Acto 4. Los príncipes y reyes de Gavril

2808 Words
Un mes después, reino de Gavril Un siervo iba a toda prisa en búsqueda del rey para entregarle una importante información. Aquel hombre lobo beta llevaba una carta en sus manos. Con premura, él pasaba entre los siervos y los sirvientes hasta que finalmente llegó al lugar donde se encontraba el rey y varios de los príncipes. Ellos se encontraban en el área de entrenamiento, así que cuando llegó, el siervo se sintió algo mal porque no deseaba interrumpirlos, pero tenía que hacerlo. —¡Rey Arthur! Ha llegado esta mañana una carta de la isla de Dhara—exclama el siervo y al instante logra captar la atención del rey. El rey de abundante cabello rojizo como el cobre se encontraba practicando tiro al arco. Él ya no necesitaba practicar, podría decirse que era uno de los mejores arqueros de los cinco reinos, pero lo hacía para entretenerse y además para enseñarle a su hijo mayor que también había despertado el mismo interés que él por dicha arma; a diferencia de su hijo del medio, el príncipe Sebastien que prefería usar la espada, mientras que su hija menor, la princesa Leah, a ella no le gustaba nada que tuviera que ver con ese tipo de actividades violentas, pero estaba ahí con ellos acompañándoles porque le gustaba la vista… o debería decir, uno de los jóvenes que se encontraba junto a sus hermanos como si fuese su sombra. —¿De la isla de Dhara? —pregunta Arthur volteándose en dirección al siervo, porque eso significaba que sus padres le habían escrito —entrégame la carta, por favor —pide el rey Arthur al mismo tiempo que Noah, uno de sus siervos personales le quita el arco de las manos—Gracias, Noah —agradece Arthur con una sonrisa amable al joven que estaba incluso más emocionado que él. El joven Noah deseaba saber que decía aquella carta que había venido de tan lejos, escrita por el antiguo rey y la reina Esther que, él en secreto de todos consideraba su madre porque ella prácticamente lo había criado. —¿Podrías disimular un poco tu emoción, Noah? La abuela Esther, o debería decir, “mamá Esther” seguro te nombrará como siempre —dice el príncipe Sebastien acercándose a él para rodear uno de sus brazos alrededor de Noah, en una especie de llave. —No estoy emocionado, solo quiero saber que noticias han venido de la reina madre —explica Noah soltándose con cuidado del brusco agarre del príncipe Sebastien. —¡Sebas! —exclama la princesa Leah levantándose de su asiento —deja de tratar así a Noah, se mas educado —ordena la princesa porque ella detestaba cuando eran rudos con su siervo, por eso se acercó al joven de cabello rubio, acomodándole un poco el cabello, pero Noah se alejó decentemente de la princesa… —No se preocupe, princesa Leah, estoy bien. Es normal del príncipe Sebastien ser así. —¡Shhh! Ya guarden silencio —exclama el príncipe Leif, el mayor de los tres hijos del rey —Quiero escuchar lo que dice la carta. —Hasta que al fin se callaron —dice el rey Arthur arqueando una ceja, y luego carraspea su garganta —la carta dice así… ¡Oh! La escribió mamá, es su letra —comenta señalando el papel amarillento, y automáticamente Noah sonríe con agrado, sintiendo un codazo que le dio Leif y Sebastien al mismo tiempo. —Te nombrará, eso es seguro —susurra el príncipe Leif a Noah que sonríe a medias. —“Querido hijo Arthur ¿Cómo está todo por el reino? ¿Tu esposa Victoria se encuentra bien? ¿Mis nietos se están portando bien? Tu padre y yo lo hemos estado pensando y decidimos ir a visitarte, estaremos allá la próxima semana para celebrar las festividades anuales del reino de Gavril. Te avisamos con tiempo para no llegar de sorpresa. ¿Noah se está portando bien? Yo sé que sí, hicimos un viaje al reino de Vitra el mes pasado, y le compré un libro, seguramente le encantará. Diles a mis nietos que