Él necesitaba un hijo para poder heredar.
Yo acepté porque era una suma de dinero muy buena y resolvería todos mis problemas, podría pagarle a esas peligrosas personas a las que mi padre les dijo que yo pagaría su deuda y ahora me acosaban día y noche.
Antes de incluso pensar en aceptar su propuesta, pensé que era gay.
Me casé con un hombre que era gay.
Pero, la noche de bodas, no fue un hombre gay el que entró a mi cama, levantó las sábanas y desnudó mi cuerpo, aquellas manos enormes y firmes me tocaban como si…como si fuera la cosa que él más deseara en el mundo. ¿Eso podría hacerlo un hombre que no le gustaban las mujeres?
—Te complaceré esta noche.—dijo con voz ronca, sensual y firme.—Te complaceré esta noche, mi amada esposa.
Su cuerpo d*****o se unió al mío y aquella erección dejaba claro que había d***o en él o ¿podría ser que se tomó algo? ¿Estaría muy borracho? ¿Estaba sacrificándose por ser nuestra noche de bodas?
No podía pensar en otra cosa, solo en el cuerpo de Ares uniéndose al mío.
—Ares…—su nombre se escapó de mis labios cuando sus besos comenzaron en mi cuello y yo cerré mis ojos.
Al despertar, quizás pensé que fue un sueño, que mi esposo no hizo aquello, pero las marcas en todo mi cuerpo tenían la evidencia, allí estaban las huellas de él.
Durante seis meses se mantuvo ausente, sin yo saber nada de él, mientras en mi vientre crecían sus hijos.
¿Dónde estaba mi esposo?
¿Dónde estaba el padre de mis hijos?