Los dedos de Karl se hundían en el oscuro y abundante cabello de la princesa. Con sus ojos cerrados, disfrutaba mejor sus labios unidos con los de Leah que, reposó sus brazos sobre los hombros de Karl, deleitada por cada segundo que transcurría unida a él. El muchacho se olvidó de absolutamente todo, para enfocarse nada más en ese beso con Leah, en sentir su lengua, sus fluidos entremezclados con los suyos, sus labios cálidos que de vez en cuando mordía, él los encontraba tan carnosos y deliciosos que, en medio de esa unión el joven suspiró llevando su mano lastimada a la cintura de Leah para acercarla más a él, pero cuando hizo eso, sintió como si un rayo hubiese impactado en él. El dolor punzante de la herida en la palma de su mano, más la muñeca dislocada recorrió todo su brazo y despué