Capítulo IV

2081 Words
Una consulta emocionante… Después del fin de semana reparador inició la semana con las mejores energías. Greisy me habló tanto de la importancia de cuidar nuestra salud y terminé por hacerle caso y está mañana para desayunar me hizo un “smoothies” de no sé qué cosas, lo cierto es que era verde y no tenía un sabor tan agradable. Me lo tomé, empecé a vestirme con un estilo ejecutivo: una falda blanca, unos tacones de plataforma bastante bajos, una camisa azul de pepitas que tenía un lazo para hacer un moño justo encima de mi pecho y un blazer del mismo tono de la camisa. Me miré en el espejo y estaba “mamacita” —¡Uf! Qué chulada de mujer que soy… —A mí me gustaba lo que veía en el espejo, me habían hecho con ganas, la belleza me rebozaba el cuerpo. Dejé de auto piropearme y tomé la cartera, agarré la montaña de carpetas y salí del apartamento. Las chicas habían decidido adelantarse un poco para mantener las apariencias de subordinadas. Bueno éramos un equipo y debíamos manejar los mismos conceptos. Cuando llegue a la clínica Laura en un tono bastante audible dijo: —¡Buen día Doctora Marbelix! La agenda está organizada. —Me quedé sorprendida por la forma en que mi mejor amiga se había referido a mí, la observé y entonces me guiñó un ojo en señal de complicidad. Y respondí: —Buen día. Perfecto señorita Laura. Muchas gracias. Déjame llegar y te confirmo para empezar. —Habian bastantes personas en la sala de espera, sabía que algunos de ellos entrarían a mi consulta. Llegué a mi oficina de sueño, encendí la música, abrí las ventanas. Empecé a regar las plantas. Me dió calor y puse mi blazer en el espaldar de mi silla. Acomodo mi falda y me siento, dispuesta a iniciar. Pero primero giré con mi silla unas cuantas veces y respiré profundo. ¡Super diva preparada! Le marqué a mi secretaria (no me acostumbro a estas formalidades pero debemos hacerlo) sé que monitorean los teléfonos de la clínica así que con formalidad le indico qué me haga pasar al primer participante. Puse mis manos en el escritorio abiertas para reflejar calma. Apenas se acercó al escritorio me levanté y le dí la mano e invite a que se sentara. Era una chica y entonces le pedí que se presentará: —Soy Melina Álvarez, tengo diecinueve años de edad recién cumplidos. Vivo a unas cuantas cuadras de aquí. —En su presentación mostraba seguridad pero no mantenía la mirada fija en mis ojos, me evadía. Algo complicado le ocurría. Me contó de su familia, hermanos, amigos, hasta de su mascota para que entrar en contexto. También me comentó que era estudiante de psicología. Allí apreté mis manos porque aunque fuese principiante podría descubrir mis falencias y debilidades sobre todo el asunto. Bueno manejé con indiferencia éste detalle para centrarme en el tema que le causaba preocupación y le pregunté: —¿Estás pasando por una situación emocional un poco fuerte? ¿Es verdad? —Pues era lógico pero por algo debía empezar y fue lo primero qué se me ocurrió. Ella empezó a hablar: —Desde pequeña mi vecina ha sido mi amiga. Marta se llama. Todo lo compartimos y si alguna tiene algún problema la otra es la primera en enterarse. Bueno lo único que no compartimos fue el gusto por la misma profesión. Yo elegí psicología y ella Derecho. La verdad es que no somos tan aplicadas en el estudio. En el bachillerato sacamos la nota justa para pasar. —Tocaron la puerta para solicitar una firma y atendí rapidito para seguir escuchando a la chica. —Bueno cómo le decía, los estudios no han sido nuestro fuerte. Pero hacemos el esfuerzo por aprobar pero estaba teniendo problemas con una materia. Y mi amiga también la estaba viendo difícil con una. Así que charlando a ella se le ocurrió que podríamos hacer algo para solventar nuestros