CAPÍTULO CATORCE Alec estaba en la proa del barco mientras salían de las Islas Perdidas, navegando por los extraños afloramientos de roca desierta y con la hierba marina haciendo extraños sonidos al friccionarse con el casco. El agua estaba completamente inmóvil, inquietantemente calmada. De esta se elevaba bruma creando una luz mágica, y para él todo parecía surrealista al navegar a la cabeza de la flota. Detrás de él, todos los hombres de las Islas Perdidas lo seguían, dirigiéndose hacia el Mar de las Lágrimas. Alec sintió el zumbido en su mano y miró hacia abajo, perplejo, hacia la magnífica arma que sostenía. La Espada Incompleta. Era una sensación surrealista el tan solo sostenerla. La levantó hacia la luz ignorando toda el agua que tenía a su alrededor y enfocándose solamente en es