La familia real estaba acostumbrada a levantarse temprano, quisieran o no, ya que las doncellas siempre entraban para prepararles la tina de su primer baño del día, la ropa y todo lo que necesitaran los príncipes y los reyes antes de su primera comida. Karl no tenía idea de esto, él se imaginaba encontrarse al príncipe Sebastien roncando en su lecho. Por eso cuando tocó la puerta de los aposentos de Sebastien y le abrió una joven doncella quedó perplejo.
—Su majestad, llegó su alimento —dice la doncella dejando pasar a Karl que, cuando entró a los aposentos del príncipe de cabello plateado, sintió que entró en otro mundo completamente distinto al que conocía.
La recámara del príncipe era enorme, y si él creía que su hermano gemelo tenía lujos, se dio cuenta que estaba muy equivocado. Las