los amo mucho. Con amor, tu madre, además tu padre les manda saludos, me dijo que él también llevará un regalo para Leif, Sebastien y Leah. Adiós…” Cuando Arthur termina de leer, vuelve a cerrar la carta observando a sus tres hijos y a Noah. Físicamente, el que más se parecía al rey Arthur era su hijo mayor Leif, él tenía veintitrés años, era un alto pelirrojo de cuerpo atlético, piel algo bronceada y ojos azules iguales a los de su madre. El príncipe todavía no se había casado a pesar de estar en la edad para contraer matrimonio; no obstante, todos sabían que desde niños él estaba enamorado de Lady Brenda, la hija mayor de lord Levi, el señor de las costas de Havadur; pero pese a eso nadie comprendía porque hasta ahora no se comprometían de forma oficial. Por eso el rey Arthur este mismo año ya tenía planeado darle ese empujón a su hijo y que ya formalizara su unión con Brenda. Después del príncipe heredero seguía el príncipe Sebastien, él tenía el cabello plateado como su abuelo el rey Zander y los ojos de color ámbar, tenía veintidós años y era unos cuantos centímetros más bajo que su hermano mayor (él media 1.85 metros y su hermano Leif medía 1.95 metros) Debido a su atractivo físico Sebastien era un don juan, le gustaba enamorar a todas las ladies del palacio, y hasta el momento todavía no había encontrado esposa y mucho menos una prometida para un futuro matrimonio. Y, por último, la princesa Leah tenía veinte años, ella tenía la piel pálida como su madre Victoria, el cabello oscuro azabache. Ella nació con una condición que tenía su padre llamada heterocromía, que consistía en tener los ojos de distinto color. Ella tenía un ojo de color azul, y otro de color ámbar, además era pecosa y su rostro era precioso, de sus hermanos ella era la más baja, porque medía un metro setenta centímetros. Al igual que sus dos hijos mayores, Leah tampoco estaba comprometida y para el asombro de sus padres el rey y la reina, su princesa no tenía ni un solo pretendiente que estuvieran detrás de ella, pero por lo visto a la jovencita eso no le importaba demasiado, porque ella en secreto de todos estaba enamorada de Noah, el siervo que conocía desde que tenía uso de razón. Todos en el palacio real conocían la historia de Noah, él vivía en el palacio porque la reina madre Esther lo había adoptado cuando apenas era un bebito de unos cuantos días de nacido. En el reino de los humanos, una mujer se acercó a la reina y le pidió que criara a su hijo porque ella no tenía los recursos para sustentarlo, y desde ese día la reina Esther se llevó al pequeño a vivir al palacio real, sin embargo, ese niño era más que un simple bebé sin suerte… aquel bebé que la reina madre trajo en sus brazos era el hijo bastardo del rey Erik, el padre de Sarah, la actual reina del quinto reino humano. En aquel tiempo Sarah no tenía idea de la existencia de Karl, tiempo después se enteró que su padre había tenido gemelos bastardos, cuando descubrió por mera casualidad al pequeño Karl, pero nunca se lo dijo a Esther y hasta el día de hoy lo mantuvo en secreto a los reyes de Gavril. Por supuesto, todos en el reino de Gavril conocieron al rey Erik del reino de Kaan, el traidor, el que pretendía ir a la guerra con el reino sureño (Gavril), por lo tanto, al oler el aroma de Noah, supieron que él tenía la sangre del finado rey en sus venas, pero nunca se lo dijeron. Todos los que conocieron al rey Erik en vida sabían que Noah era su hijo bastardo, y en ese grupo estaba toda la gran familia real, menos los jóvenes príncipes que no llegaron a conocer al rey Erik porque cuando ellos nacieron él ya estaba muerto. Por esa razón, debido al rencor que el rey Zander le tuvo en vida al rey de Kaan, él no permitió que su esposa criara al hijo ilegítimo de Erik como un hijo a pesar de que