La princesa Leah observó que aquel extraño joven todavía tenía esa peligrosa arma en su mano, parecía una daga o quizás un cuchillo, no importaba lo que fuera, porque ella lo que hizo fue quitársela de las manos mientras él todavía seguía confundido por el par de golpes que le dio. Sin embargo, su confusión no duró mucho porque el extraño la empujó levantándose bastante rápido. Karl se tambaleó un poco viendo que esa lady tenía su arma, todo se había complicado, ella vio su rostro así que tenía dos opciones: matarla en ese mismo instante y continuar con su misión, o huía como todo un cobarde esperando un mejor momento para regresar porque era evidente para él que la suerte nunca estaba de su lado.
«Si el lord supiera que una rata tiene mejor suerte que yo, no me hubiese contratado, es bueno que él no pueda ver esto» piensa Noah al instante que la princesa lo apunta con su propia arma, siendo ese un claro indicativo que la suerte no existía en su vida, porque incluso sus víctimas lo amenazaban con el arma que se suponía era para quitarles la vida.
—¿Eres hermano de Noah? No sabía que él tenía un hermano… pero es obvio que lo eres —dice Leah mirando a su agresor de pies a cabeza sin dejar de apuntarlo con esa arma blanca, porque todavía no confiaba mucho en él.
Karl mira a la chica con una expresión llena de confusión en su rostro. Sin embargo, como una lumbrera, una idea llega a su mente iluminándola. Es por esa razón que, sin pensarlo asiente con su cabeza.
—S-Si… él es mi hermano, vine a visitarlo —miente Karl diciendo aquellas palabras que salen de su boca sin haberlas procesado en su mente antes de decirlas.
Leah hace una expresión de sospecha en su rostro acercándose a él, y por la forma como ella agarraba su daga, era claro que sabía cómo usarla, así que Karl se quedó inmóvil viendo como esa muchacha de ojos extraños comenzó a caminar alrededor de él como si estuviese buscando algo que se le había perdido.
—No he robado nada, así que no tienes que rodearme de esa forma. Estoy aquí porque vine a ver a… —dice Karl tratando de recordar el nombre que la chica dijo minutos atrás, pero como estaba tratando de salirse de esa situación, su memoria en cuanto a los nombres daba mucho que desear —a mi hermano —dice en lugar del nombre —, se me hizo tarde y pues…
—Algo me dice que estás mintiendo —murmura Leah acercándose con prudencia para olfatearlo y «escucharlo» mejor —tu corazón está latiendo con fuerza mientras hablas, típico de un mentiroso.
—Que buenos sentidos tienes —admite Karl con honestidad y Leah no pudo evitar sonreír porque eso no era del todo cierto.
—Cuando me conviene los uso.
—Tenemos algo en común entonces, milady —responde Karl con una mínima sonrisa, pero luego se torna serio tragando saliva. «¿Y si la asesino y me voy corriendo? aunque… me da curiosidad ese supuesto hermano, ¿pero, y si es una trampa?» —piensa Karl diciéndole: —milady, ¿podría llevarme a dónde está mi hermano…?
—¿Crees que olvidaré todo lo que me hiciste? Cuando mi padre el rey se entere…
—¿El rey? —cuestiona Karl de inmediato interrumpiendo las palabras de la muchacha —¿eres la princesa de este reino?
Leah sonríe irguiendo su espalda y levantando un poco el mentón respondiéndole con aires soberbios:
—Soy la princesa Leah Orson Alistair, la tercera hija del rey Arthur y la princesa de Victoria Alistair. En este palacio hay muchos príncipes, pero solo los tres hijos del rey son los mas importantes —responde Leah mientras se pasaba una mano por su cabello.
Karl de inmediato traga saliva, porque la hija del rey había visto que intentó matarla, se suponía que todo debía ser limpio y en su primer día lo había arruinado. En su defensa, era su primer día como asesino, así que tenía todo el derecho de equivocarse, por eso como última instancia se arrodilló ante ella pensando en un nuevo plan porque a pesar de ese primer percance la misión de matarlos a todos no había terminado, sin embargo, el lord nunca le comentó que los príncipes sabían cómo defenderse, incluyendo ¡la misma princesa!
«Ahora entiendo por qué él dijo que lo hiciera mientras dormían… ¿Qué hacía esa mujercita despierta a esta hora?» piensa Karl chasqueando su lengua mientras estaba con la cabeza gacha mirando el suelo.
—¡Perdone la forma como la traté, su alteza! —pide Karl y Leah esboza una risa agachándose, diciendo:
—Te lo dejaré pasar solo porque eres el hermano de Noah, ya que de lo contrario tu cabeza sería cortada en la guillotina a primeras horas de la mañana por haberme atacado de esa forma. Levántate, te llevaré a donde tu hermano.
