Cuando salí de allí, luego de ir al baño, lavar mi cara y mis mano, Ámbar me esperaba fuera. —¡Ares!—dijo atónita al ver mi cara golpeada.—¡¿Pero qué diablos pasó allí dentro?—preguntó, mirando más de cerca mi cara, tenía un golpe en la nariz, uno en la frente y otro en el labio superior, esquina derecha. —Nada, algo que tenía que haber pasado. Los desgraciados creían que sí, que se quedarían con la herencia, no me lo puedo creer. ¿Hasta dónde creían que iban a llegar? —¿Y te golpearon porque tú obtuviste la herencia? —No, porque mis hijos estaban vivos, porque ellos perdieron, porque…no se quedaron con lo que a mí me pertenece. Por eso me golpearon. —Sí que son unos malditos. No puedo creer que te hicieran esto. —Bueno…quedé muy bien en comparación con ellos. Los abogados saldrán e