problemas. —Aquí ya estaba dándole vueltas en mi cabeza a que podía haber sucedido y se me ocurrió la “operación colchón” y entonces le dije: —¿Acostarse con los profesores? —Eso era lo que usaban algunas bandidas que no conseguían aprobar. Bueno que quedé claro, nunca lo hice pero ganas no me faltaron. Pero entonces ella agregó: —Si y no. Te explico: ella propuso que nos acostáramos con los profes pero ella se involucraba con mi profesor y yo con el de ella. Bueno me pareció hasta genial la idea. Primero ella llegó a buscarme a la salida de una de mis clases y empezó a coquetearle a mi profesor. Él ni corto ni perezoso cayó en su juego y a los tres días ya estaban enviándose fotos en ropa interior. Bueno ella aceleró el proceso, el profesor me modificó la nota y ella se lo comió, hasta siguieron repitiendo y todo. —Bueno hasta ahí todo marchaba muy normal. Me levanté y le serví un vaso de agua para que aclarara la garganta y siguiera hablando porque ese chisme estaba buenísimo. —Bueno Doctora, se llegó el momento de yo cumplir con mi parte. Fuí hasta su salón empecé a seducir al profesor y él se vino como una mosca directo a un tarro de miel. Ya con sus canitas y un porte de señor interesante. Intercambiamos números, empezamos a escribirnos y él empezó a pedirme fotos. Yo no le fallaría a mi amiga y se más enviaba. De mis senos, piernas, abdomen y pues de ahí abajo. —Me gustaba que fuese sincera porque de esa forma podía analizar todo el panorama. Con la mano le animé a que siguiera hablando porque empezaba a ponerse mejor el tema: —Nos pusimos una fecha para vernos y tener intimidad, pero el profesor es un zorro viejo y dijo que hasta que no me estuviera debajo de su pecho bien sudada no le iba a cambiar la nota a mi amiga. Primero se iba a asegurar de que yo cumpliera con la parte del trato. En ocho días estaríamos por primera vez. Yo estaba contenta y le adelanté a mi amiga lo qué había pactado con él. —Aun seguía sin encontrar el verdadero problema de la historia. Y ella me pidió un minuto para atender una llamada que le acababa de entrar. Se alejó hasta la ventana y empezó a dar una serie de instrucciones sobre cómo realizar algo. Bueno en realidad no prestaba atención porque estaba pensando en ¿Qué sería mi que le había ocasionado un problema a ésta chica? Tenía un buen cuerpo y entiendo al profesor en aceptar un trueque. Joven, bella y sexy. Se acercó y dejé mis ideas en pausa porque ahí se acercaba el desenlace de la historia amorosa: —Disculpe, era mamá que está haciendo un postre y se le olvidaron algunos pasos. Bien, ya faltando días para el encuentro s****l salí con Marta por un helado a un localcito donde vivo. Pedimos los helados y nos estábamos riendo de nuestros chistes cuando sentí que me clavaron unas uñas en la cabeza y me arrastran hasta tumbarme de la silla y me lleva hasta la mitad de la vía. Allí empieza a golpearme aquella mujer y yo no entendía ¿Qué estaba pasando?. —No aguanté y le pregunté: —¿Quién era? —Necesitaba saber ya. No quería más rodeos. Y entonces ella dijo: —Era la esposa del profesor al que me pensaba comer. Me dió bofetadas en el rostro, araño mis brazos y me amenazó. Bueno a todas éstas todo el pueblo se había reunido a ver el acontecimiento, Marta no dejaba de reírse y la señora me amenazo de muerte y todo, exponiendo que le estaba dañando el hogar que tenía con el profesor y que además tenían dos niños. —Zipote ‘e loco con él que se había metido ésta mujer. Y entonces le dije: —Comprendo cada detalle expuesto. Pero ¿Qué es lo q5ue está perturbando tu paz? ¿Te enamoraste del profesor? —Era lo que deducía. Pero ahí estaba complicado, esa relación no la llevaría a ningún lado pero ella negó: —No, no me enamoré de él porque al final no terminó pasando