—¿Te quedaste a jugar con tus amigos después de la escuela? —tronó la voz de su padre, llena de desprecio mientras cruzaba los brazos frente a Alexander—. ¿Cómo te atreves a desobedecerme de esa manera? El joven Alexander, con el corazón latiendo con fuerza, levantó la mirada para enfrentar a su padre, aunque sabía que cualquier intento de defenderse sería en vano. —Solo fue un rato... no pensé que te molestaría —murmuró, tratando de sonar convincente, pero sin poder ocultar el temblor en su voz. Pero su padre no quiso escuchar excusas. Como líder de una extraña secta que hablaba de la purificación del espíritu, utilizaba las creencias rígidas y moralistas del grupo como una excusa para ejercer un control absoluto sobre su familia. Para él, cualquier acto que considerara desobediencia e