CAPÍTULO 3

1960 Words
Thomas estaba por salir de la oficina cuando le llegó una solicitud de amistad. Al no tener fotografía la ignoró, pero minutos después le llegó un mensaje. Al leerlo su mente se trasportó a ese pasado, más cuando esa persona le envió una fotografía de ellos dos juntos. Con una sonrisa respondió el mensaje. Quedaron de verse en un bar en el centro de la ciudad. En un par de horas ya se encontraba en dicho lugar. Al momento que la mujer lo vio ingresar caminó en su dirección con una gran sonrisa, se unieron en un abrazo y se quedaron así por algunos segundos, o tal vez minutos. —¿Cómo me encontraste? —preguntó ya estando sentados. —Bueno, en uno de los tantos lugares que visité me encontré con un compañero nuestro, hablamos de aquellos tiempos y terminamos hablando de ti. Ahí supe que aun estabas soltero. Y me pregunté ¿Será que espera por mí? —sonrió. Ella también lo hizo, seguido acomodó un tabaco en sus labios—. Entonces ¿Esperas por mí? —Tal vez si, tal vez no. Dijo entrelazando sus dedos sobre la mesa. En ese momento tocó el anillo de su matrimonio. Al bajar la mirada, Jade también lo hizo. Arqueó una ceja y soltó el humo que había inhalado. —Creo que la persona que me pasó esa información no estaba del todo informada. Contempló el anillo y suspiró al pensar los motivos que lo llevaron a casarse—. Nadie de allá sabe de esto. —¿Esto? —sonrió, giró el rostro y soltó nuevamente un hilo de humo—. Lo dices como si fuera algo sin importancia. —Es un matrimonio por contrato —enarcó una ceja. —¿Contrato? ¿Y por qué o con qué fin? No me digas que perteneces a esas familias tradicionales. —Podemos dejar de hablar de aquello —pidió llevando la mano a una copa llena, la cual acercó a sus labios. Tenía mucho tiempo que no bebía, porque la última vez que lo hizo, casi terminó gritándole a sus familiares cual era la mujer que amaba—. Mejor disfrutemos de este encuentro, y brindemos por los viejos tiempos. —Claro. Ella también agarró una copa, la chocó con la de él, mirándose fijamente la bebieron. Después de tanto tiempo decidió darse esa noche de relax, y lo mejor, con alguien a quien quiso y estaba seguro de que hubiera llegado a amar si ella no se hubiera cambiado de ciudad. Aquella noche se divirtió mucho con ella, como hace tiempo no lo hacía. Antes de la media noche se fueron a casa porque Jade estaba completamente borracha y no tenía donde ir. Había ido exclusivamente a visitarlo, la maleta aún estaba en el coche. Thomas quiso llevarla a un hotel, pero no se le parecía dejarla sola en un lugar desconocido, menos en el estado en que se encontraba. La conocía muy bien y sabía que cuando bebía solía perderse, sobre todo, hacía cosas que ponían en riesgo la vida de ella misma. Por eso decidió llevarla a su casa. Pensó en llamar a Tania, su esposa y decirle que llegaría con una invitada, sin embargo, imaginó que estaría durmiendo y no quería despertarla ya que debía estar cansada de tanto estudiar y trabajar. Porque su esposa era una joven que no le gustaba estar sin hacer nada en casa, y por eso estudiaba medio tiempo y trabajaba el otro medio tiempo. Thomas pensó que no se molestaría porque llevara una amiga a casa. Cuando la ayudó a salir del coche, no pensó que se atreviera a besarlo, ante el beso desprevenido que le robó, quiso negarse, no obstante, recordó en cómo le gustaban en el pasado, tanto que le hacía olvidar ese sentimiento absurdo que sentía por Fia, por eso se dejó llevar y terminó correspondiendo. Se alejó de ella cuando recordó que estaban en su casa, seguido la llevó al interior, la sentó en uno de los sillones, estaba por retirarse cuando ella lo jaló para seguirlo besando, pero él la apartó. —¿Ya no te gusto? —la verdad era que no sabía. —Jade, estamos en mi casa, mi esposa está arriba. —No la amas, porque si la amaras no habrías ido a reencontrarte con tu ex, menos decirle a esta que tu matrimonio es por contrato —templó de su corbata para llevarlo a ella, pero las manos de Thomas se apoyaron en la cabecera del mueble evitando caer sobre ella. —Como sea, es mi esposa y merece respeto, así que, te llevaré a una habitación. —Thomy —se quejó mientras la llevaba arrastras hasta la cama de planta baja—. No seas así. Llegando a la habitación la acomodó en la cama, intentó nuevamente arrastrarlo hacia su cuerpo, pero Thomas volvió a alejarse. —Descansa y no hagas locuras. —Quiero hacer locuras contigo, Thomy, como en los viejos tiempos. Por un instante se trasportó a esos tiempos, incluso sintió calor cuando una de sus manos apretó ahí abajo. Soltando un grueso suspiro le retiró la mano, se la dejó en el vientre y musitó. —No estamos en los viejos tiempos. Si estuviéramos no te traería a la casa de mi esposa. —¿Me vas a rechazar? —asintió. Dejó un beso en su frente y salió. Se quedó un rato en el salón, caminando de un lado a otro, pensando en nada, más bien esperando que Jade se durmiera y no se levantara a hacer una locura que terminara despertando a Tania. Una vez que se durmió subió, se adentró a la ducha para luego de un refrescante baño lanzarse a la cama, cerrar los ojos y dormir profundamente hasta el día siguiente. Salió de la habitación cuando escuchó la puerta de en frente abrirse. Esa era la puerta de la habitación de su esposa. Como