Karl la mira de reojos y lo que hace es levantarse con lentitud, Leah se coloca detrás de él empujándolo para que comenzara a caminar.
—Irás adelante, no confío en ti.
Karl la mira por el rabillo del ojo respondiéndole:
—Pero como caminaré adelante si no sé a dónde me llevará, milady…
—Solo camina, te empujaré hasta que lleguemos a la casa de Noah —declara volviéndolo a empujar, y Karl lo que hace es fruncir sus labios con molestia tragándose un par de maldiciones que iban dirigidas a esa princesa que arruinó sus planes.
—¿Puedo preguntarle algo, su alteza? —pregunta Karl caminando dos pasos delante de Leah.
—Si, di lo que quieras —acepta Leah de manera serena —… yo también quiero preguntarte algo.
—¿Qué hacía despierta a estas altas horas de la noche? El sol se ocultó hace horas. Todo este enorme palacio se encuentra durmiendo… ¿por qué la princesa es la única que no se encuentra en su lecho?
—No podía dormir —responde Leah sin mucho afán —salí a pasear, y luego tu apareciste de la nada para intentar matarme.
Karl suelta una sonrisa con aires nerviosos.
—Que terrible, disculpe mi arrebato…
—No estas disculpado —declara Leah con un tono de voz tan seco como un riachuelo en pleno verano en el reino de Gavril —Yo nunca olvido… y tu trato hacía mi no será pasado por alto, sin embargo, como ya te dije, tu vida continuará en tu cuerpo solo porque eres el gemelo de Noah. Sin embargo… ¿Por qué hasta ahora es que nos enteramos de esto? —murmura Leah con duda en su voz luego de decir esas últimas palabras.
» De ahí viene mi pregunta: ¿de dónde vienes? ¿Por qué apareciste hasta ahora? Además ¿por qué mi abuela no sabía de su existencia? De ser así ella también te hubiese acogido…
El rostro de Karl era todo un poema de confusión en ese momento, no tenía idea de lo que estaba hablando esa princesa, ¿Por qué la reina Esther iba a saber de su existencia? El rubio no veía una razón importante para que una reina supiera quien era él, pero luego al instante pensó:
«Claro… el supuesto hermano que esa lady tanto habla al parecer tiene conexión con la reina Esther. ¿Le habrá ido tan mal como a mí con la reina Sarah?» piensa Karl diciendo:
—Pues… ella no me acogió, como puedes ver. Y mi hermano… ¿le ha ido bien? ¿Tu abuela lo ha tratado bien? —pregunta Karl con una ola de curiosidad que lo invadió de un momento a otro.
—Por supuesto, Noah se ha criado como parte de la familia, es un siervo, pero… es otro más de nosotros —responde Leah con una sonrisa involuntaria por tan solo recordar al rubio.
—Que bien, supongo —dice Karl sin saber que más decir, solo que su curiosidad aumentaba más con cada paso que daba.
Mientras tanto en el lugar de Noah
El joven estaba en la cama encima de Brenda, se estaban besando mientras se tocaban mutuamente. No se habían quitado la ropa, pero Noah tenía sus manos ocultas en las zonas íntimas de Brenda, como lo eran sus senos, y su feminidad. Brenda no se quedaba atrás porque mientras él la tocaba de una forma que a ella la tenía extasiada, la pelirroja se encargaba de frotarle la entrepierna a Noah al mismo tiempo que los dos gemían del placer deseando ir mas allá que esas caricias llenas de lujuria, pero las circunstancias se los impedían.
Pero luego los dos se detienen de forma abrupta, cuando sus agudos oídos escucharon pasos acercándose, seguido de un aroma bastante conocido para ambos. Con rapidez, Brenda se levantó de la cama de Noah mientras se acomodaba su vestido al mismo tiempo que Noah se subió los pantalones, acomodándose la camisa entre tanto Brenda se acomodaba su enrulado cabello y se colocaba la capa.
—¿Por qué Leah viene a tu aposento a esta hora? —pregunta Brenda todavía con una respiración algo entrecortada.
—Esa misma pregunta me la estoy haciendo yo. No tengo idea… —declara Noah señalándole a Brenda la cama —toma asiento, fingiré que te estoy leyendo un libro —dice él sentándose con rapidez en su única silla tomando uno de sus libros para pretender que lo estaba leyendo.
Cuando Leah llega, toca la puerta tres veces y Noah carraspeando su garganta mira de reojos a Brenda que asiente con la cabeza, y él con tranquilidad abre la puerta con el libro en la mano. En el momento que el muchacho estaba frente a la princesa, se dio cuenta que Leah vino acompañado por un sujeto que tenía un aroma que al instante lo sintió familiar y reconfortante, tanto que su corazón se comprimió. Karl se había colocado su capa así que Noah todavía no le había visto el rostro, por otra parte, Leah entró a la habitación del rubio con una sonrisa, pero luego su expresión de alegría se desvaneció cuando vio a Brenda ahí.
