Capítulo III

1978 Words
Todo lo que sube tiene que bajar... Antes de sentarme a crear la campaña de marketing para llegar a mucha gente. (Es decir hacer un panfleto y sacarle fotocopia) Es Mérida, aquí la tecnología no está tan avanzada como en la ciudad. Pero las personas con su cordialidad y cariño no tienen comparación. Desde el señor que me vende el pan, hasta el del puesto de hamburguesas están dotados de amabilidad. Es un ambiente hermoso para vivir y ni hablar del frío maravilloso durante todo el día y la noche. Estoy muy contenta de mi nueva etapa, aunque esté un poco involucrada de forma ilegal usurpando un puesto de trabajo para el que no estoy calificada. Pero nada es imposible. Todo es cuestión de actitud. Y eso me sobra. Tantas veces me han insultado por la forma de mi cuerpo que ya veo eso como halagos. Me han dicho super banana, mamut con piernas, ballena, lagartija obesa, bola de grasa, tarro de manteca… Al inicio me daba un poco de coraje pero después aprendí a reírme de las personas ignorantes y de sus chistes estúpidos. Mientras yo me aceptará todo estaría bien. Bueno hice los panfletos bastante llamativos. Imprimí uno y lo llevé a reproducir. Los repartí con mis amigas y salimos a pegarlos por todos lados. Conocí a un chico que se ofreció a promocionarme en la emisora si le regalaba una entrevista en vivo y directo. Me pareció arriesgado pero estaba preparada. Se envió la información por cadenas de w******p. Algo que tiene la población es que son muy comunicativos así que la noticia volaría como pan caliente. La secretaria de la clínica me llamó porque varias personas se habían contactado para pedir cita. ¡Bien! Tuve miedo porque en la parte escrita el proyecto pintaba ser el boom. ¿Pero los resultados? Estaba a prueba y si no generaba resultados positivos iba a perder hasta la grasa de mi papada. Pensar tanto me causa hambre así qué me voy a una venta de comida rápida y devoro dos servicios de alitas en salsa picante con papitas fritas y una soda. Después de recargar baterías la felicidad se posa de nuevo en mi rostro. Imaginando la cantidad de parejas que iba a conseguir qué se reconciliaran o se conquistaran por primera vez. La primera actividad sería recolectar la información del participante. Sus gustos, intereses y el objetivo que quería conseguir con el programa. Luego separaríamos los grupos por niveles. ¡Tenía confianza en mí alocada idea! Cuando fuí a la entrevista en la emisora: La Mega Estación, el teléfono no paraba de sonar. La primera pregunta que me hicieron fue: —¿Cómo surge el proyecto Doctora Corazón? — ¡Ay Samparote bendito! No podía decir la verdad de aquel enredo pero entonces solventé diciendo: —Chamo ¿Tú no has pasado por un despecho? De esas situaciones fuertes en las que te rompen el corazón y llegas a sentirte como un bolero de Armando Manzanero. Ja, ja, ja… Y nos podemos reír de eso, pero la verdad es que nos hace la vida trizas. Mucha gente no es capaz de superar ese problema y se queda allí sumergido en el dolor. Bueno, de allí surge… De querer brindar herramientas para seguir adelante y que la persona comprenda que se acabó y ahora necesita evolucionar. —Bueno por lo menos hacer las respuestas jocosas era mi especialidad. Entonces el locutor dijo: —Excelente, Doctora por acá tenemos una pregunta de Rosa27 ¿Cómo superar un despecho? — Sentí que me iba a bombardear pero estaba preparada así que respiré profundo y respondí: —Bueno Rosa27 gracias por tu pregunta. Fíjate que no existe una fórmula mágica que te pueda prescribir para que vayas a la farmacia a comprarla. Pero en la actualidad hay muchas cosas qué no dejan qué superes a esa persona. Por mencionarte una: las r************* . Las mujeres despechadas son capaces de crearse hasta veinte perfiles falsos para vigilar al tipo y stalkear si le da likes a una o a la otra, si sigue a alguien, si comenta cierta foto. Y créanme qué lo único que hacen es dañarse y no salen del problema. Si desean conocer un poco más atrévanse a vivir esta experiencia de cambio con la clínica terapéutica “El Alba” —Mejor no me había podido salir, le hacía propaganda a la clínica y dejaba con la espinita de la duda sobre cómo salir de esa situación problemática. A todas las preguntas que me hicieron respondí con total certeza, esos eran frutos de los objetivos que me había propuesto en las últimas semanas. ¿Quién lo diría qué una motivación personal me haría mover montañas? Porque esa era la verdadera razón detrás de querer ayudar a las personas también estaba la idea de ser alguien. De marcar la diferencia. Después de la entrevista explotaron los teléfonos por la cantidad de participantes que querían inscribirse. Tenía nervios porque no sabía cómo iba a organizar a tantos participantes así que convoque una reunión con el personal administrativo de la clínica. Estaban maravillados porque eso significaría una gran ganancia. Para trabajar el programa de forma grupal me acondicionarían las áreas del estacionamiento. El programa grupal sería para las personas que deseaban encontrar pareja. Y las consultas individuales serían para los qué estaban teniendo problemas con sus parejas o estaban viviendo una situación de despecho. Estuve de acuerdo con las sugerencias que me planteaban. Manejar grandes grupos de personas no me sería complicado para ello solicite un equipo de audio con su respectivo micrófono inalámbrico. ¡Aprobado! No había visto tanta disposición a colaborar junta. Luego de eso con calma y en casa debía organizar ¿Qué iba a enseñar en la primera actividad? ¿Qué datos iba a recoger? Debía