Mientras tanto, alejados del brillo, música, elegancia y festividad que se respiraba en el palacio, Karl y Noah se encontraban con los caballos apilonando heno con un rastrillo para que los caballos comieran. Eran un total de cinco caballos los que Noah siempre se había encargado, esos cinco eran de la familia real, y ahora se añadieron dos que había preparado para que la reina Esther y el rey Zander utilizaran. En horas de la tarde los gemelos les habían cambiado las herraduras y ahora con sus “zapatos” nuevos, les estaban dando de comer. Apilar el heno no era tan sencillo así que Noah se sentía alegre que ahora tenía ayuda de su hermano. —Para este momento lady Beatriz ya debe estar aquí en el palacio —comenta Karl arrastrando el heno hacia los caballos —¿crees que el rey Zander de verd
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