Leah abrió sus ojos con asombro y hasta el mismo Karl se sorprendió de sus propias palabras. Él deseaba unir su cuerpo con ella más que cualquiera, y ahora que la princesa estaba ofreciéndose en bandeja de oro, él la cuestionaba. La verdadera razón era porque, aunque sonara demasiado apresurado, Karl sentía que ya la amaba, no sabía como y cuando sucedió, pero el rubio comprendía en lo mas profundo de su ser, que ese «algo» que sentía por Leah no era igual a nada de lo que había experimentado antes en su vida con otra chica que pasó por su vida. Una parte de él deseaba hacer las cosas bien, comprendiendo que, quizás su sentir no era recíproco. —¿Desde cuando piensas tanto? —cuestiona Leah con el ceño fruncido, detestaba que Karl estuviera en lo correcto. —No lo sé… creo que es la primera