Ese mismo día en horas de la noche:
Ya todos se encontraban en sus habitaciones, era hora de dormir así que el castillo estaba prácticamente solitario. Noah no vivía en el palacio, él tenía su propio lugar afuera en una pequeña casita que estaba cerca de las caballerizas. Todo el tiempo los príncipes iban a visitarlo y cuando eran niños se quedaban durmiendo ahí con él, pero conforme fueron creciendo las visitas fueron disminuyendo, pero no cesaron. En ese instante el rubio estaba escribiendo en un diario lo que había acontecido el día de hoy. A Noah le encantaban las letras, su sueño era ser historiador o escribano, pero no sabía si podría lograrlo algún día, porque los siervos nunca podían dejar el palacio, aunque quizás si le decía al rey Arthur él se lo permitiría, sin embargo, hasta ahora él no se había atrevido a irse del gran castillo real porque si lo hacía, era muy probable que ya no podría ver tan seguido a…
«Toc, toc, toc» tocan la puerta y el joven por ese aroma pudo sentir quien era.
De inmediato él se levantó de la mesa donde estaba. Al abrir la puerta se encontró a Brenda, ella venía con una capa con capucha y una lámpara de aceite en su mano izquierda. Él la dejó entrar y cuando cerró la puerta los dos se besaron con desesperación como si no lo hubiesen hecho en siglos.
—¿Nadie te vio venir aquí? —pregunta Noah quitándole la capucha a la muchacha que, negó con su cabeza.
—Nadie me ha seguido…—dice ella colocándose de puntitas para volver a besar al rubio.
La verdad era que lady Brenda no estaba enamorada del príncipe Leif, a pesar de que era un joven muy guapo y amable, ella nunca lo había visto con ojos románticos, él no era su otra mitad, sin embargo, su padre Levi y su madre no lo comprendían, ellos anhelaban que ella contrajera matrimonio con el príncipe Leif, solo porque el príncipe era hijo de su mejor amigo que era el rey Arthur…
—Mi padre vino a hablar con el rey Arthur… creo que el casamiento con Leif va en serio. Creo que ya no lo puedo posponer más.
Noah frunce sus labios con aprensión desviando su mirada hacia el suelo.
—Leif te ama… siempre te ha amado, además si te casas con él eventualmente serás la reina, él es el príncipe heredero.
—¡No me importa ser la futura reina! El príncipe Leif no es mi compañero de vida, en cambio tu si, Noah. Digámosle a mi padre, él comprenderá… también el rey Arthur y a Leif ¡Ya dejemos de escondernos! —exclama Brenda acercándose a él para acariciarle una mejilla.
—Sabes que no podemos, Brenda. Si Leif se entera de esto, lo tomará como traición… además a tu padre no le agrado, no sé por qué, pero puedo sentir el desprecio en sus ojos cuando me mira. Nuestra relación nunca sería aceptada por tu padre…
El lord Levi tenía un «pasado» con el rey Erik, el verdadero padre de Noah, por eso él nunca le agradó el joven porque su aroma le recordaba al finado rey de Kaan, sin embargo, esa información Brenda y mucho menos Noah conocían. Era claro que los padres de aquellos jóvenes guardaban varios secretos que preferían no revelarles a sus hijos.
—¡Entonces escapemos! —exclama Brenda —¡Si me caso con Leif me sentiría que estoy con un hermano o algo parecido! ¡Incluso los dos somos pelirrojos! Es terrible… yo le he dicho mil veces que no siento nada por él, pero Leif no me escucha, él no se rinde.
—Si, Leif es mas terco que una mula —admite Noah suspirando un poco —pero… no podemos escapar, Brenda, no es viable. Si me voy contigo deshonraría a tu padre, mi madre… quiero decir, la reina Esther se sentiría muy decepcionada sin mencionar Leif, me odiaría de por vida… él no comprenderá que somos destinados, me verá como ese mejor amigo que le “robó” a la chica que él ama…
Brenda que conocía las consecuencias de todo, lo que hace es abrazar a Noah sintiéndose frustrada, Noah también la abraza con mayor dependencia, porque ella no tenía idea que él se sentía peor. Ambos pensaban que no tenían salida y que quizás su destino no era estar juntos... y de tan solo imaginarlo les llenaba de dolor a los muchachos. De esa manera, luego de un largo y silencioso abrazo ella vuelve a besarlo y él la lleva a la cama, Brenda se sienta encima de él y comienzan a besarse lentamente, como si desearan probarse con paciencia, porque siempre sospechaban que quizás esa vez, podría ser la última. Noah y Brenda deseaban ir más allá, pero no podían hacerlo, él no podía deshonrar a la lady de Havadur a pesar de que en más de una ocasión deseaba hacerla suya, y la pelirroja igual… lo único que podían hacer era eso, besarse y acariciarse porque el amor secreto de ambos estaba prohibido…
—Quiero ser tu primer hombre, Brenda… —murmura Noah cuando comienza a quitarle la capa con lentitud.
—Lo serás… mi cuerpo será tuyo, Noah —responde la joven entre los labios del rubio…
Mientras tanto, en los pasillos del palacio real…
Leah se movía en su enorme cama rodando de un lugar a otro sin poder encontrar ninguna posición agradable, a pesar de que su lecho era muy cómodo. La joven pelinegra se levantó de su cama y con un suspiro cansado dijo:
—No puedo dormir—murmura ella de forma ensimismada porque la razón de su falta de sueño era Noah...—¿Por qué no le gusto?, estoy comenzando a pensar que… soy fea —susurra Leah porque nunca había recibido ninguna propuesta de ningún joven en el palacio, y el muchacho que le gustaba la ignoraba por completo —¿Qué mas señal necesito? Soy fea y moriré sola… —susurra la chica sintiendo un nudo en su garganta.
