Capítulo 11

1553 Words
Como Ramsi me había dado la oportunidad de practicar libremente la escritura, para empezar a crear mi libro tenía que averiguar cómo vivían los habitantes de Egipto, eso en un principio. Así que llamé a la criada que Ramsi me asignó y le dije que me acompañara a dar una vuelta por el pueblo. La mujer me dijo: – ¿Sabe el faraón que usted saldrá? – ¿Tengo que avisarle que voy a salir? – Sería lo conveniente mi señora. A pesar de que yo obviamente no tenía la edad de una mujer adulta, ella me decía así como símbolo de respeto, pero sobre todo porque era una de las esposas del faraón. Exhalé un suspiro, la verdad no tenía muchas ganas de buscarlo, pero como ella decía que era conveniente; allá fui. – Si no está ocupado se lo diremos, si lo está… le daré aviso a otras de las criadas para que le diga que salí por si me busca. – De acuerdo… Prácticamente la mayor parte de las veces se encontraba en su despacho ocupándose de los asuntos del gobierno, tal vez tendría que agregar a mi información como era la vida del faraón, pero eso lo dejaré para más adelante. Llegué a su despacho y no estaba, seguí rumbo a la sala del trono, pues probablemente se encontrará ahí y así era, pero no se encontraba solo… una mujer lo acompañaba y era más que obvio que resultaba ser una de sus esposas, por la manera en que acariciaba su mejilla. Fastidiada por esa escena, no por celos aclaro, sino porque no era una persona que me gustará el romanticismo y mucho menos enterarme de los amores que el faraón tenía por ahí. Me di la media vuelta y fui del lugar junto con mi sierva, para disfrazarme y salir rumbo al pueblo. Esa escena no me perjudicó en nada durante mi observación y sin preocupación alguna fui grabando algunas cosas en mi mente, al mismo tiempo, enganchando lo que veía con algunas cosas que sabía. Empezaré contando algunas curiosidades de su vida cotidiana, explicando lo que sé. Bueno… empezaré diciendo algo muy general que probablemente muchos lo sepan. En esta cultura la vida y la muerte están íntimamente ligadas, todos sabemos que ellos creían en la vida después de la muerte, las tumbas generalmente estaban equipadas con cosas que comúnmente tenemos, comida y demás. Pero algunas (generalmente las tumbas de los faraones), además de guardar en las tumbas de sus amos muchas riquezas, también algunas de ellas poseían baños. Cuestión que al faraón no le faltará nada incluso después de la muerte. Con esto debemos tener en cuenta la gran creencia que tenían estás personas, acerca de la vida de ultratumba, tanto así, que se volvieron unos expertos en momificaciones, embalsamando a sus muertos, preparandolos para el comienzo de su otra vida. Dejando el tema de la creencia de los antiguos egipcios, ahora les comentaré otra curiosidad; el casamiento. Bien mencioné anteriormente como era el divorcio en el antiguo Egipto y de qué manera se consumaba el matrimonio. Además de lo dicho anteriormente también cabe destacar que el matrimonio generalmente no se hacía por amor, sino que consistía en una alianza familiar para que dos familias tuvieran más posibilidades de sobrevivir económicamente, por eso mencioné que muchas mujeres no se separaban de sus esposos, por miedo a los problemas económicos que estos podían traer posteriormente al hecho. Dicho esto, también quiero comentar como era su vestimenta, que incluso llevándola puesta, podía saber porqué era tan cómoda y tan liviana. Obviamente que viviendo en un clima árido, no puedes ir vestido de campera y gorro (incluso ni se si en esta época existe), pues te mueres de calor y ya estarías bastante mal de la cabeza si usas eso, así que toda la ropa que ellos usaban era confeccionada con tela de lino, lo que la hacía muy ligera, incluso lo podía notar al caminar con ella. Realmente voy muy cómoda y fresca, cabe decir que mi capa era también hecha de la misma tela, por lo tanto no sentía el calor, además me protegía del sol fuerte y abrasador. Recorriendo un poco el lugar, empecé a observar detenidamente cómo eran las casas, mirando más de cerca y con detalle, me di cuenta que muchas de las casas estaban construidas con ladrillo con una mezcla de lodo y paja. La mujer que estaba en la casa a salir para afuera me miró como diciendo qué haces tú aquí, más yo antes de que me dijera algo