipuladora. Pero ¿cuál era el motivo para haber contratado a Zoe? Era la duda que se cernía sobre la mente de él, sin embargo, Wells no era alguien que se dejara vencer tan fácil.
—Así que Claire la contrató... —murmuró Patrick, sus ojos verdes brillaron con furia—. Muy bien. Si Zoe quiere jugar a este juego, le pondré una trampa. Quiero saber hasta dónde es capaz de llegar.
John asintió, entendiendo la implicación.
—¿Qué planea hacer? —preguntó, curioso.
Patrick se reclinó en su silla, su mente diseñó una estrategia.
—Voy a ponerla a prueba. Quiero ver cuán comprometida está con su misión. Le asignaré tareas cada vez más difíciles y comprometedores. Si realmente está aquí para destruirme, tendrá que exponerse tarde o temprano —avisó Patrick, una sonrisa peligrosa se dibujó en sus labios—. Y cuando lo haga, estaré listo para atraparla.
John asintió, recogiendo sus documentos.
—Lo mantendré informado sobre cualquier otro movimiento de Zoe y Claire —avisó, levantándose para irse.
Patrick se quedó solo en su despacho, su mente afilada como un cuchillo. Zoe Evans había cometido un grave error al infiltrarse en su empresa. Y él se aseguraría de que pagara por ello.
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Pasaron unos días, la presentación que había preparado Zoe para la junta directiva fue un éxito rotundo. Todos quedaron impresionados por su nivel de detalle y claridad. Patrick, aunque sorprendido, no podía dejar de sospechar de sus verdaderas intenciones.
Aquella noche, después de la presentación, Patrick llamó a Camila a su oficina.
—Señorita Lynch, necesito hablar con usted en privado —ordenó a través del intercomunicador.
Zoe, preparada para cualquier eventualidad, se dirigió a la oficina de Patrick. Al entrar, lo encontró sentado detrás de su escritorio, con una botella de whisky y dos vasos.
—Por favor, siéntate —solicitó Patrick, llenando ambos vasos y ofreciéndole uno—. Quiero felicitarte por la presentación. Fue brillante —expresó y la observó con una mirada distinta, se podría decir que seductora.
—Gracias, señor Wells —respondió Zoe, tomando el vaso. Sabía que esta podría ser la oportunidad que estaba esperando para obtener pruebas. Notó en los ojos de él, esa malicia que solían poner los hombres cuando querían llevarse a la cama a una mujer, los conocía.
«Vas a caer» pensó ella y sonrío en su interior.
Patrick bebió un sorbo de su whisky, observándola con atención.
—Eres la mejor empleada que he tenido en mucho tiempo. Creo que esto merece un brindis —expresó con voz ronca, alzando su vaso.
Zoe levantó su copa, brindando con él y tomando un pequeño sorbo. Sabía que debía jugar bien sus cartas.
—Gracias por la oportunidad, señor Wells. Me alegra haber superado sus expectativas.
Patrick sonrió, pero había algo más en su mirada, algo que Zoe no podía descifrar del todo.
—Sabes, Camila, no solo eres competente, también eres muy atractiva —susurró, se puso de pie y se acercó a la silla de ella.
Zoe sabía que este era el momento que había estado esperando. Si lograba engatusarlo, podría obtener las pruebas que necesitaba para incriminarlo como infiel. Decidió usar sus propias técnicas de seducción, se puso de pie, se acercó lentamente, manteniendo su mirada fija en la de él.
—Gracias, señor Wells. Usted también es un hombre muy atractivo y... poderoso —murmuró con su voz suave y provocativa.
Patrick se acercó aún más, hasta que sus rostros estuvieron a centímetros de distancia. Zoe sintió su aliento mezclado con el aroma del whisky, y un extraño estremecimiento en el cuerpo.
—No debería decirlo, pero he notado lo bien que te manejas bajo presión. Eso es... intrigante —murmuró Patrick, deslizando su mano por el brazo de Zoe, provocando un escalofrío en su piel.
Zoe mantuvo la compostura, acercándose un poco más, sus labios casi rozaban los de Patrick.
—Me gusta ser un desafío, señor Wells —susurró, dejando que sus palabras acariciaran el aire entre ellos.
Patrick la miró a los ojos, su mirada se oscureció con deseo. Lentamente, llevó una mano a la cintura de Zoe, atrayéndola hacia él.
—¿Un desafío? —murmuró, con su voz ronca, sensual, y cargada de intensidad—. Me gustan los desafíos.
Zoe inclinó la cabeza ligeramente, sus labios quedaron a milímetros de los de Patrick. Su pecho subía y bajaba agitado.
—Entonces, veamos hasta dónde está dispuesto a llegar, señor —expresó, con sus palabras cargadas de insinuación.
Patrick no esperó más y la besó. Fue un beso ardiente, lleno de pasión contenida. Zoe respondió con igual fervor, sus manos se enredaron en el cabello de Patrick mientras sus cuerpos se presionaban el uno contra el otro. El calor entre ellos era intenso, y cada roce de sus labios encendía aún más el fuego que ardía en su interior.
El beso se volvió más profundo, más urgente. Ambos se dejaron llevar por el deseo, olvidando por unos instantes sus intenciones ocultas. Sentían una atracción magnética, una conexión inmensa que los envolvía por completo. Zoe se sorprendió por la fuerza de sus propios sentimientos, mientras Patrick se daba cuenta de que no podía ignorar la atracción que sentía por ella.
Justo cuando parecía que ninguno de los dos quería detenerse, Patrick se apartó de repente, rompiendo el contacto. Sus ojos verdes la miraron con una mezcla de frustración y desafío.
—No soy un hombre fácil de manipular, Camila —susurró con voz firme, antes de salir de la oficina, dejándola sola y sorprendida.
Zoe se quedó inmóvil por un momento, tratando de asimilar lo que acababa de suceder. Había subestimado la intensidad de sus propias emociones y la reacción de Patrick. Pero esto no la detendría. Sabía que el juego se había vuelto aún más peligroso, y que necesitaría ser más cuidadosa y estratégica en sus próximos movimientos.