En el área de la tina de todos los aposentos del castillo tenía cortinas para mayor privacidad en casos que fueran necesarios, así que la doncella al instante obedeció escondiendo a la princesa de la vista de ojos inoportunos, como los del joven que había acabado de entrar por órdenes de Leah. Karl también quedó impresionado porque el aposento de la princesa era más bonito que el de Sebastien, como si eso fuera posible, ella lo había logrado.
«Vaya…» piensa Karl dejando la comida sobre la mesa, mirando de reojos que quizás Leah estaba detrás de esa cortina.
—Deja la toalla y mi bata cerca, ahora, déjenme sola, chicas. Quiero comer en privado —ordena Leah bajo las miradas confundidas de las doncellas que tomaron del brazo a Karl para que saliera con ellas diciéndole:
—La princesa quiere