Con desánimo, Leah se levantó, cogió una de las velas que iluminaban su cuarto, y con mucho cuidado la colocó en un candelabro individual. Con el candelabro en su mano, ella lo dejó por un segundo sobre la mesita y luego se colocó una bata de seda para ocultar su camisón de dormir, calzó sus pies y decidió ir a dar un paseo.
—Quizás solo necesito aire fresco, mis aposentos me están sofocando —se dice para si misma la princesa saliendo de su habitación.
El pasillo estaba tenuemente iluminado con algunos candelabros de pared, así que ella sonrió porque fue buena idea que se hubiese traído su propia luz. La princesa Leah nunca había usado demasiado sus instintos de híbrida, por ejemplo, su olfato, buen oído, y solo por decir algunos. Ella siempre había dado por sentado sus habilidades, por eso en ese instante ni siquiera se percató que entre las sombras alguien se acercaba, pero cuando se dio cuenta fue demasiado tarde porque un extraño la tomó por detrás, y para que no gritara le cubrió la boca con fuerza y luego la empujó contra la pared aprisionándola, sujetando sus brazos por detrás diciendo:
—No hagas ruido… quizás me vuelvo piadoso y te dejo vivir.
Leah que estaba mas asustada que nunca, tenía su mejilla izquierda pegada contra la pared, no podía gritar, sin embargo, esa voz de su agresor le pareció conocida a pesar de que tenía un acento raro, sin mencionar que ese olor también lo encontraba familiar. Con todas sus fuerzas ella comenzó a moverse para liberarse, y ahora de un momento a otro la joven comenzó a forcejear con ese extraño que ya estaba muerto, porque cuando el rey se enterara de su agresión tendría un pase directo a la horca. La princesa era fuerte, sin embargo, su agresor lo era el doble, pero a pesar de todo ella pudo voltearse, ya no tenía su rostro contra la pared así que pudo ver a su agresor, tenía una capucha encima y su rostro estaba cubierto por una tela oscura que solo le permitía ver sus ojos. Leah frunció el entrecejo y sin pensarlo dos veces le mordió su mano con sus dientes de híbrida.
Su agresor al instante se apartó gimiendo como un animal apaleado, pero luego soltó varias groserías, sacando un cuchillo del cinto que tenía en la cintura, estaba dispuesto a matarla, pero la princesa no se quedó ahí y le dio una patada en sus testículos, una vez mas el hombre soltó unas palabras horribles.
—¡Que boca tan sucia tienes!
—¡Maldita!... me diste en todas las bolas —exclama el agresor tocándose sus partes, y Leah vio de reojos su candelabro tirado en el suelo, lo dejó ahí y cuando estaba a punto de correr y gritar, su agresor se recuperó en tiempo récord cogiéndola por su cabello y le tapó la boca una vez más.
—Ya me arrepentí, no te dejaré vivir, serás la primera en morir… —murmura y una vez mas esa voz y ese olor Leah lo reconocía.
—¿Noah? —pregunta Leah sin poder creerlo, su Noah no tenía ese vocabulario tan horrible, y jamás la trataría así…
—¿Quién es Noah? —pregunta el agresor y Leah una vez más hizo lo posible para soltarse de las garras de ese extraño sujeto, de algo le iban a servir sus clases de batalla bélica que su abuelo Zander les obligó a asistir cuando eran niños.
Con un movimiento rápido, Leah logró liberarse del fuerte agarre de ese hombre que sin duda no era un simple humano y tampoco su querido Noah. Como toda una experta ella se impulsó quedando encima del agresor, montándose sobre los hombros de él, y con su propio peso lo tumbó al suelo, él cayó de boca, pero con la mayor rapidez que pudo, se volteó. Su agresor parecía bastante confundido porque no sabía cómo de un instante para otro la chica se había montado encima de él y ahora lo había acorralado.
El extraño hombre oculto bajo sus ropas de asesino se encontraba en el suelo con la joven encima de él en una posición bastante comprometedora, porque ella lo estaba montando mientras él tenía su espalda reposada en el suelo, viendo en todo su esplendor a esa mujercita que quizás era de la nobleza, porque en ese pasillo solo había nobles. La princesa Leah no perdió el tiempo dándole un par de golpes a su agresor en el rostro aprovechando su estado de sorpresa, fue en ese momento que él estaba aturdido, que Leah le quitó ese trapo que ocultaba su cara seguidamente de su capucha, y cuando lo hizo abrió sus ojos de par en par como si estuviese viendo un fantasma.
—¡¿Tú no eres Noah…?! ¿Por qué tienes su cara? Aunque… en una versión mas fea —dice la princesa Leah con desagrado viendo que ese joven era idéntico a Noah, pero tenía una cicatriz en una ceja, su cabello era más largo, desprolijo y parecía como si tuviera días sin afeitarse, a diferencia de Noah que siempre estaba muy limpio y presentable —¿Quién eres? —insiste Leah viendo que ese extraño parecía mareado, sus golpes habían surtido efecto.
«Que humillante, una mujercita me noqueó» piensa Karl quien no había escuchado bien lo que dijo la princesa que… muy pronto haría de su boleto de libertad, que era matar a los reyes, una tarea más difícil de lo que ya era…