conocer los gustos e intereses de las personas. Para ello recibía ideas de mis amigas que ya empezaban a creer un poco más en mi experimento. Así le decían ellas y era el término acertado. Salí muy temprano a retirar todo el material impreso, que sería entregado con su carpeta identificada con la silueta de una doctora y un corazón flechado, además de las insignias que llevarían el nombre del participante y su edad. Llegué al lugar de la dirección y era en un edificio de siete pisos. Gracias a Dios que existen los ascensores porque llegaría asfixiada al local. Al llegar a la planta baja el ascensor se iba a cerrar pero entonces enrollé mis labios y silbe para qué me esperarán. Un chico muy amable me hizo el favor de detenerlo hasta que entré. Saludé con amabilidad a los cuatro hombres que estaban allí y agradecí al muchacho por la caballerosidad. Él me preguntó para que piso iba y le respondí: —Voy hasta el último piso, donde está la tipografía. Vengo a retirar algunos documentos. —El joven me observó con admiración y dijo: —Llevamos el mismo destino. —Le respondí con una sonrisa y le guiñé un ojo. Aunque era muy joven para mí, estaba simpático. Bueno el ascensor cerró y de un momento a otro al empezar a elevarse se sacudió muy feo. Pero como ví que ninguno de los cuatro hombres se mosqueó pues asumí que eso era normal. Sin embargo empezó a sonar como si las correas o algo estuviese muy oxidado. Asumo que iríamos en el cuarto piso cuando sentí que aquella caja se desplomó y me agarré del brazo del primer hombre qué estaba a mi lado y grité: —¡Madre de Cristo! —Pero eso no fue lo peor. Lo verdaderamente terrible fue el madrazo que nos dimos cuando se estrelló en el piso. El hombre del que me había agarrado se soltó por mi peso y el impacto me llevó a darme un golpe en seco en un hombro. Empecé a llorar y sentí que no podía respirar. El pánico me invadió y pensé que había llegado el momento y San Pedro ya me estaba esperando en la puerta del cielo para darme la bienvenida. No recuerdo ninguno de los rostros de aquellos hombres solo sé que me debí desmayar porque cuando desperté me estaban arrastrando para sacarme del ascensor. ¡Qué susto tan hijo de su mamá! No me podía levantar de los nervios así que empecé a gatear para alejarme de esa máquina escuajadora. Ahí estaban los bomberos y me ayudaron a subir a la ambulancia para llevarme al hospital. Debían revisar que no se me hubiese desprendido algún órgano interno y que en mi cabeza todo estuviese normal. Me inyectaron desinflamatorios, porque el brazo se me hinchó y parecía una morcilla. ¡Las desgracias me siguen! Ya ven de lo que les habló. ¿Por qué tenía qué caerse justo conmigo? Mis amigas llegaron a buscarme al hospital un poco preocupadas por la noticia pero yo estaba bien, bueno aunque parecía una loca, solo cargaba un solo zapato y el cabello parecía el de la momia bruja de Guanajuato. Laura no aguantaba la risa y decía: —¡Ni en películas de Hollywood pasan unas escenas tan buenas como las cosas qué te pasan amiga! —Tenia razón, si me pongo a documentar cada situación vergonzosa que he vivido tendría para un guion teatral, pero era mi vida puesta en una escena real. Los resultados de las pruebas solo arrojaron hematomas y maltrato. Debía ir a casa y guardar reposo, de llegar a tener vómitos o algún síntoma extraño debía acudir de inmediato. No supe que había pasado con los hombres que estaban conmigo en aquel accidente. ¡Dios quiera y no le haya puesto encima mis kilos a alguno de ellos cuando me desmayé! Para calmar la ansiedad que me había causado aquel trauma conseguí un kilo de helado y me lo comí sola viendo una serie. Al día siguiente amanecí muy adolorida pero la inflamación había bajado y solo me quedaban los morados de muestra. Después de ese susto pedí que un domiciliario me trajese los documentos, por allá no me volvía a acercar, prepare las carpetas con el material en orden y dejé todo listo para la primera sesión grupal. Me tomé los días para estar en la piscina escuchando audios sobre problemas amorosos y sus soluciones, revisando las técnicas para conquistar, los secretos para enamorar. —Bueno Cupido, prepárate carajito porque te voy a dejar sin trabajo… —Dije en voz alta y mis amigas brindaron con juguito de naranja. Laura aún estaba muy afectada y cuando se acordaba de ese mugroso hediondo se nos ponía nostálgica. Tratábamos de darle ánimos y convencerla de que el que había perdido era el tipo ese porque ella lo amaba. Después de todo se había hecho un favor al alejarse de ese hombre que no la amaba. Era la única persona a la que mis terapias no le funcionarían porque conocía a fondo la realidad. Pero cuando leía u observaba algún dato curioso se lo compartía y ella solo suspiraba. Por su parte Greisy se la estaba pasando “bomba” no tenía que preocuparse por nada, ensayaba sus rutinas y se ejercitaba sola. Además de que su dieta era diferente de la nuestra. No consumía azúcar o grasas, todo era muy saludable y balanceado. Los resultados se notaban es su cinturita de avispa y sus grandes y redondos glúteos. Tenia cuerpo de guitarra pero ningún artista sacaría alguna melodía con ella. Cuando Laura me comentaba qué algún hombre la excitaba ella se alejaba y nos dejaba conversando esos temas a solas. Ya llevábamos varios días sin tener nada de movimiento ahí abajo, creo que nos iban a salir telarañas. Pero por ahora necesitábamos era trabajar con esmero y generar dinero. Ya luego íbamos a tener una noche loca y nos íbamos a desquitar de estas bajas pasiones…
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