nada, pero ahora en el barrio me llaman “roba maridos” mi amiga perdió la materia, mi familia me tiene al borde de la locura con los reclamos. ¡Ya no sé qué hacer! Estoy desesperada. Tenía a un chico que me estaba conquistando y se alejó de mí. Tengo miedo de que no pueda formar una familia porque nunca olviden el show. —Le estaba haciendo falta una dosis de confianza y amor propio. Ella merecía ir incluida en el curso grupal donde iba a conocer a alguien que la sacara de su situación problemática. Le enseñé técnicas de relajación y respiración para controlar la ansiedad y le di un pase de cortesía para que asistiera al curso grupal. Aquí no había un problema amoroso para curar, sino un proceso para recuperar la confianza y olvidar los errores, le recomendé irse unos días de ese barrio tan chismoso para que equilibrara su paz interior y con las herramientas que recibiría dieran resultados positivos. Le hablé de la cantidad de errores que podemos cometer como seres humanos pero que en nuestro interior guardamos la fuerza del cambio. Me pase de lujo está primera consulta. Serían muchos problemas los que escucharía y trataría de ofrecerles una posible solución. Se despidió con un abrazo y me agradeció por escucharla. En sí solo eso había hecho “escuchar” . Me di una pausa para atender al siguiente, las tripas me estaban crujiendo. No podía creer que hubiese aceptado solo a tomarme ese batido. Necesitaba azúcar y calorías urgente. Me iban a matar pero no podría pensar con hambre así que mande a pedir tres pasteles de pollo con una avena. Desayuné como Dios manda. Terminando de dar el último mordisco entró Greisy y me preguntó: —¿Cuántos pasteles Marbelix? —Con ojos de cordero degollado subí la mano y alce un dedo, me clavó la mirada y alzó una ceja y subí otro dedo, arrugó los labios y pues subí otro dedo y en mi defensa añadí: —Pero los acompañe con una deliciosa y suculenta avena. Es que tú me quieres matar de hambre con tus desayunos. Usted porque está acostumbrada pero yo no. Si no como lo suficiente siento que me desmayo. Necesito ponerle glucosa a mi cuerpo. —Se acercó muy enojada y golpeó el escritorio con ambas manos y viéndome a los ojos dijo: —Saliste de casa a los treinta. ¿Qué pretendes? Regresar a los treinta y tres pero en un caja y con los pies por delante… Cada vez aumentas más de peso, a todos tus participantes les estás hablando de amor propio y ¿Cuándo vas a usar el tuyo? ¿Cuándo? Te has fijado qué en los pocos días que llevamos aquí has subido de peso. —Ay no, en definitiva no quería escucharla, si lo más bueno del mundo es comer y tener sexo, pero la segunda opción está difícil. Solo me queda la primera. Y le dije: —Te prometo qué algún día voy a hacer dieta, a rebajar y a quedar como una miss, pero ahora no. No me jodas con eso Greisy, es como si en este momento yo te dijera: mamita búsquese un hombre o una mujer para que libere oxitocina porque estás muy amargada. ¡No lo harás! ¿Verdad? Bueno así mismo pasa conmigo, puede qué a Laura la consigas convencer. Pero yo no tengo ganas de dejar mis donas, malteadas, empanadas, arepas, pizzas, hamburguesas. ¡No! Yo ni lo puedo imaginar. —No quería ser tan cruel con ella pero ya no quería que me siguieran repitiendo lo que no madre se había cansado de decirme. Además ella era mi amiga y siempre me había aceptado así como era. Sin embargo cuando me quedé sola reflexioné y ella tenía razón pero yo no estaba preparada para cambiar. ¡No por ahora! Estaba viviendo un cambio en mi vida que me estaba generando estrés y el mejor remedio para esa ansiedad era la comida. Abrí mi cartera y saqué un chocolate, me lo tragué rapidísimo antes de que entrará el siguiente participante.
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