Louisa y Piero estaban en la oficina registrando los correos y cálculos contables del último mes de la empresa. La falta de congenialidad entre ellos habían retrasado algunas actividades empresariales, por lo que Leonardo se vio forzado en intervenir. Fue una situación incómoda que se supo en toda la oficina. Muchos optaron por invitarlos por separado a las salidas y evitar cualquier incomodidad. —Buenos días con ambos —dijo Leonardo al ingresar a la oficina y cerrar la puerta tras él. Nadie respondió al saludo—. En estos últimos quinces días perdimos a dos clientes de empresas pequeñas. Ellos fueron claros en el correo sobre que querían y cómo, y nadie respondió —miró a Piero y a Louisa—. Quiero saber sus razones. —Señor Leonardo, es mi culpa —intervino Piero—, ella me mandó todo a m