CAPÍTULO QUINCE Merk miró hacia Las Tres Dagas mientras las pasaban en el barco, islas escarpadas que salían de la bahía; empinadas, verticales y carentes de vida. Estaban llenas de extrañas aves negras con ojos rojos que les graznaban enojadas mientras pasaban. Las islas estaban cubiertas por la niebla de la bahía y las olas implacables de la Bahía de la Muerte golpeaban contra ellas como tratando de regresarlas al mar. Esto hacía que se elevaran grandes nubes de espuma blanca y bruma hacia el barco de Merk, empapándolo mientras él miraba la escena con asombro. Estaba agradecido de no encontrarse varado en este lugar, el lugar más desolado e implacable que jamás había visto. Este lugar hacía que el Dedo del Diablo pareciera acogedor. —Las Tres Dagas —dijo una voz. Merk vio que Lorna es