el pequeño no tenía la culpa de nada. El rey Zander, el padre del actual rey Arthur, siempre se había caracterizado por ser rencoroso y de nunca dar su brazo a torcer, él no iba a criar como suyo al hijo bastardo de aquel rey traidor, fue por esa razón que la reina madre Esther tuvo que ceder a los mandatos de su esposo y no le quedó otra opción que hacer al muchacho un siervo… Sin embargo, la reina Esther le dio su apellido de soltera a Noah, y ahora él se llamaba: Noah Avery. Físicamente era la copia fiel de su gemelo Karl, él era rubio, tenía los ojos de color azul cielo y rostro bastante agraciado. Era alto y de buen cuerpo debido a su trabajo físico, porte de rey decían algunos en susurros. El muchacho tenía veintitrés años, tenía tan solo un par de meses de diferencia con el príncipe Leif que, mas que un siervo lo consideraba su hermano, al igual que Sebastien porque todos se habían criado juntos, no obstante Noah siempre le había gustado mantener una mínima barrera entre ellos tratándolos con respeto porque a pesar de todo, ellos eran los príncipes, y él era un siervo. —¿¡Escuchaste, Noah!? ¡La abuela te traerá un libro! —exclama Sebastien porque, aunque a él le aburrían los libros en demasía, se alegró por Noah porque a él le encantaban. —Si, me intriga saber de que tratará… —dice Noah de forma más calmada, tratando de ocultar su emoción. —¿Seguimos con las prácticas? —pregunta el rey Arthur porque la carta de los abuelos había emocionado a los muchachos y se notaba en sus rostros. Los jóvenes se miraron las caras, como si lo estuvieran pensando demasiado, especialmente los príncipes Leif y Sebastien, ya que Noah estaba ahí para ayudarlos con las armas, mientras que Leah… estaba solo porque Noah se encontraba con ellos. Sin embargo, de un momento a otro toda la atención se alejó del rey Arthur cuando a lo lejos venía la reina Victoria acompañada por Brenda, la hija de lord Levi, y la princesa Lain (prima del rey) que venía con su hijo mayor, el príncipe Tristán. Él tenía la misma edad que Leif y Noah, ya que todos habían nacido ese mismo año. Tristán corrió hacia ellos y como todo un salvaje los saludó con una patada voladora que Sebastián detuvo y luego comenzaron a pelear mientras Leah dijo: —Ah, son unos inmaduros, además actúan como unos salvajes… nunca cambian —dice Leah cruzándose de brazos desviando la atención de su primo y hermano peleando, para deleitarse la vista con Noah—No son como tú, eres todo un caballero —asegura la princesa con una sonrisa observando que toda la atención de su amado siervo de cabello dorado se había ido a Brenda, la hija del lord de Havadur. —¡Lady Brenda! —saluda Noah caminando hacia la hermosa muchacha pelirroja. —¡Brenda, que sorpresa! —exclama el príncipe Leif caminando en dirección a la lady de Havadur. De un momento a otro la princesa Leah quedó sola porque su hermano y Noah habían ido corriendo hacia Brenda. Leah podía asegurar que, si los dos tuvieran la cola de un perro, en ese instante la estuvieran agitando con intensidad frente a la lady de Havadur como dos perros falderos. —Lady Brenda… siempre captando la atención —susurra Leah suspirando con algo de disgusto. —¡Noah! —exclama Brenda saltando hacía Noah abrazándolo. El rubio con una enorme sonrisa la cargó recibiendo el abrazo, y Leif que vio eso frunció un poco sus labios esperando que ella terminara ese efusivo saludo, y fuera su turno de saludarlo a él… —Leif —saluda Brenda cuando ha terminado con Noah. La pelirroja se acerca a Leif dándole un reseco beso en su mejilla derecha diciendo: —¿Cómo has estado? —pregunta Brenda viendo al príncipe que con sus ojos brillosos por la emoción dijo: —He estado bien. Me alegra que has venido a visitarnos, ¿y eso? De todas formas, iba a ir a las costas de Havadur, ¿cierto, Noah? —Si, el