solo le dije que estaba observando su casa porque me parecía muy linda y acogedora. La mujer me sonrió y me dio las gracias, obviamente que nadie consideraría una casa tan humilde linda, pero lo que realmente importaba era que quien viviera ahí, estuviera feliz y ver la alegría que le causó al yo decir esas palabras… realmente me emocionó. – Mi señora… – dijo mi sierva – Ya está anocheciendo, deberíamos volver. Miré el cielo y era cierto, todo este tiempo había estado tan ensimismada en mis pensamientos que ni siquiera me percaté de que se estaba haciendo la noche. Obviamente hoy no alcanzaría para saber todo lo referente a cómo vivían los egipcios, había mucha cosa que procesar y ver, por lo tanto, sería un trabajo que me llevaría tiempo y dedicación. De inmediato, regresamos al palacio, casi cayendo la noche. Adentrándome por los recovecos del palacio, rezando por no encontrarme al faraón, ingresé a mi habitación pero adivinen quien estaba… el faraón. Su rostro expresaba que no estaba muy contento y estaba más que claro que me regañara por no decirle que saldría, aunque se lo había dicho a una criada para que le avisara por si llegaba buscarme. Mi sierva que estaba detrás de mí oculta, casi temblando como una hoja, bajo la orden del faraón se fue de la habitación y me quedé a solas con él. Por un lado estaba aliviada de que no estuviera, no quería que por mi culpa fuera castigada. – Nefertina… – dijo molesto pero con voz suave – Hoy realmente has sobrepasado los límites, ¿desde cuando tienes permitido salir sin que yo lo sepa? Yo estaba con la mirada clavada a mis pies, pero no estaba dispuesta a callarme. – No me fui del palacio sin que tú lo supieras si vamos al caso – dije levantando la vista seriamente y firme – Le avisé a una criada que si tú me buscabas te dijera que estaría en el pueblo. ¿O no? – Sí, pero ese no es el problema. Tendrías que habérmelo dicho tú. – Fui a buscarte para decirte, pero resultó que estabas bastante ocupado – dije con sarcasmo recordando la escena que vi – Así que decidí no molestarte, sino me crees pregúntale a mi criada, ella ha estado todo este tiempo conmigo o bien a los soldados, que cortésmente me saludaron cuando salí del palacio. Ellos te dirán que iba acompañada, incluso fue ella quien me dijo que debía avisarte de que iba a salir, pues si hubiera sido por mi, no lo hubiera hecho. – Ese es el tema, pero no el principal… saliste del palacio sin protección alguna… debes recordar que tu inusual color de ojos, llama mucho la atención. – Salí disfrazada, casi nadie me vio mi cara. – Que bueno – dijo fastidiado – Pero también hay algo más que debo reclamarte… Yo exhalé un suspiro también fastidiada por aquella situación, me reí sarcásticamente y dije: – ¿Acaso eres mi padre para reclamarme algo? ¡Ni siquiera él me ha reclamado algo y pretendes hacerlo tú! El faraón se mordió los labios de la rabia, bien estaba haciéndolo enojar. Se acercó a mí unos pasos, retrocedí y me agarró de ambos brazos empujándome hacia él. – ¡SUÉLTAME! ¡ME ESTÁS LASTIMANDO! – grité pero no me hizo caso y siguió sosteniéndome fuerte y mientras más quería soltarme más me dolía; realmente era muy fuerte. – ¡Yo quiero que a ti te quede claro algo! – dijo a solo unos centímetros de mi cara – ¡Ya no estás más bajo el mando de tu padre, sino que estás bajo mí poderío! ¡Y no voy a permitir que me faltes al respeto! ¡Bien puedo ser muy tolerante contigo, pero hasta cierto punto! Así que de buena manera te pido – dijo calmando un poco su agarre – Que seas una buena esposa… Me soltó y yo agarré mi brazo derecho con mi mano izquierda tocándole suavemente y dándole unos masajes para que se me pasará un poco el dolor. ¡Ese bestia! – dije para mí con rabia, pero de lo mismo no podía expresarlo, porque me daban ganas de llorar. Él no relajando su rostro molesto, continuó diciendo: – A partir de ahora no saldrás a ninguna parte, solo irás a los lugares que yo vaya. Y si quieres salir saldrás conmigo, de lo contrario, irás al calabozo y no saldrás nunca más de allí. ¿Me has escuchado? No estaba bromeando y sabía bien, lo que el faraón decía… se cumplía al pie de la letra. Tendré que aprender a ser más cuidadosa y por mucho que me cueste… de alguna forma ganarme su confianza.
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