Al rey Zander no le costó mucho encontrar a Noah, él estaba en el área de las caballerizas, cerca de su aposento, el joven se encontraba de pie mientras que otro muchacho rubio le quitaba las herraduras a uno de los caballos. Noah le estaba enseñando a su hermano. —¿No te duele la mano, Karl? —pregunta Noah porque veía que su hermano estaba usando sus manos sin quejarse mientras lijaba la pezuña del caballo mientras Noah tenía la herradura en su mano, hace poco la había enlistado para que estuviera preparada para el caballo. —Siento una leve molestia, pero no me duele tanto como hace cuatro días. Ya no sangra si hago mucho esfuerzo, eso es lo más importante —explica Karl enfocado en lijar —. Estoy bien, Noah. La semana que viene ya estará completamente cerrada la herida. Lo importante es