Despertó con una mano que reposaba sobre uno de sus senos y otra que la sujetaba fuertemente por la cintura. Vaya que ese lobo pensaba que ella huiría en cuanto pudiese. Sonrió sin pretenderlo, sintiendo ese calorcito precioso que se expandía en su interior. — No los habríamos invitado aquí si pensábamos huir — señaló la leona. — Parece que no lo sabe — respondió ella en un extraño estado de calma interior. Despacito se giró sólo para poder observarlo sin reparos, para dedicarse a analizarlo por unos preciosos instantes mientras memorizaba cada rasgo del precioso lobo. El cobrizo era hermoso, realmente perfecto a sus ojos. Levantó su mano para acariciar esa mejilla que raspaba por la barba que comenzaba a crecer y sonrió al notar cómo él, aún dormido, se pegaba más a su manito, buscand