–¿Estás lista? –dudó él. Ella sí estaba lista, pero no estaba seguro que él lo estuviera. –Sí, es solo que… aún hay un poco de sol, podemos esperar un poco más de tiempo, no tengo problema con eso. Él miró a la ventana, aún faltaba dos horas para el atardecer, lo sabía bien, pero no es que no pudiera estar en el sol, en realidad se las arreglaba muy bien aún con la luz del sol, lo había aprendido. –Das mucho trabajo cuando es de noche, es mejor que nos vayamos ya. –¡Oye! Yo me sé defender. –Como con el ogro –le recordó. –Me tomó desprevenida. –Claro, es que las criaturas del bosque regularmente deben avisarte veinticuatro horas antes de atacarte, supongo que lo hiciste con el conejo. Recordó el conejo que atrapó, pero no pudo cocinar, esperaba no saber nada más de eso, al