CAPÍTULO DIECIOCHO Dierdre y Marco marchaban por el bosque como lo habían hecho por horas, cayendo en la monotonía del ritmo, del silencio, de las hojas crujiendo bajo sus pies, cada uno perdido en su propia melancolía. Dierdre trataba de apartar las imágenes que le pasaban por la mente; de la muerte de su padre, de la inundación de Ur, de casi ahogarse debajo de las olas. Pero cada vez que cerraba los ojos y movía la cabeza, estas regresaban con más fuerza. Se vio a sí misma agitándose bajo el agua y el rostro muerto y sin vida de su padre mirando hacia el cielo. Vio su amada ciudad, lo único que conocía en este mundo, completamente bajo el agua y ahora convertida en otro lago olvidado. Dierdre miró los blancos y brillantes árboles del Bosque Blanco tratando de enfocarse en otra cosa, t