Bruno se sentó en la silla frente a ella, solo ganándose un ceño fruncido por parte de la hermosa leoncita. No, él no la dejaría sola y alejada durante toda la comida. Enojada se puso de pie y caminó directo al hombre que trataba de llevar su primer bocado de comida a la boca. En cuanto el lobo olió el enfado de su compañera dejó el tenedor y la observó intrigado.
— ¿Qué hicimos? — preguntó el lobo con un poco de temor.
— No tengo idea — respondió su otra mitad, analizando el gesto enfadado de la bonita felina.
— Muévete — le ordenó ella demasiado seria. Él obedeció y corrió su silla hacia atrás.
Cló dejó el plato al lado del que le pertenecía al hombre y luego se sentó sobre las piernas del mismo, comenzando a comer sus alimentos con hambre renovada. Bruno sólo necesitó unos cuantos
