Victoria se dirigió a la mesa donde estaban las bebidas. ―¿Probaste la chicha de manzana? ―Rodrigo apareció a su lado, de la nada. ―No. Él le extendió el vaso. ―¿Y Marcos? Creí que estabas con él. ―Yo también. ―¿Qué pasó? Pareces enojada. ―No. ―¿Intentó sobrepasarse contigo? ―¿Y si así fuera? ―¿Quiso pasarse de listo? ―insistió. ―No. Intentó apartar su brazo, pero él apretó un poco más, solo un poco, pero ella se quejó. ―¿Qué te pasó? ―Nada. Sin importarles sus protestas, él levantó la manga de la blusa que tenía puesta y vio un incipiente moretón. ―¿Qué pasó? ―Nada. ―¿Marcos lo hizo? ―No. ―¿Segura? ¡Son dedos! ―exclamó al fijarse mejor en los cardenales. ―Soy muy delicada de piel y se me marca todo enseguida. ―No te creo. ―Cree lo que quieras.