Capítulo 10

1022 Words
– ¿Cómo que al palacio? – pregunté. – Así es... así que prepara todo que mañana te llevaré frente al faraón. Su esposa que no podía comprender el porqué del asunto dijo: – Pero... ni siquiera nos vas a decir por qué nuestra hija tiene que irse a vivir al palacio. – Es sencillo madre – respondió mi hermano un tanto molesto – Tú esposo entregó a su hija al faraón para que este la convierta en su esposa. – ¡¿Qué?! – exclamó escandalizada la mujer – ¡¿Cómo pudiste?! – ¡No entregué a nuestra hija sin recibir nada a cambio, mujer! ¡El faraón me dio una buena remuneración por esto, lo cual nos beneficiará a todos y nuestra hija no pasará mal! – ¡De todas maneras, cómo pudiste! ¡Es nuestra hija, como fuiste capaz de entregarla así como si no valiera nada para nosotros! Madre estaba como loca, incluso lloraba de la misma rabia que le había provocado la noticia. Entre ellos era un tire y afloje, nadie quería perder en esta discusión. – ¡Aseguré el bienestar de nuestra hija! ¡¿Te das cuenta lo que nos ha traído su inusual problema?! ¡Ya no tendremos más que preocuparnos a quién entregarla y a quién no! ¡No tendrá mejor vida que en el Palacio! – ¡¿Mejor vida?! ¡Sabes bien como es el faraón! ¡¿Crees que nuestra hija va a estar bien en su harem?! A madre parecía que estaba por darle algo de lo mal que estaba, yo la agarré de los hombros y le dije: – Madre, tranquilízate. Yo estaré bien, me sabré defender en ese lugar te lo aseguro. – Pero hija... – dijo llorando. – Madre... – dije limpiándole las lágrimas – Tranquila yo estaré bien, sabré manejarlo o al menos eso espero. Mi serenidad hacía que todos me observaran sorprendidos, probablemente la otra chica que estaba en este cuerpo a esta hora estaría llorando desconsoladamente. Pero yo no podía desesperarme de esa manera, cuanto más serena estuviera pensaría mejor de qué manera podría salir de esta. Ahora solo tendría que hacer lo que mi padre me había dicho y empezar a preparar todo lo necesario para ir al palacio. Narrador: Al día siguiente, Nefertina junto con su padre se dirigió al palacio. La joven no estaba nerviosa, sabía que esto podía pasar y debía afrontar las consecuencias. Bajo ningún contexto ella descartó la idea de que el faraón podía descubrirla, pero sí mantenía una esperanza. A pesar de todo esto, le veía el lado positivo a las cosas, podía acceder a otros lugares del palacio y observar la vida del mismo, algo que tal vez no hubiera podido hacer si el faraón no la hubiera descubierto. En la misma sala del trono se encontraba el faraón, emocionado por conocer su nueva posesión. Bajo ninguna circunstancia ella levantó la cabeza, quien habló fue su padre aunque en un corto período de tiempo, luego el faraón centró su atención en la joven Nefertina. – Bien dije que pronto nos volveríamos a ver, realmente estoy muy feliz de tenerte aquí conmigo – dijo besando su mano. Nefertina ni siquiera le respondió y siguió mirando hacia sus pies, en solo mirarlo no quería ni pensar lo que podría suceder entre él y ella cualquier día de estos o bien... esa misma noche. Tenía que pensar en algo rápido, alguna excusa que le evitará estar con él esa misma noche. Aunque mantenía la calma, quería salir corriendo de allí pero nada podía hacer. – Parece que eres un poco tímida – dijo sonriendo. El padre de Nefertina se despidió de ella y una vez que quedó a solas con Ramsi, envió a llamar a una de las criadas y le dijo: – Quiero que le prepares una habitación fuera del harem... Eso le aliviaba un poco, pues evitaría las miradas indeseadas de las demás concubinas, aunque no evitaría encontrarlas de vez en cuando, trataría de evitarlas a toda costa. – Si su majestad – dijo la criada y se fue. El faraón miró nuevamente a la joven Nefertina y dijo: – Estarás en esa habitación tranquila sin interrupciones para que sigas con tus escrituras tranquilamente. Tanta amabilidad del faraón la hacía sospechar; Ramsi continuó hablando: – Bien has dicho que quieres plasmar por escrito como es la vida en Egipto y a raíz de eso también debes incluir la vida en el palacio. – Así es... – logró decir Nefertina al fin. – Pero no creas que solo te dedicaras a eso solamente, también tendrás que cumplir tus obligaciones como esposa. Ya decía Nefertina que tanta amabilidad no era buena, ojalá pudiera encontrar una manera de evitar esto por lo menos por un tiempo, hasta que logrará encontrar una solución; se le había ocurrido una idea pero no sabía si iba a funcionar. – Soberano... – dijo de una manera que podía decirse que destacaba pureza – Cómo su esposa... ¿puede cumplirme un deseo? – Depende de cual sea... – No le voy a pedir mucho... mire yo apenas tengo catorce años y aún no me siento preparada para ciertas cosas que debería hacer como esposa... quisiera que en este momento usted me hiciera una promesa. Ramsi pensativo la quedó mirando y asintiendo con la cabeza le indicó que siguiera su relato. – Solo quiero que usted todavía no me convirtiera en su mujer, hasta que cumpla mis quince años. Pues en este tiempo solo quiero dedicarme a mi escritura, pues... Es el sueño de mi vida poder plasmar por escrito la vida en Egipto. ¿Me puede prometer eso? Los ojos tan puros de Nefertina, hacían que cualquier hombre cayera rendido a sus pies, pero sobre todo, demostraban cierta pureza tanto en cuerpo y alma que jamás el faraón había visto en otras mujeres. Claramente era una niña que jamás había vivido los horrores que tal vez Ramsi vivió desde joven cuando fue a la guerra. Más ante estos ojos llenos de pureza, no podía negarle tal petición. – De acuerdo te lo prometo.
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