príncipe tenía pensado ir esta misma tarde —comenta Noah mirándola con una pequeña sonrisa, Brenda también se voltea a mirar al rubio, y casi sin poderlo evitar sonríe con él. Leif se da cuenta y de inmediato sujeta la mano de Brenda diciéndole: —Vamos, paseemos un rato. Tengo algo que mostrarte, mi querida lady Brenda… Noah, ¿Qué te parece si…? —Las palabras que pretendía decir Leif al instante son cortadas cuando el muchacho dice: —Iré a otro lugar, no te preocupes. Recogeré todo esto y lo llevaré a la recámara de las armas —dice Noah de forma serena, porque él comprendió que él deseaba quedarse a solas con lady Brenda. Por otro lado, Brenda hizo un leve gesto de decepción en su rostro, pero lo disimuló bastante bien porque ninguno de los dos jóvenes logró darse cuenta, o quizás era porque ambos eran algo despistados. Noah vio a la lady marcharse con Leif y él lo que hizo fue suspirar mirándolos hasta que se perdieron de su rango de visión, de esa manera él se acercó hacia las armas que habían dejado tiradas por ahí y comenzó a recogerlas. El rey Arthur también se había ido con su esposa la princesa Victoria, desde esa distancia se podía ver como la pareja iba tomada de la mano, tratándose como si se hubiesen casado hace pocos días. Noah al ver eso sonrió, porque a él le encantaba presenciar ese amor que el rey y la reina se tenían, era puro e intenso, parecía como si cada día se amaran más y el joven cuando los observaba lo único que pensaba era que él no tendría nada similar, por lo menos no con la mujer que le gustaba. «Ella está prohibida…» piensa Noah volviendo a suspirar, en el instante que Leah se acerca a él ayudándole a quitar las fechas que estaban incrustadas en esos muñecos de paja donde practicaban. —Princesa Leah, ¿Qué hace aquí? Vaya con las otras ladies —dice Noah sin mucho entusiasmo. —Me quedé a ayudarte, ¿no puedo? Además, ¿hasta cuándo debo decirte que dejes de tratarme con tanta etiqueta? No necesitas usar el acento de respeto conmigo y ninguno de nosotros—dice Leah porque los siervos usaban otro tono de voz mas decente para hablar con los reyes y príncipes, Noah lo usaba todo el tiempo. —Me cuesta no usarlo cuando estoy con ustedes —admite el rubio quitándole las flechas de las manos a la princesa. —No entiendo por qué… —dice ella mirándolo sin pestañear —mi abuela prácticamente te crio, has vivido con nosotros desde que tengo memoria, pero te gusta rebajarte a siervo. Noah parpadea sus ojos al oírla. —Pero eso es lo que soy, princesa Leah. No me estoy rebajando, solo se mi lugar en el palacio. No creas que no te quiero, te quiero y respeto como a todos los príncipes de este palacio, pero no debes olvidar que el rey Zander, tu abuelo siempre me lo dejó muy en claro, él no era mi padre y la reina Esther no era mi madre, ella solo me adoptó porque tenía buen corazón, y nada más… Leah frunce sus labios con aprensión. —No le hagas caso al abuelo, él siempre ha sido un gruñón —dice la princesa Leah sujetándole la mano a Noah —Sabes… yo—las palabras de la princesa son cortadas cuando Noah la interrumpe diciendo: —No deberías estar aquí, ve con las otras princesas o con las ladies del palacio —insiste el muchacho quitando el resto de las flechas incrustadas, mientras que Leah con el ceño fruncido se acerca a él para empujarlo. —Ah, eres tan odioso cuando te lo propones, me iré… adiós. —Adiós —se despide Noah sin tener idea, que la facilidad con la que él se desprendía de ella llenaba de molestia a Leah. La joven se fue con largas zancadas pensando: «Que horrible es estar enamorada de un siervo que ni siquiera siente lo mismo que tu… mi vida es miserable y lastimosa» piensa Leah frunciendo sus labios sujetando la falda de su vestido para caminar más rápido.
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