Cuando despertó el sol ya estaba llegando en la ventana, se había quedado nuevamente en el sofá y empezaba a dolerle la cabeza, prefería estar ahí en esa cálida sala por el fuego de la chimenea que en una habitación fría del fondo. Se estiró por completo cuando sintió el aroma dulce, Franz la observaba desde la puerta. –¿Cuánto llevas ahí? –dudó ella. –Un minuto, tal vez –contestó –. Te traje ropa, creo que es de tu talla. Ella vio el vestido corto en el respaldo y los zapatos, lo tomó y lo olfateó. –Me da miedo preguntar, pero… ¿dónde lo conseguiste? –No maté a nadie si es lo que piensas –respondió él. –Oh, bueno –titubeó, luego lo vio –. ¿Tú duermes? –¿Por qué lo preguntas? –cuestionó él. –Es que por la noche te vas y luego ya no te veo. –Nos hemos visto dos días, no pu