—¿Qué haces aquí, Brenda? —pregunta Leah con un toque de amargura en su tono de voz.
—No podía dormir, así que le pedí a Noah que me leyera un cuento. Como bien sabes, él los lee de forma interesante —dice Brenda con naturalidad, sin embargo, Noah estaba todavía con su mano sobre la perilla de la puerta viendo a ese joven.
—¿Quién es él? —pregunta Noah al instante que Karl se acerca a él olfateándolo como si fuese un sabueso, sintiendo como su piel se erizaba porque su aroma lo sentía entrañable, como si estuviese viendo a un viejo amigo que había extrañado por mucho tiempo.
Sin embargo, era extraño porque… él no tenía ningún mejor amigo y no extrañaba a nadie. Karl lo que hizo fue quitarse la capa viendo cara a cara a Noah, que abrió sus ojos de par en par dejando caer el libro que tenía en sus manos, Karl no supo con exactitud si eran idénticos porque él no había visto su reflejo en años, así que se había olvidado como era exactamente su aspecto, pero Noah que si lo había hecho tenía su boca entreabierta y sus ojos fijos en Karl con una expresión en su rostro como si estuviese viendo a un fantasma.
—¿Quién eres… por qué tienes mi rostro? —pregunta Noah retrocediendo un par de pasos, que Karl llenó cuando entró a la habitación, y Brenda con lentitud se levantó de la cama viendo espantada a ese otro joven.
—¿Noah tiene un hermano gemelo? —pregunta Brenda una interrogante que se respondía por si sola, pero su asombro por lo que veía la hizo decir aquellas palabras.
—Si, a mí también me pasó lo mismo… aterrador, ¿verdad? —dice Leah con una sonrisa pasando su atención de Brenda, hacia los hermanos y fue ahí que ella se exaltó un poco cuando preguntó: —¡Todavía no se tu nombre! ¿Cómo te llamas, gemelo de Noah?
Karl que no le quitaba la mirada de encima a Noah respondió:
—Me llamo… Karl Bram —dice él mientras Noah entrecerró sus ojos diciendo:
—Karl Bram… —responde Noah como si deseara imprimirse el nombre de su hermano al decirlo en voz alta —Yo soy Noah Avery…
En los labios de Karl se dibujó una sonrisa, al mismo tiempo que sentía un gozo en su corazón. Esa inusual alegría lo arropó tanto, que por un momento se olvidó de todo a su alrededor, incluso la razón del por qué estaba ahí en primer lugar.
—Avery… —dice él sin quitar esa sonrisa —se nota que no viviste en el reino humano. Tu apellido es Bram, porque tu cabello es rubio, todos los rubios deben apellidarse Bram, los Avery son pelirrojos —responde Karl acercándose más a él, comprendiendo que ese apellido se lo había dado la reina Esther, todos los que no la conocían de vista como él, sabían que ella era pelirroja y como humana que era, pertenecía al clan de los Avery.
—La reina Esther me dio su apellido de soltera, ella… me crio.
Karl sonríe viendo como Noah también lo hacía.
—¿Fue buena contigo? —pregunta casi sin pensarlo.
—Si, ella es como mi madre —responde Noah y Karl entrecierra sus ojos asintiendo con la cabeza.
—Que bien, me alegro de que una reina si fue realmente amable con mi otra mitad —dice Karl y sin darse cuenta sus ojos comenzaron a humedecerse, pero rápidamente se los restregó y fingió como si algo se le hubiese metido en sus ojos.
—Creo que deberíamos irnos, Leah —susurra Brenda a la princesa que asiente con la cabeza —ellos tienen mucho que hablar, mira se olvidaron de nosotros —murmura la pelirroja dándose cuenta de que, de un momento a otro, Noah y Karl no dejaban de observarse, y era claro que deseaban abrazarse, pero ninguno de los dos daba el primer paso.
—Noah, gracias por leerme el cuento… —dice la muchacha con un tono de voz mas alto y fue ahí que Noah dejó de ver a su gemelo desviando su atención a Brenda, mientras que Karl desvió su atención a la princesa Leah.
—De nada —dice Noah carraspeando su garganta —. Puedes venir cuando lo desees.
—Eso haré… —responde Brenda mirando con mas atención de la necesaria a Noah, es ahí cuando se da cuenta de eso, ella traga saliva desviando su mirada hacia Leah que observaba a la pelirroja con sospecha —Vámonos, Leah… dejémoslos solos.