El trayecto que les quedaba hasta llegar a la hacienda lo hicieron en silencio, tomados de la mano. Solo se soltaban para que él pudiera cambiar las marchas. Antes de llegar, a unos diez minutos de la casa, Rodrigo se desvió unos metros y detuvo el vehículo en medio de la nada. ―¿Qué pasa? ―consultó ella. ―Quiero besarte una última vez esta noche ―le respondió de forma natural―. Después ya no sé cuándo podré volver a hacerlo. ―Espero que no pase mucho tiempo. Él desabrochó su cinturón de seguridad y luego quitó el de ella. La besó intensamente, sabía que quizá pasarían días antes de volver a tenerla en sus brazos. Quería amarla, entregarse por completo a ella, pero él no era de esos, él era más tradicionalista y, de todas maneras, si lo hicieran, no sería en una camioneta como si