cada mañana la saludó con una sonrisa, ella solía hacer lo mismo, pero ese día los ojos de Tania estaban hinchados, parecía haber llorado por mucho. Thomas se quedó observando mientras pensaba en los motivos que llevó a Tania a llorar. Y la única razón que encontraba era que el padre de ella lo hubiera vuelto a molestar Podía ser eso que le estaba sucediendo, y por no dar problemas, prefería callar, ya que solía ser recatada en lo que le sucedía, siempre trataba de ocultar cualquier situación en la que se encontraba. Así lo hizo cuando el papá la vendió, si no fuese porque Thomas escuchó la plática que tuvo Tania con la madrina en la cocina, jamás hubiera sabido que estaba siendo cedida por una deuda, sobre todo, no habrían podido ayudarla. —¿Estás bien? —preguntó preocupado—. ¿Lloraste? ¿tu padre sigue molestándote? —No, mi padre no ha vuelto a molestarme. Se acercó, le levantó el rostro que estaba con la mirada en el suelo para mirarla fijamente, pero ella le evadió la mirada y se excusó de que no había podido dormir. —Entonces ¿Cuándo llegué estabas despierta? —asintió. —Estaba en la cama. —Tania, anoche traje una amiga a casa... —Tranquilo, no tienes que darme explicaciones... está es tu casa y... —Tuya también es, y aunque no tengamos un matrimonio real, mereces respeto. Eso lo tenía claro. Legalmente Tania era su esposa, no podía convertirse en un miserable y traer a mujeres con las que compartía la cama a casa. Eso iba contra sus principios y valores que sus padres le enseñaron. Si tuviera algo serio con Jade, nunca la hubiera traído a esta casa. Luego de esa conversa Tania se fue a la universidad, en ese tiempo aprovechó para sacar a Jade de casa. La dejó dormir un par de horas más, pero antes de que llegara Tania la sacó. La llevó hasta un hotel donde se hospedó—. ¿Y qué vas a hacer luego? —se acercó sensualmente—. Aquí ya no estamos en tu casa, no tienes excusa de mantenerte alejado de mí. —Pues si tengo una excusa y es que, voy tarde al trabajo. —Thomy —le rodeó el cuello con sus delgados brazos, acercó sus labios a los de él y empezó a saborearlos. Al principio se rehusó, pero ya luego correspondió, dejándose llevar por ese momento. No estaba traicionando a su esposa, porque su esposa en realidad era su amiga, se habían casado bajo un contrato de amistad, donde ambos salían favorecidos. Él pagaría la universidad de ella, y esta le ayudaba a escapar de ese matrimonio al que su padre le quería forzar. Solo tenían un compromiso el cual era velar del uno al otro hasta encontrar esa persona que se robara sus corazones. Se habló de eso, de que si llegaba la oportunidad de estar con alguien que les hiciera ver el mundo de otra forma, podían darse esa oportunidad sin restricción alguna. Thomas pensó que como en el pasado Jade le hizo sentir cosas, las cuales le hicieron olvidar por un momento los sentimientos que sentía por su prima, podía volver a hacerlo, quizás ella había regresado a su vida para sacar ese amor prohibido de su corazón. ... Tras haber pasado un mes, la convivencia entre Tania y Thomas había cambiado. Él ya no pasaba tiempo con ella, tampoco podía mirarla a los ojos. Tras retomar su relación con Jade, decidió terminar su matrimonio. —¿Recuerdas que dijimos que estaríamos casados hasta que uno de los dos encuentre su felicidad? —ella asintió, sintiendo el nudo en la garganta—. Creí que esto duraría más, que me sería difícil darme otra oportunidad, pero... encontré una persona que me está ayudando a olvidarme del dolor. Por dentro Tania lloraba, quería suplicarle que no la abandonara, confesarle sus sentimientos, pero no tenía la valentía para hacerlo. No lo hizo antes, menos lo haría en ese momento que él le estaba confesando que, había encontrado la persona que lo ayudaría a sanar. —¿Quieres que nos divorciemos? —Thomas asintió. —Continuaré pagando tu universidad, de eso no tienes que preocuparte. —Ok. Nos divorciaremos, pero ya no quiero que pagues mi universidad. Solo terminaré este semestre y me iré a estudiar a otra parte. —Puedo pagártela donde vayas. —No es necesario. Conseguí un trabajo en el extranjero, la agencia me prepara los papeles, al finalizar este semestre me iré. Tendré trabajo y tiempo para estudiar. —Déjame pagarte... —¡No! —dijo y se levantó—. Dejaremos de ser esposos, ya no tienes que hacerte cargo de mí, además, ya soy mayor de edad, y puedo sustentarme sola. Desde pequeña mi madrina me enseñó a trabajar, así que, no tengo problema en hacerlo. Solo hazme llegar los papeles en esta dirección, ahora mismo desocupo tu casa. Thomas se levantó quiso objetar que esa casa era de los dos, pero ella se fue. Al momento que bajó con la maleta dijo—. No tienes que abandonar la casa... —No es mía, y jamás me ha gustado quedarme con lo que no es mío. —Mi padre la compró para los dos. —Si, pero ahora ya no seguiremos juntos, y al ser una compra de su padre le pertenece. Así que, no es mía. Se acercó a él, regalándole una sonrisa se despidió, sin decir más para no hacer tortuoso esa despedida se fue. Subió al taxi que ya esperaba por ella, dentro de este dejó rodar las lágrimas y desde el fondo de su corazón, aunque estuviera muriendo de dolor, le deseó la mejor felicidad del mundo a Thomas.
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